Queridos lulilectores:
Anoche fue mi fiesta de fin de curso. En mi instituto (fundado durante la Era Precámbrica) es el segundo año que se celebra y, la verdad, ha sido todo un éxito.
Comenzó la velada con un concierto de la banda del pueblo (bueno, parte de la banda, sólo los alumnos o antiguos alumnos del insti) y, después de tocar Indiana Jones y varios pasodobles, nos llamaron al escenario (el temido momento) para darnos la ORLA y un detallito delante de padres, hermanos y profesores. Me temblaron las rodillas cuando me tocó el turno, pero valió la pena porque recibí una espléndida ovación por parte de mis amigas.
Después del acto se hizo una cena en el gimnasio (nos sirvieron unos pollos asquerosos, desde luego, no se estiraron con el menú) y, por último, algo de fiesta con los músicos y los profesores antes de irnos a CocoLoco (Grau de Gandía). Lo guay fue que algunos de nuestros profes se vinieron con nosotros a la discoteca, entre ellos el de ingés (que iba como una cuba), la de valenciano (qué mona ella), el de filosofía (arrgh!), la de biología (la pillaron fumando), la de plástica (una marcha ella sola...), la de latín (en el fondo es buena gente -por cierto, se me ha quedado un 6 de media en su asignatura ¬¬) y la de economía, entre otros.
Parece ordinario y soso, ¿no? Sin embargo, yo me lo pasé bien. A las siete de la mañana volvíamos a casa y, antes de irme a dormir, me compré una napolitana en el horno que hay delante de mi casa, me la fui comiendo por el camino. A las ocho me dormía y a las tres me despertaba, para acabar de comer a las cuatro y media de la tarde. Son las seis y media pasadas y aún estoy en pijama.
Sí, sí, qué manera de despilfarrar un día, os estaréis diciendo con un chasquido reprobatorio. Puede.
Mi padre (ERDM) me ha dicho que allá por la Edad Media (cuando él aún era joven) estaba mal visto salir de fiesta y llegar por la mañana. Y que mi abuelo, tan sabio él, le aconsejaba:
-Si sales de fiesta y vuelves a las tantas, al menos ten un poco de vista y compra el periódico de camino a casa, por disimular.
Y mi padre, obediente, se iba apestando a tabaco, alcohol y sudor al primer puesto que encontraba abierto y se dejaba los cuartos en El Levante.
Ays... todos hemos sido jóvenes alguna vez ;)
Besazzos,
*Luli*
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