martes, 26 de agosto de 2008

Añade un poco de magia a tu vida



Me encantan las tardes de verano.

Hacia eso de las ocho de la tarde, cuando el sol se va escondiendo y la brisa desplaza poco a poco el calor, lo encuentro casi mágico. Y eso que yo soy más de invierno.

Este verano (y el pasado también) no he podido apenas disfrutar ninguna porque siempre estoy trabajando a esas horas, pero hoy he hecho una excepción.
A las ocho y media he salido de la tienda y me he ido a visitar a mis abuelos, porque me pillaba de paso para casa. El apartamento que tienen mis abuelos en la playa es un remanso de paz, un bálsamo de tranquilidad en mi ajetreada vida. La terraza está situada en un segundo piso y da a una calle concurrida, y sentarme allí con mis abuelos, charlando de la vida, mirando la gente pasar, es absolutamente relajante.

En primer lugar, el apartamento es silencioso, lo que contribuye al reposo, y mis abuelos se encontraban sentados en la terracita, tomando la fresca, como a la antigua usanza. A esas horas las temperaturas ya no son soporíferas y yo, que no paro ningún día, me he unido a ellos encantada de la vida.

Es alucinante, en esos momentos me siento como en una cápsula de cristal aislada del mundo, por la cual el tiempo no pasa pero, a la vez, puedes contemplar cómo la vida sigue su curso sin ti. Yo estaba ahí tan tranquila, con el aire dándome plácidamente en la cara, viendo pasar a los coches, las motos, la gente, personas asomándose por ventanas, balcones y terrazas, todo eso sin que yo moviera un solo dedo.

Curioso, porque siempre estoy renegando de mi pueblo y de la gente de mi pueblo, de lo cotillas y descarados que son todos, pues ahí estaba, disfrutando mientras miraba la actividad a través de la barandilla a la vez que me movía suavemente en el balancín. Veía a la gente andar, algunos se saludaban, chicas jóvenes presumiendo de piernas, hombres cabizbajos sumidos en sus pensamientos, mujeres chillonas que venían de pasear o hacer la compra, niños con sus perros, parejas, familias, motos, coches de colores, bicicletas… Recuerdo que de pequeña siempre contaba las motos que pasaban y me gustaba imaginarme la vida de las personas cuando las veía andar por debajo de la terraza.

Para mí, haber ido hoy a visitar a mis abuelos ha sido como encontrar un oasis en pleno desierto, porque os diré una cosa: no es lo mismo estar sentada en la terraza de mis abuelos a las cinco de la tarde, que te da algo con la solana y no hay nadie por las calles, que en el ocaso, cuando la playa rebosa actividad.

Desde mi terraza sólo se ve el mar: kilómetros y kilómetros de mar, y las playas de Cullera y Xeraco. Admito que la vista desde un octavo es bastante más espectacular, pero el hecho de ver sólo arena y agua es a veces aburrida: sólo es interesante por las mañanas, cuando ves a toda la gente en la playa.

Eso sí, si te asomas a mi ventana por las noches te encuentras con un auténtico cuadro: la luna brillando en lo alto, reflejada en el agua negra y tranquila, y rodeada de centenares de miles de estrellas.

A veces, cuando por las noches no puedo dormir, me levanto en mitad del silencio de mi casa y me acerco a la ventana para ver las estrellas: me las pido todas para mí y mientras las contemplo, acompañada del rumor del mar, se me olvidan todos los problemas.

Qué lejanas, las estrellas, qué distantes y a la vez tan frías, brillantes como un diamante de hielo. Me inspiran mucho, siempre me distraen y me vienen historias a la mente, historias fantásticas con las que muchas veces sueño pero nunca le cuento a nadie.

Y deseo convertirme en la protagonista de mis historias, alejada del mundo real, reducirme a una llama danzarina bajo la sombra de la luna…



*Luli*

jueves, 21 de agosto de 2008

Breves pensamientos


Mi vida es aburrida.


Siempre estoy despotricando.


Soy una inconformista nata.


¿Pero por quéeeee? T.T



Caca.


Culo.


Pedo.


Pipi.



*Luli*

lunes, 4 de agosto de 2008

Algo más sobre mi vida




Dear lulireaders...

