Queridos lulilectores...
Hoy vuelve mi vena melancólica. Sé que la tendréis bastante aburrida, pero es inevitable. Siempre podéis cambiar de canal cuando me lío a hablar de cuestiones metafísicas, pero a los que os quedéis, ya sabéis que sois bienvenidos =)
Últimamente he estado pensando. Es algo que, preocupantemente, hago cada vez más a menudo. Y mis pensamientos más recientes se los he dedicado a mi vida en general, a mi persona, a mi contexto (egoísta, ¿no?). Se puede resumir en tres preguntas básicas mundialmente conocidas. ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿De dónde vengo?
Puede que la más sencilla de responder sea la primera, o tal vez la última. Al menos, sé cómo me llamo: X-Y-Z (nombre y apellidos; Luli Manuli para los amigos). Y sé más o menos de dónde vengo (todo el rollo de la procreación, la semillita, los nueve meses en el vientre de mamá). Aunque, quizá, el hecho de saber cómo me llamo no soluciona el hecho de saber quién soy.
Pero la más difícil... ¿a dónde voy? Ahhh... esa pregunta me oprime el alma desde hace algún tiempo. Os juro que, cuando sale la palabra "futuro", hasta me recorre un escalofrío por la espalda, del miedo que me da.
Hay gente que, desde que es pequeña, le preguntas qué quieren ser de mayores y en seguida te contestan: "¡maestra!", "¡médico!", "¡policía!"... en fin. Pero es admirable, porque luego crecen y, efectivamente, se convierten en aquello que más deseaban.
Yo, ya desde niña, siempre tuve problemas con esa pregunta. El primer recuerdo que tengo es que quería ser "química"; más tarde tuve mi época de "profesora" y, finalmente, me dio por "notaria" ("actriz" como profesión frustrada: nunca fui demasiado fotogénica). Nada más. A partir de ahí, todo es un furioso torbellino de colores cambiantes o, peor, un terrible y confuso vacío ausente de cromatismos.
Así pues, ya que por gustos no me aclaraba, pasé a pensar qué tipo de cosas se me daban más o menos bien. Y empiezan a aflorar recuerdos. ¿Qué no hago mal del todo? O, de todas las cosas que he hecho, ¿con cuáles me quedo? No lo sé.
De pequeña ya, he encontrado siempre que tengo un "sentido artístico" que me ha gustado explotar.
-Inventé un programa de radio que grababa en una cinta de cassette; al principio con amigas, cuando se cansaron, seguí sola.
-Inventé algunas melodías a las que añadí letras sin sentidos, pero yo las llamaba "canciones".
-Escribí un guión para una película antes de la adolescencia. Y los créditos.
-Me encantaba (y me encanta) hacer fotografías con algo de carisma: un paisaje, un momento, una expresión. Ese algo que marca la diferencia.
-La música. No la terminaba de entender en el sentido teórico, pero tenía talento al arpa; al menos eso me decía la profesora. Era buena.
-Relatar. En todos los sentidos: soñar historias, contarlas, escribir. Escribir mucho, pero no lo suficiente.
-Pintar. Con acrílicos, témperas, ceras, lápices de colores. Y dibujar. Tengo un amplio repertorio de pinturas y dibujos hechos por mí. Me encantó Historia del Arte.
Todos me han tachado siempre de fantasiosa. Para mis amigas era la rara. "La que lee". "La que escribe". La única que se ha metido en una carrera loca y sin salida. Nada serio, como medicina o derecho. Economía. Magisterio. Ni siquiera algo sólido, como periodismo. Lo más abstracto y raro que uno pueda buscarse: "Comunicación Audiovisual", ya ves tú para qué sirve eso.
Esta pregunta me la hago muchas veces, sobre todo cuando me toca levantarme a las seis de la mañana para ir a coger el tren. Yo, cuando acabe (si acabo) no me veo de "comunicadora audiovisual", trabajando en... en a saber en lo que se trabaje en mi carrera.
En realidad, es que no me veo en ningún sitio. ¿Qué puede hacer una persona polifacética hoy en día? No hay un multiempleo. O eres una cosa, o eres la otra. Tienes que decidir: elegir un camino de todos los posibles. Solo que ¿cómo encontrar ese camino? ¿Realmente existe?
Cuando me quedo pensando y pensando largo y tendido, no llego a ninguna conclusión. Es como si fuera sorda, o muda: no hay retroalimentación. La conversación interna sería algo tipo:
-Pero a ti, querida Luli, ¿qué narices te gustaría hacer en esta vida?
O bien:
-¿Dónde te ves dentro de diez años?
Preguntas similares. Y la respuesta es siempre la misma: silencio.
Y ese silencio me está matando.
¿Sabéis cuál es mi mayor miedo? Que dentro de poco todas mis amigas, después de graduarse, encuentren trabajo y empiecen a casarse, a tener hijos. El ciclo de la vida, sin duda. Y yo acudiré sola a todas las bodas, los bautizos, las comuniones, con mil trabajos cambiantes a mis espaldas, todos ellos frustrados y poco que contar. Que empiecen a hablar: "Mira Luli, qué despistada va por la vida, tantas cosas que quería hacer y, por querer tanto, al final no ha hecho nada de provecho. Pero se veía venir, pobrecilla, siempre tuvo la cabeza en las nubes y llena de pájaros y colorines".
