Queridos lulilectores...
Me ha vuelto a pasar.
He vuelto a confiar en alguien que, a la larga, ha demostrado no ser merecedeor de tal honor. Y digo "honor" porque mi negra vena pesimista me impide confiar en una persona hasta que no estoy completamente segura de que no me va a hacer un feo. Hay poca gente en quien yo confío plenamente pero, aun así, siempre queda como una ráfaga de resquemor, el temido "¿y si...?"
"Quien no se fía no es de fiar", dicen en mi pueblo, pero verdad es también que "piensa mal y acertarás". Lo siento, pero pertenezco al segundo grupo: más vale prevenir que curar.
Entramos de nuevo en una cuestión subjetiva y personal: la manera de ser de cada uno. Hay gente de naturaleza bondadosa que, en principio, se fia de cualquiera: todos son buenos y el mundo es perfecto, ¡qué felicidad! Luego están los que, como yo, tienen siempre la navaja a punto, preparada para sacarla a la menor ocasión. Ha habido gente que me ha dicho que "eso es tomarse la vida con amargura", no creo que sea para tanto, pero opino que uno tiene que ir con cierto cuidado por la vida, no es plan de abrirse al primero que pasa por delante.
Lo he pensado muchas veces: ¿por qué soy tan desconfiada? Supongo que, en el fondo, es una especie de coraza para evitar que la gente me haga daño (en el sentido más amplio del concepto). Quiero decir... miradlo desde mi punto de vista: conoces a alguien que te cae genial, en poco tiempo hacéis buenas migas y te crees que vuestra amistad durará para siempre. Todo es perfecto, pensáis igual, reís con las mismas cosas, conectáis... hasta que un día te enteras de que te esa misma persona te ha estado criticando por detrás. ¿Cómo te quedas?
Fácil: se te cae el mundo a los pies. La primera reacción es paralizarte, un cubo de agua fría te cae en la cabeza, tratas de negarlo. Luego le das vueltas y más vueltas, piensas "¿qué ha fallado?" y, aunque lo hables con el amigo o amiga en cuestión, nunca vuelve a ser como antes. Te ha dejado una pequeña huella (o grande, depende). Te sientes estúpido, utilizado, humillado. Alguien en quien tú creías te ha apuñalado (por la espalda o a la cara, eso es lo de menos), te han tomado el pelo gratuitamente. Y tú... obrabas de buena fe.
Y es sólo un ejemplo arbitrario, podría mencionar muchos más, sólo se trata de que entendáis mi reflexión.
Este tipo de chascos (quien más, quien menos) nos los hemos llevado todos alguna vez en la vida. Dependiendo de las personas que nos decepcionan, la angustia que te llevas es mayor o menor, pero supongo que no me equivoco cuando afirmo que todos hemos tenido que soportar este tipo de sentimientos.
Es ahí cuando llega el momento en que una dice: "Basta. Hasta aquí hemos llegado". Aguantar lo mismo una y otra vez de cualquiera cansa, así que un día tomé la resolución de mandar por saco las buenas intenciones y no fiarme de nadie más. Y, ¿sabéis? Suena cruel pero funciona. Opino que es mucho mejor llevarte una alegría por parte de alguien que no una decepción. Si desde el primer momento vas predispuesto a que esa persona te la va a "estacar" alguna vez y, al final, resulta que no lo hace, siempre será más grato que confiar en alguien que luego, pues mira, hoy ha tenido un día tonto y ha decidido mostrarse ante ti como es realmente y te llevas una desilusión de la que te costará recuperarte. ¿Me vais siguiendo?
Y... no sé, supongo que lo he automatizado, ya no me nace confiar en alguien hasta que realmente no lo conozco. Eso no quiere decir que no me "fíe", creo que arriba he mezclado un poco los conceptos. Me puedo "fiar" de alguien en mayor o menor medida, pero no "confiar" en tó kiski. Y, oye, tampoco me condiciona la vida, puedo llevarme genial con alguien y pasarlo estupendamente en su compañía y, aun así, nunca le contaré cosas de mi vida o intimidades. Es como... una especie de gradación: puedes tener familiares, amigos, colegas o incluso compañeros de clase o trabajo, pero no les contarás todo a todos, lo más importante sólo va a parar a dos o tres, tus pilares en tus momentos más bajos.