Lo prometido es deuda. Vuelvo a disponer de conexión, por tanto, vuelvo a conectarme.

Hoy, para variar, voy a ponerme filosófica. No sé si os ha pasado alguna vez, pero estoy atravesando últimamente una de mis llamadas "crisis existenciales". El término de "crisis existencial" se emplea (en mi vocabulario) cuando una persona está hasta las narices del mundo y de las personas que viven en él.

Tengo la costumbre de decir que yo no soy un único ente, yo soy dos. Perdón, somos dos: mi vida y yo. Hay veces en que tengo la suerte de llevarme bien con mi vida, pocas, pero las hay. Son ocasiones geniales: nos cogemos de la mano y seguimos el mismo camino con la cabeza bien alta, sonriendo. En esos momentos acepto mi vida y ella me acepta a mí, es decir, nos aceptamos.

Pero, sin embargo, hay veces (la gran mayoría, para qué nos vamos a engañar) en que mi vida me da un asco que la flipas: se pone en plan borde y empieza a hacer conmigo lo que le da la gana, me sume en el más absoluto caos y me suelta, burlona: "¡Hala, que te vaya bien! Adiós muy buenas, ahí te quedas; yo no te conozco y si te he visto, no me acuerdo". Y, efectivamente, me deja colgada a mitad camino. Y, claro, yo pienso: pues mala mierda de vida.

En estos momentos, mi crisis existencial (que, cuando pasa a ser más profunda, se transforma en "depresión existencial") viene de lejos. De hecho, creo que todavía me dura el estrés de cuando estaba estudiando, que, en vez de irse, se ha metamorfoseado en estrés... existencial. Me voy a explicar un poco.

Acabé los exámenes de selectividad, hice (y aprobé) el examen de inglés de la Escuela Oficial de Idiomas en el nivel superior e, inmediatamente después, me puse a asistir durante dos semanas non-stop a la autoescuela por las mañanas, para las clases teóricas. Al mismo tiempo, hice el traslado del pueblo a la playa y me ocupé del gran papeleo de la prematriculación en Hamburgo (aunque admito que en esto último mis padres se volcaron más que yo). A todo eso, por supuesto, hay que añadir que por las tardes trabajaba, porque ya eran a finales de junio y hacía horas en la tienda. Y toda esta parrafada la tuve que tragar en apenas una quincena (la autoescuela y la matriculación se alargaron hasta mediados de julio).

Abrobé el teórico y empecé a machacarme para el práctico durante un par de días (quería sacármelo antes de agosto, pero va a ser que no), hasta que lo dejé (cómo no, me surgieron contratiempos) y me centré sólo en el trabajo y, casualmente, bajar a la playa. Además, tuve que ir a Valencia varias veces para matricularme en la uni. Otro coñazo que te crió.

Desde entonces, más o menos, he establecido una burda rutina, que me machaca todos los días.

Me levanto por las mañanas, a veces pronto (si, como hoy, tengo que ir al pueblo), a veces tarde. Si es tarde me suelo quedar en casa, sin hacer nada (sonará idiota, pero me encantan esos momentos: para mí son oro, igual que cuando me ducho con el gel de Fa que huele a limones del Caribe, cierro los ojos y me imagino que estoy allí bajo una lluvia tropical... buá, eso no tiene precio. Realmente, creo que bajo la ducha es mi único momento de paz al día).

En fin, como iba diciendo. Si me levanto pronto y tengo la suerte de pillar a alguna amiga cerca, me bajo con ella a la playa unas horitas, hasta que se me hace tarde y tengo que subir corriendo a sacar a mi perra -ahora mi turno es a mediodía porque por las tardes no puedo- y, cuando llego, poner la mesa, las noticias y comer. Como normalmente sobre las tres.