Y quedarme encerrada para siempre en este pueblo que me vio nacer, soñando con cosas que podría haber hecho, o que quisiera haber hecho, pero que nunca logré; e independizarme a los 30 porque mis mil trabajos no me darán ni para un alquiler medio decente; mientras mis padres me reprochan todos mis errores y mi hermana sigue adelante y moviendo la cabeza en señal de disgusto al verme ahí estancada, perdida en mis mil colores, buscando el camino.
Estancada, esa es la palabra. Me da miedo quedarme estancada y quieta en un mundo que no para de girar y girar, y que si no giras con él te quedas, inevitablemente, a la mitad; y es irreversible: una vez te has lanzado al vacío (o alguien te ha empujado a él), ya no puedes volver a subir. Tienes que caer. Por ley de la gravedad.
Ahhh... ¡cuánto me gustaría tener la brújula de Jack Sparrow en estos momentos! Esa que te indica aquello que más deseas, y el camino que debes tomar para alcanzarlo. De verdad que pagaría oro por ella. Qué mala es la indecisión, lulilectores, qué mala.
A veces pienso que el objetivo de todo humano es seguir sus instintos biológicos: al final todos acabamos en el punto de inicio. Casados y con hijos, como dicta la naturaleza. Puedes dar las vueltas que quieras, pero tarde o temprano caerás en la red.
Lo pienso, y no me importaría. No me importaría casarme o tener hijos. Pero tampoco es algo que en estos momentos desee con toda el ansia de mi vida.
Surge, por ejemplo, la misma duda en cuestiones geográficas: ¿dónde te gustaría vivir? Silencio. Nunca me aclaro: solo estoy de acuerdo en que me quedaré en Europa. Pero Europa es muy grande. ¿Norte o sur? ¡No lo sé!
A lo mejor es la mezcla de mi sangre mestiza: ¿no dicen que la sangre siempre tira? Me apasiona el norte, el frío, el invierno, la navidad, la nieve. Alemania, Irlanda, Noruega, Suecia, Dinamarca (Asturias, sin correr tanto). Pero no me imagino viviendo lejos de mi querido Mediterráneo: la calma de sus olas, la paz que emana de sus brisas, su olor, su color. El paraíso. ¿Quién necesita el Caribe, teniendo al lado el Mediterráneo? Cuna de grandes civilizaciones, de mil historias y personajes. Todo un ecosistema.
He pensado también, otras veces, que, para una vez que vives, sería muy hermoso dejar algo de valor al resto de la Humanidad. Algo que consiga arrancar una sonrisa, un pensamiento, una lágrima a otra persona. Un libro. Una película. Una canción. Una obra de arte. Una acción. Algo que te haga sentir que la vida (que tu vida) ha merecido la pena, porque ayudas a los demás. El hecho de que se recuerde un nombre, de los millones y millones de nombres que han existido, existen y existirán. Esa sensación. ¿Un libro? Michael Ende ¿Una película? Steven Spielberg ¿Una canción? Aerosmith ¿Una obra de arte? Velázquez. ¿Una acción? Ghandi. U otro tipo de méritos: traer vida al mundo. Colaborar en una ONG.
En pocas palabras: sentirte realizado como persona; has gastado, pero también has sembrado, y los frutos empiezan a florecer. Yo no quisiera irme de este mundo con los asuntos por arreglar. Quiero que, cuando muera, ya no me quede nada por hacer; que mis asuntos estén resueltos, poder ir a descansar en paz.
Pero para eso, primero hay que saber qué es lo que te hace a ti sentir bien contigo y con el mundo. Hacia dónde piensas dirigirte en este largo viaje, y por qué rutas irás. Porque en este viaje que es la vida, estás solo: como un peregrino silencioso que camina sin descanso con una mochila a la espalda, en dirección al rojo atardecer.
Fijaos si he estado preocupada últimamente, que he reflexionado sobre Dios y todo (aunque eso supongo que es inevitable, en algún momento tenía que llegar). Sabed que yo, por el momento, soy atea, porque no he encontrado hasta ahora razones convincentes para creer, para tener Fe. Pero algunas de las personas más sensatas que conozco (y que yo hacía ateas también) no lo son, y, aunque han tratado de explicarme un poco sus puntos de vista, en mi interior todavía no se ha encendido la lucecita de la inspiración divina. Y eso que me he esforzado por entender.
Pero bueno, dejaré la religión porque merece otra entrada a parte, que si me lío más aún sí que no llegaré a ninguna parte.
Creo, sinceramente, que me cogeré un año sabático cuando termine la carrera. Solo para despejarme las ideas: cambiar de aires, viajar, aprender idiomas. Vivir, tal vez. Descubrir por qué y, sobre todo, para qué propósito he sido creada, para qué he de servir, cuál es mi función en este guión. Para encontrar ese camino tan ansiado, o terminar de perderme por completo.
No lo sé. No sé qué será de mí, para variar. Solo sé que no sé nada.
Besazzos,
*Luli*
(P.D.: ¿Y si me hago filósofa profesional? ¿Veis como no me aclaro?)
P.D.2.: La imagen es un retrato mío informatizado. Hoy me apetecía mostraros no solo mis pensamientos, sino también algo más consistente: lo más parecido a una foto que os puedo dar. Y he pensado que eso de llamarme X-Y-Z es una tontería. Mis iniciales son B.S.S. ;)