Queridos lulilectores...
Hoy para mí ha empezado el invierno. Me he despertado como cualquier otro día y me he puesto una sudadera por encima de la camiseta de manga larga. Como ayer no hizo demasiado frío, he decidido no coger chaqueta y... me he arrepentido unas cuantas veces a lo largo del día.
No sé si alguna vez he comentado que el invierno es -después de la primavera- mi estación favorita. El calor del verano me atormenta, soy persona de hielo, jeje -en algo se tenía que notar que por mis venas corre sangre nórdica*-. El otoño, con sus lluvias, sus vientos... me parece en cierto modo reconfortante, y la primavera es mi estación favorita porque nací en abril (es la razón principal, aunque hay más).
En cambio el invierno... tiene algo que me atrapa. Me encanta el frío, me hace sentir viva, despierta (y eso que soy muy friolera). Es una estación mágica, silenciosa, cálida (pensad en las sopas, pucheros, mantas, tés, calefacciones, chimeneas...).
Para mí pocas cosas del año son tan especiales como el primer paseo verdaderamente "otoño-invernal" con mi perra. Hoy se ha presentado la ocasión. A las seis y veinte, en pleno ocaso, he salido de casa con el abrigo gordo echado por encima de la sudadera y con las manos en los bolsillos, escuchando música y andando sin prisa por una tranquila calle que, si tienes suerte, no está infestada de yankis porreros. Hoy, gracias a la providencia de mis numerosas deidades (ya os las sabéis, ¿no? Dios, Buda, Alá, Yahvë, Zeus, Ra, Brad Pitt...) la calle estaba deliciosamente desierta y nadie me ha interrumpido en mis minutos de saboreo estacional.
Los paseos invernales con mi perra me apasionan: voy embutida cual cebolla en mis miles de capas de ropa y me paseo por el pueblo anónimamente, con las manos enguantadas y las mejillas rojas, mientras las nubes blancas destacan en un cielo cada vez más añil y menos celeste, y el sonido de los coches y la gente se mezcla en mi cabeza para dar paso a un ligero murmullo acompañado de las canciones de mis cascos. Echo vaho por la boca y veo a la gente pasar con prisas por mi lado: mujeres que se llevan a los niños a rastras del parque para bañarlos y acostarlos, chavales que acaban sus clases particulares de inglés o de matemáticas y se van a casa hablando de los exámenes, hombres que bajan de sus coches recién estacionados hablando por teléfono para subir a sus casas y cenar delante del partido, ancianos que, como yo, sólo disfrutan del frescor y se cubren sus cabezas con boinas de felpa...
Todo me recuerda a mí misma cuando era más pequeña, me vienen imágenes de tardes frías estudiando o haciendo deberes, charlando con mis amigas, jugando en el patio del colegio a recoger las hojas más amarillas, sudando después de una infantil carrera, con la cara encendida pero con una sonrisa en la cara, o simplemente mirando la televisión con una taza de té humeante entre las manos y envuelta en una manta...
El invierno para mí representa muchas cosas, es extraordinariamente nostálgico. He estado bastantes inviernos -sobre todo en Navidades- en Hamburgo y allí es espectacular. La nieve lo envuelve todo bajo un manto de silencio que la gente no osa quebrar, como si ese silencio fuera de cristal, transparente pero nítido, sólido. Un silencio que se forma al ver caer la nieve a través de la ventana, descalza sobre la alfombra, o bajo un paraguas en el porche, aunque roto poco después cuando mi padre nos animaba a correr sin zapatos por la reciente nevada, o a la mañana siguiente, cuando en el jardín hacíamos el muñeco de rigor.
Pasear por las calles de Hamburgo rodeado de luces, de gente elegante comprando regalos o sólo disfrutando de su tiempo libre, comer los dulces típicos de allí (mmmmmmmmmmm *¬* Berliner, los llaman), cenando un pedazo de carne a la parrilla en casa de mi abuela...
O una tarde por Valencia con mi familia, de compras, probándome jerséys lanudos y admirando las botas, abrigos, bufandas y gorros de los escaparates, merendar algo caliente y delicado...
En fin... a pesar de que me gusta España, con su mar, su sol y su playa... el invierno merece un puesto de honor en mi vida, especialmente porque va acompañado del gran evento de las Navidades... evento del que hablaré en otra ocasión, que se me va el santo al cielo ;)
Besazzos,
*Luli*
*Véase: Cuando tus padres se emborrachan.