Después de comer, o bien le doy de comer a mi perra o bien me toca el coñazo de lavar los cacharros (nos turnamos mi hermana y yo por semanas; esta semana me toca a mí el fregote). Mientras mis padres hacen siesta, mi hermana y yo miramos la tele sobre una hora hasta que, a las cinco menos cuarto, empiezo a arreglarme porque salgo de casa a las cinco y cuarto. Muchas veces se me hace tarde y salgo de casa a las 17.18 o así, y se me desmonta el esquema: de mi casa a la tienda donde trabajo hay quince minutos exactos. Puedo hacer el recorrido perfectamente en sólo diez minutos, pero lo hago deprisa y a esas horas la solana y el calor son sofocantes, y llego a la tienda sudada y con el rimel y el maquillaje chorreando. Entonces me tengo que poner veinte minutos delante del ventilador para secarme (tardo más porque encima me agobio), porque en la tienda no hay aire acondicionado. Por lo tanto, hasta las seis menos diez o así no estoy capacitada para atender a nadie y las clientas se me mosquean.

Para que todo esto no pase (mi vida, como veréis, es una cadena de sucesos), es mejor salir a y cuarto de mi casa, así voy a paso tranquilo y, aunque también llego muchas veces mojada y agobiada, no lo es tanto como si voy corriendo, y sólo desperdicio como unos cinco o diez minutos ante el ventilador. Después de eso ya empiezo a trabajar durante cinco horas y, finalmente, llego a casa reventada sobre eso de las once. Ceno, pongo los pies en alto y me acuesto, pocas veces salgo a dar una vuelta por ahí con alguna amiga, simplemente es que me canso.

Pues, aunque no lo parezca, esta rutina es agotadora (tanto que hasta he perdido un kilo) y, para colmo, mi habitación normalmente está hecha una pocilga, porque la comparto con mi hermana (es lo que tienen los apartamentos, el tamaño, que no...). Yo soy una maniática tanto del orden como de la puntualidad, en mi casa mi pequeño sancta sanctorum siempre está más pulcro que un palacio -excepto durante el selectivo-, pero a mi hermana eso se la pela (y perdón por la expresión). Tendríais que ver nuestra habitación en la playa: parece el campo de batalla entre Mordor y Gondor, o una cosa así. ¡Qué poco me extrañaría toparme algún día con algún ser que saliera de entre los montones de ropa sucia y basura que mi hermana acumula en su silla desde hace meses!
En fin, como veréis, mi vida (aunque no es nada del otro mundo), no para de causarme problemas. Sin embargo, a pesar de mi negro humor, voy a añadir algunas dosis de optimismo, como es el caso de mi VI, es decir, el Vecino Interesante. Y, de hecho, es esta una preciosa historia de amor que voy a narrar a continuación, para los que aún no se hayan cansado de leerme.

Rrrrrrrrrrrrrresulta DE que tengo yo, desde hace algunos varios años (concretamente, creo que tres o cuatro), un amor platónico en mi finca: el típico vecino interesante. Cuando yo era joven e ilusa, a eso de finales de agosto-principios de septiembre, cuando ya se han ido todos los madrileños/gabachos/sajones/germanos/forasteros/similares y sólo quedábamos los nativos de la zona y alrededores, me bajaba con mi hermana a bañarme a la piscina (¡¡que está más fríaaa...!!). Y, oh, casualidades, muchas veces estaba ÉL, solo, nadando. Y, claro, al no haber nadie más en toda la piscina excepto mi hermana, dos viejos, él y yo, pues nos entreteníamos mirándole. Bueeeno, vaale, me habéis pillado: yo le miraba de reojooo ¬_¬

El caso es que el primer año apenas me fijé en él, pero como la situación se repitió al año siguiente, pues me fijé más y me pareció mono, el chico. El tercer año ya lo encontraba guapo, pero guapo, guapo, guapo, y el cuarto lo declaré oficialmente como mi amor platónico estival. Y digo platónico porque realmente no creo que algún día llegue a pasar nada entre él y yo.

Vale que de vez en cuando nos miramos en la palya (miraditas furtivas, llamadas "intermiraciones"), pero la cosa está muy difícil porque nunca he hablado con él, a pesar de estar bastante informada sobre su vida. Mi amiga y compañera Sujeto P es prima hermana de su sobrino (Fernandito), y con la tontería se ha infiltrado y le sonsaca información a su tía, que es la hermana de mi VI.

-Tiene 22 años (4 más que yo -le creía mayor-)
-Está estudiando odontología.

-Le queda un año para acabar la carrera y posteriormente hará Masters.