Eso también lo tenemos todos: la persona de confianza, a quién acudir cuando no hay salida. Aunque, de nuevo, todo depende de situaciones y contextos: puedes tener varias personas de confianza, pero tampoco les contarás lo mismo a todas, a cada una la harás partícipe de un aspecto en concreto de tu vida. Es un tema muy amplio que se puede abordar desde muchas perspectivas, pero me estoy andando un poco por las ramas. Vamos al grano.
Como decía antes, el sentido de esta entrada es preguntarme qué ha pasado esta vez para que yo, experta entendida en la materia de la que estamos hablando, haya vuelto a caer tontamente en mi propia trampa. Empezaré desde el principio.
Hay una persona. Esa persona, Sujeto G, es desde el primer día de la universidad "mi amigo". Lo dije ya en su momento, entré y conocí a gente que, aunque no eran santo de mi devoción, a medida que fui compartiendo mi día a día con ellos me di cuenta de que, después de todo, tampoco estabam tan mal. Y, claro, poco a poco, es inevitable empezar a conocer mejor a las personas que ves cada día: te relacionas con ellas, ves cómo hablan, cómo reaccionan... es un acto natural.
Bueno... o eso me pensaba yo. Sujeto G, inquieto él en su afán por ser el más popular de la clase -lo está consiguiendo-, empezó a, como quien no quiere la cosa, sentarse en "el otro lado" del aula. Es que en mi clase hay dos "lados o partes", y si eres de uno... pues no eres de otro. O armario o ventana, pero no vale ir alternando, eso es incoherente. Yo siempre he sido fiel a mi parte armario, las contadas veces que, por alguna razón, me he tenido que desplazar al sector sur... no estaba a gusto, me sentía incómoda. Ni por la gente ni por la ubicación, era... desagradable. Lo siento, pero es que no puedo argumentarlo mejor, es una especie de convención de la clase, una regla no escrita que todo el mundo conoce.
A lo que iba, que Sujeto G empezó a frecuentar a la gente de la parte de la ventana (el llamado "grueso" de la sociedad de mi carrera) y a hacerse amiguísimo de la peña popular, en concreto, de Lucccccccccccíiiiiiiiiiiia. No le pongo "Sujeto" porque sólo se la puede llamar Lucccíiiia, que es como la llama todo el mundo (bueno... su legión de fans ¬¬). Tendría que ponerle Luzía, así, con zeta. Bueno, pues ala, ya tenemos mote: Luzía.
¿Quién es Luzía?, os estaréis preguntando. Hablando claro, esa chica me ha caído mal desde el primer momento. Hace algún tiempo escribí una entrada titulada "Sobre amores imposibles II: ella". Creo que ahí hago la única mención a la cuestión de que no SOPORTO a la gente que lleva la misma ropa que yo, es una cosa que me supera. Me pongo nerviosa y la persona que haya coincidido conmigo pierde puntos ipso facto. Pues bien... Luzía se atrevió a venir un día a clase con el mismo jersey... ¡¡que había escogido yo!! Nos quedamos las dos así O_O, mirándonos mutuamente (yo tenía un cabreo...). Fíjate tú que es uno de mis jerséys favoritos y, desde entonces, no me lo he vuelto a poner (me ha costado perdonárselo, mi jersey... ¡cómo ha podido! Lo castigué al fondo del armario).
Pues eso sólo fue el comienzo. Ahí ya le cogí asquito, luego pasaron cosas... (que ahora no contaré, es una laaaarga historia) pero ella y yo en realidad nunca nos hemos enfrentado abiertamente. Cuando hablamos es todo contención: aparentamos normalidad, a veces nos hacemos cumplidos (una vez traspasó el límite, me dijo "¡Qué guapa vienes hoy!", me sonó a insulto aunque lo peor es que lo dijo sin intención alguna), siempre somos amables la una con la otra y a veces intercambiamos miradas de complicidad... cargadas de advertencias, porque NO LA PUEDO TRAGAR. Y, seguramente, será mutuo, este tipo de sensaciones siempre son recíprocas (recuerda: "piensa mal y acertarás"). Una vez casi me muero cuando le tuve que pedir un chicle, pero era una urgencia, tuve un ataque de tos.