-Es de Gandía.

-Muy trabajador y estudioso, él.

No está mal, ¿no? Sólo me falta un poco de iniciativa. Llevo 4 años buscando una excusa para hablar con él, y nunca se me ha ocurrido nada. Por la manera en que a veces me mira en la playa (u desvía mi mirada), juraría que algo (aunque sea un pelín) también le intereso, pero como él no se lanza y no le conozco de nada... pos me da corte. Con la verdad por delante, creo que este año he hecho grandes avances: le he dicho "hola" una vez (con respuesta incluida) y, la segunda vez que me crucé con él, fue él (lo subrayo: ÉL) quien dijo "hola" en primer lugar, y después yo le correspondí con otro cordial "hola" (que, siguiendo con el optimismo, "hola" es mejor que "adiós"). Es verdad, cuando le dices "hola" a alguien dejas la conversación como abierta, siempre puedes añadir un "¿qué tal?" o un "¡Vaya un calor!". En cambio, cuando dices "adiós", significa realmente: "no tengo ganas/tiempo de hablarte/verte".

A lo nuestro, que mis esperanzas se vieron cuajadas de golpe cuando el año pasado apareció... tachán... ella (*música siniestra seguida de un tenso silencio*).

Ya, pero... ¿quién es ella? ¡Ja! Se llama (lo hago público oficialmente) Vanessa, es alemana y tiene un año menos que yo. ¿El problema? Naaadaaa, si no hay ningunooo, sólo pequeñeces mías, como, por ejemplo:

Vanessa es...
-Guapa

-Simpática

-Seductora

-Divertida

-Carismática
-Sexy

-Comprensiva

-Dulce

-Traviesa

-Juguetona
-Inteligente

-Fantástica
-Arrulladora

-Pilla

-Urbanita

-Astuta

-Dócil

-Sensata

-Fashionista

-Trilingüe (inglés, francés, alemán y chapurrea español)

-Tiene un cuerpo diez: vientre plano, mucho pecho, trasero respingón, cero celulitis + estrías, piernas largas y esbeltas, rostro agradable y jovial, sonrisa encantadora.

¿Dónde está el problema? ¡Si me cae bien hasta a mí!

(*Luli guarda silencio unos segundos, coge aire, respira hondo y...*)


¡¡¡MALA GUARRAAAAAAAAAAA!!!!


Ya está, mucho mejor.
¡La tía! El año pasado (o hace dos, no me acuerdo) embaucó a mi vecino y al Súper-Rubiazo-De-La-Pata (el vecino que vive en frente del mío, ambos en el primero, que es aún más guapo que mi VI si cabe, que no sé cómo se llama; pero tiene novia T.T). Los tenía babeando todo el rato detrás de ella (como amigos, eso sí... que yo sepa ¬¬), y ella tan pancha. Puaj! Es lo que tiene ser una chica perfecta, que los chicos guapos se van detrás de ti como unos perritos y las chicas no tan guapas (como yo) y no tan perfectas (como yo también) pues te miran mal.
Yo, la verdad, me pongo a hablar con Vanessa y me cae genial (lo dicho, es perfecta), pero cuando la veo con mis vecinos... la odio. Grr...

Y mira, hoy ha llegado a quedarse un par de semanitas, por lo tanto tendré que aguantar verla con mi vecino (joooooooo... con los progresos que había hechooo... T.T) día sí, día también.
Y, como iba diciendo al principio de esta larguísima entrada, son las pequeñas cosas, las gotitas una a una, las que hacen que el vaso reviente y se desborde. Y cuando ese vaso se desborda, se llama que el individuo en cuestión está atravesando una crisis existencial.

Mis gotitas son:

-Vanessa (perdón, Miss Camiseta Mojada 2008).

-Mi amiga y su novio -que vive encima de la tienda y baja 3 veces por tarde para ver a su churri y besuquearse delante de mí hasta que me harto y me largo-. (Son rabiosamente felices)

-Mi estrés acarreado de antes

-Mi hermana

-Mis padres

-Mi impotencia ante el VI

-Mi tía y mi prima van a quedarse en nuestro diminuto apartamento del 7 al 19, si ya estamos apretados los 4 y la perra, ni os cuento. Encima, la ropa no me cabe y después tendré que vaciar 2 cajones para cederle sitio a mi germana prima... buá, me agobio sólo de pensarlo. Me pasaré la vida planchando.