En fin... presentada Luzía, comprenderéis que no me hizo mucha gracia que Sujeto G se hiciera su amigo. Al principio menos, pero a alturas de ahora... la venera. Luzía es Dios. Una cosa exagerada: Luzía por aquí, Luzía por allá, Luzía blablablá, Luzía por activa, Luzía por pasiva, Luzía en la sopa. Esto en mi pueblo tiene un nombre sencillo: botifarra.
La botifarra es cuando dos personas se hacen de un día para otro suuuuuuuuuuuuuuper amiguísimas de la muerte (uña y carne) y se pasan las 24 horas del día pegadas, o hablando una de la otra o pensando la una en la otra. Lo más curioso de las botifarras es que se rompen igual de repentinamente que empiezan: una botifarra puede durar un mes o un año pero, cuando uno se harta del otro, esas dos personas se separan y, aunque pueden seguir siendo amigos, nunca más volverán a tener la misma relación frenética de antes. Y está comprobado, todo el mundo ha tenido botifarra con alguien (a los que más botifarras han tenido se les llama botifarreros, tan simple).
Pues eso, que Sujeto G le cogió una botifarra de cuidao a Luzía, se pasaba la vida deseando que ella le dijera algo, o quedar con ella. Una vez se lo pregunté y me contestó sin dudar que su mejor amiga de la uni era, por supuesto, Luzía. "Y luego tú, claro".
Esa respuesta activó mi alarma. No es el hecho de que Sujeto G haya decidido tener una nueva amiguísima de la muerte, que por mí puede tener las que quiera (esto es, no son celos de Luzía -Dios me libre-, aunque no negaré que hubiera preferido a cualquier otra antes que ella). Lo que de verdad me da mucha lástima es que, desde que va con Luzía, me ha olvidado por completo. Lo explicaré un poco (que si habéis leído hasta aquí sin cansaros supongo que estáis de lleno en la historieta ^^).
Sujeto G y yo teníamos una bonita amistad (creía yo). Tras meses juntos llegué a apreciarlo de verdad. En clase íbamos los seis de siempre, y como yo soy bastante extrovertida en seguida me encariñé con ellos: sobre todo con Sujeto B y con Sujeto G. Le llamaba por teléfono, nos contábamos la vida, por el msn hablábamos mucho también... él fue el único que se enteró de mi "aventura amorosa de una noche loca" con el Listo, se emocionó mucho, me daba consejos... Vamos, que llegué a confiar en él porque consideré que había el suficiente grado de cercanía como para hacerlo (¡y cómo me costó contarle lo del Listo, me lo tuvo que arrancar!). Era el comienzo de una amistad. Exacto, eso es, no era una amistad todavía, pero se estaba empezando a forjar.
Y todo iba bien... hasta que al señor le pasó por la entrepierna que ser popular era más divertido. Desde entonces no ha vuelto a ser el mismo: ha llegado a mostrar su faceta más fría y a desentenderse por completo del resto del grupo (excepto una que se unió a él en búsqueda del karma Luzía), hasta tal punto que, cuando Luzía tardaba en llegar a clase, se sentaba a mi lado de buen rollo (de buen rollo porque yo le solté previamente un afilado "Oh, hoy te unes a la plebe") pero... cuando Luzía hacía aparición por la puerta él cogía las cosas y se iba trotando cual potrillo tras esa zorra con cara de asco (por su expresión parece que lleve boñigas en sus zapatos).
Aun así, yo no me rendí. Seguía llamándole, en clase me acercaba a él "al otro lado" para charlar... me seguía comportando exactamente igual que antes, no varié mi actitud con él para nada (ni con él ni con nadie, vamos, he sido igual con todos). Esto se llama SEGUNDA OPORTUNIDAD. Mis pensamientos eran: "bueno, el chico está entusiasmado con su nuevo juguete, es normal que nos preste menos atención, le pasará".
Sin embargo, no le pasa. Es más, cada vez está más y más ensañado. Está sentado y hay un sitio libre a su lado. Me dirijo hacia él, pero detrás de mí entra Luzía y le oigo gritar: "¡Luzía, Luzía, ven aquí a mi lado!", a pesar de que SABÍA que yo me iba a sentar. Sonrío, callo, y doy la vuelta al banco, me siento en otro sitio. Se gira y dice:
-Lo siento, cari, ¿te ibas a sentar? Es que le estaba guardando el sitio para cuando llegara...
-No te preocupes.
Y son muchos detalles de este tipo lo que me hacen preguntarme: esta persona ¿es mi amigo o no es mi amigo? Porque a mí Luzía me da igual, quiero decir, no se trata de Luzía, por mí como si fuera Pepa o Romualda, se trata de que él ha cambiado exageradamente su comportamiento y ya no es como yo le conocí. Se ha vuelto más egoísta, distante, superficial. Charlar con él ya no me relaja o me distrae, no me hace reír, está como ausente, sólo pendiente de su nueva amiga (que, por otra parte, no le hace ni la mitad de caso que él a ella, todo sea dicho). El detonante fue, como ya he dicho, aquella conversación telefónica. Estábamos hablando de la amistad, precisamente, y fue entonces cuando surgió el tema "la clase". Yo le comenté que había logrado crear mi pequeña familia en la inmensidad de la gente matriculada, que estaba contenta de poder contar con 3 o 4 almas, pero lo dije así, sin ninguna intención de ningún tipo, y va y me suelta:
-Ah, pues mi mejor amiga con DIFERENCIA es Luzía. Hablo mucho con ella.
-Ahm... -me quedé cortada. ¿Y eso a qué viene?
-Pero después tú, ¿eh? No te preocupes -si era un halago, no resultó. Me sonó a excusa barata para quedar bien conmigo, supongo que como mi respuesta no había sido muy elocuente creyó que me había enfadado, pero sólo me había dejado sorprendida, nada más.
Eso fue lo que me hizo preguntarme: ¿Y éste? ¿De qué va? Primero se porta genial conmigo, luego me "desprecia" (sin sacar de contexto) y, finalmente, me suelta que soy su "segunda mejor amiga", como para consolarme, a pesar de que no me hace ni puto caso. Eso, lulilectores, ha sido lo que me ha decepcionado de él: que ha cambiado una amistad por otra en vez de mantener el equilibrio entre ambas. Sinceramente, creo que sí que puede hacerse: puedes tener un mejor amigo (aunque sea Luzía) pero, al mismo tiempo, seguir alimentando otros vínculos que ya habías creado previamente (por ejemplo, una persona que tiene pareja: puede querer muchísimo a su novio/a, pero aun así sigue teniendo amigos, no sé si me explico, el ejemplo no es muy gráfico).
Además es que el tío le metió tal falsedad y un morro de concurso a la frase esa que me dije: "Luli, te mueves en aguas turbias, busca la orilla, anda". Y claro, en este caso, el juguete roto, por decirlo así, soy yo: no es que me haya dolido en el alma que me "desplace" para juntarse con otros, porque al fin y al cabo, no hay que olvidar que son los amigos de la facultad, aún no tienen el mismo nivel que los amigos de toda la vida, y se supera rápido, pero sí que ha sido como una pequeña patadita: si él era la última persona de quien me lo esperaba, ¿qué esperar de los demás? ¿Alguien me lo puede decir?
Por eso decía hace horas que... me ha vuelto ha pasar. He vuelto a esperar cosas de una persona que luego me ha decepcionado, han borrado una sonrisa de mi cara para poner en su lugar un ceño fruncido. Si a pesar de todas las precauciones que me tomo me pasa esto... ¿qué debo hacer? ¿Que hay que hacer? ¿Tenemos que ser ignorantes y fiarnos ciegamente de cualquiera o volvernos aún más precavidos? ¿Dónde establecer una barrera, un límite para que este tipo de cosas (que ahora es una chorrada, pero alguna vez podría pasar más fuerte) no nos afecten, o nos afecten menos?
Grandes preguntas sin resupesta.
Gracias por la paciencia, no creí que esta entrada me saliera tan larga.
Besazzos,
*Luli*