-Un chico (un fichaje de esos mío) que me gustaba porque era guapo (moreno... ojos azules... *¬*) está saliendo con una de mi edad que yo conozco, mu mona ella (encima la tuve que felicitar).
-Tengo los pies completa y absolutamente magullados de las sandalias estivales.

-No me hago morena ni por accidente.


Consecuencias de la crisis existencial:

-¿Cuál es el sentido de la vida?

-¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿De dónde vengo?

-¿Por qué no les petan a todos y me dejan tranquila?

-¿Cómo será mi futuro? ¿Acabaré pobre y bajo un puente? ¿O rica y millonaria?

-Estoy permanentemente cansada.

-Malhumorada.

-Me voy a dormir ya, que es muy tarde.


¿Sabéis? La próxima vez que vea mi VI, a Vanessa, al Súper-Rubiazo, a alguien conocido... haré como mi vida:

Adiós, muy buenas, yo no te conozco y si te he visto, no me acuerdo.

Y que el mundo me deje en paz.


Besazzos,



*Luli*

xxx


P.D.: ¡¡¡Arriba el chico del Aloe Vera!!! (Ya os contaré ;P )

sábado, 2 de agosto de 2008

Desaparecida en combate



Queridos lulilectores...


Al fin, después de dos largos meses, vuelvo a dar señales de vida.

No me he ido de vacaciones secretas ni nada por el estilo -ojalá-, el problema es que, a parte del poco tiempo que he tenido, tampoco dispongo de una conexión a internet fiable durante el verano (de ahí esa carencia narrativa que también se hizo patente el año pasado).


Hoy es el primer día que me conecto desde principios de junio y, como veréis, en seguida me he venido aquí, a mi pequeño loft internetarial, para relataros mis últimas andanzas. Naturalmente, contaros dos meses enteros de mi vida en diez minutos es imposible, pero sí que puedo haceros un breve resumen:


Nada más acabé el selectivo (con un 8,51 de nota media, por cierto -¡¡¡y saqué un 8,3 en Latín y un 10 en Historia del Arte!!!-) me ocupé de prematricularme en la Universidad de Hamburgo y, al mismo tiempo, de sacarme el carné de conducir. De momento, el teórico lo tengo aprobado, pero el práctico lo tendré que hacer en Septiembre o por ahí.

También me he matriculado en la Universidad de Valencia y estoy trabajando en la misma tienda que el año pasado, con una amiga mía.

El trabajo va bien: son cinco horas diarias, eso sí, me quedo con medio veraneo porque, aunque sólo trabajo por las tardes, trabajo de lunes a domingo, así que no me he podido ir a ninguna parte de vacaciones ni nada parecido. Siempre tengo cosas que hacer (ir al pueblo de recados, ordenar...) así que tengo poco tiempo para mí y para mis cosas: sigo un pelín estresada.

Creía que cuando acabara el curso tendría tiempo de leer, escribir, bajar a la playa todas las mañanas... ¡ja! Nada más lejos de la realidad. Mientras que mi hermana o mis amigas se aburren de aburrirse, yo trabajo día sí, día también y bajo poco a la playa, porque me levanto tarde (por lo menos, aprovecho para dormir) y cuando me doy cuenta ya es hora de comer.

Y así transcurren mis días, presos de una caótica rutina.

¿Mi única alegría? El Vecinito Interesante, que me echa miraditas (qué guapo, qué guapo *¬*).


En fin, lulilectores... os tengo que dejar ya con algunas cuestiones por resolver, que son:


1) ¿Será Luli aceptada en la Universidad de Hamburgo para darse de baja en la de Valencia?


2) ¿Conseguirá Luli entablar conversación con el Vecinito?


3) (Y la más importante) ¿Dispondrá Luli de una futura conexión y de tiempo para hacer partícipes a sus abandonados lectores de la solución a los problemas anteriores?


Todo se destapará... en el próximo capítulo.


¡¡¡Besazzos!!!


*Luli*