Queridos lulilectores...
Después de semanas de letargo, la llegada del invierno parece haberme despertado: las palabras escapan de mis manos como movidas por una extraña fuerza invisible y no puedo dejar de hablar, aun a pesar de tener tan poco tiempo y estar de trabajo hasta las narices y más allá. Santa musa.
En fin, hoy os tengo preparada una entrada distinta a la de ayer, más en la línea filosófica y reflexiva (ya sé que la Luli pensativa es un poco más aburrida que la Luli anecdótica, pero prometo que hoy no me explayaré demasiado).
El tema en cuestión: hoy una compañera de clase me ha llamado "vanidosa". Procederé a contextualizar un poco.
En primer lugar, presentaré a la muchacha, para que todos vosotros, mis fieles confidentes, la conozcáis. Podría decirse de ella, pues, que está dentro de mi grupito de amigos de la universidad (seremos unas 6 o 7 cuando estamos todos, a veces menos, a veces más). La conozco desde hace relativamente poco, estrechamos lazos casi a finales del curso pasado, pero este año no nos hemos separado en casi ningún momento, aunque no es de "mis mejores amigas". Me cae bien, es buena muchacha.
Aun así, como soy muy observadora (según habréis observado =P) con el tiempo una no puede evitar fijarse en la manera de ser de los demás, y de reaccionar que tienen ante las diversas situaciones. Y, a través de las semanas, he llegado a una serie de conclusiones sobre su persona:
En apariencia, es muy alegre, vivaracha y charlatana (llamémosla Sujeto M). Demasiado charlatana: en clase siempre está cotorreando, y no se corta un pelo a la hora de levantar la voz, solo que, muchas veces, ella no se da cuenta de eso (lo cual, en mi opinión, es un poco peligroso, porque ella sí que sabe decirnos a las demás que callemos, de lo cual deduzco que no ve la joroba de su propia espalda, pero sí que sabe criticar la de los demás). También sospecho (no lo puedo asegurar), pero sospecho que proviene de una familia "pudiente", porque creo que su padre es contable y su madre trabaja en un banco, o cosas así. Tiene, pues, una ideología bastante conservadora; no es que me moleste, pero me he dado cuenta de que es un poco radical (muy de la vieja escuela como para ser tan joven, no sé si me explico).
Protesta mucho, critica mucho. Muchas veces mira silenciosamente a su interlocutor con una expresión indefinida pero que, no sé por qué, a mí me da la sensación de que en ese momento está pensando mal o no está de acuerdo. Lo calificaré como mera intuición, por no hacer juicios no acertados. No creo que describir su físico sea de importancia, pero puede que tenga algo que ver en su manera de pensar, no lo sé: os diré solo que está un poco... oronda, aunque tiene unos hermosos ojos cristalinos que presentan cierto aire felino: son rasgados y tiene unas pestañas preciosas.
Esos, según mi criterio, son los rasgos más destacados de Sujeto M. Eso y que se estresa mucho a la hora de hacer trabajos: es algo mandona y renegona, y (por favor no me odiéis por decir esto) pero creo (creo) que no es demasiado inteligente. Lo que pasa es que tiene tanta labia que lo disimula un poco, y utiliza un buen vocabulario a la hora de expresarse. Pero es la sensación que me da.
Ahora que ya sabéis más o menos cómo es ella, pasaré a contaros la situación exacta en la que nos encontrábamos cuando ha sucedido el fenómeno. Era en las escaleras de fuera de la biblioteca, esperando a que otra compañera saliera. No estábamos nosotras dos solas, éramos unas cuatro. Ellas hablaban -para variar- sobre un cochino trabajo que estamos haciendo en una asignatura. Últimamente no tienen otro tema de conversación. Yo, aburrida, escuchaba a medias y miraba a la gente que había alrededor nuestro.
Y vi una escena que me llamó la atención: en dos bancos diferentes había, en uno una chica, y, en el otro, un joven pelirrojo (NO era nuestro pelirrojo xD, era un tipo bastante menos espectacular). Los dos comían en silencio, ambos mirando al frente. También coincidían en que los dos tenían al lado una bolsa de Mercadona con las cosas que estaban ingiriendo, y algo de bebida. Y ambos tenían una mirada ausente, como si estuvieran pensando: "Qué triste es comer rápidamente en un lugar público, con este frío que pela y no teniendo a nadie con quien compartir mi agobio". Os juro que sus miradas reflejaban esas palabras. Incluso parecían tener una edad similar.
Mi alma imaginativa y mi espíritu soñador hicieron el resto: en seguida los vi de una manera diferente, como si aquella escena fuera el comienzo de una película en la que dos perfectos desconocidos entrecruzan sus caminos por una casualidad de la vida y, para su sorpresa, descubren que tienen muchas cosas en común. ¿Terminarían enamorándose?
Fui incapaz de callarme por más tiempo y, en seguida, interrumpí a las demás para que observaran aquel prodigio del Destino: cómo una escena de lo más sencilla y banal podía llegar a convertirse en una bonita historia con algo de creatividad. Y lo dije absolutamente divertida y animada, para cerrarles la boca ya con el trabajo y que cambiaran de tema.
Las situé en el plano y les describí lentamente la situación. En seguida, la más espavilada salta:
-Demasiado típico.
-Es verdad -acepté con gusto su crítica: ciertamente, estamos hartos de ver películas así.
Pero yo seguía con mi parafernalia de suposiciones, diciento que, a pesar de todo, con un enfoque diferente se podía conseguir una mínima originalidad. Entonces, sin previo aviso, mis improvisados protagonistas comenzaron a moverse por el escenario que yo había creado para ellos: el chico acababa de comer y se levantaba para marcharse, dejando atrás la bolsa de Mercadona, seguramente vacía, abandonada en el banco que había estado ocupando. Pero, lo mejor de todo ello, era que la chica, como para satisfacer mis más ávidos deseos, contemplaba su partida con atención y cierto aire pensativo: como fijándose en el muchacho pelirrojo y dedicándole un breve, pero precioso, pensamiento.
Ese apoteósico final para mi pequeña historieta me hinchó de gozo y me puse a parlotear con buen humor sobre lo que había pasado. Y, con cierta ironía, felicitándome a mí misma por haber descubierto aquel pequeño tesoro entre la triste monotonía que se cernía sobre todos. He empleado expresiones del tipo "Si al final va a ser verdad que hay una cineasta en mí" o "Vosotras nunca os hubiérais dado cuenta, ¿eh? ¡Si es que soy la mejor!".
Y entonces, me suelta Sujeto M, toda borde:
-Sí, y un poco VANIDOSA.
Mi primera reacción ha sido abrir mucho los ojos, pero después he soltado una sonora carcajada y he replicado, con algo de frialdad:
-Veas. Si yo no me alabo a mí misma, ¿acaso lo hará alguien? ¿No te he dicho nunca que no tengo abuela? (*esta última expresión como pura metáfora*).
Pero, sí que es verdad, me ha cortado el rollo. Y me he callado... para pensarlo.
Muchas veces uso ese tipo de frases, del tipo "Qué bé sóc; qué haríais sin mí; dadle las gracias a mis padres por mi existencia cuando los veáis...". Pero, cuando las digo, no "me las creo", por decirlo de alguna manera, sino que siempre las digo entre risas o con ironía, cuando el ambiente es relajado, y, a veces, la frase surge cuando digo o hago alguna cosa evidente o, quizá, algo que a nadie más se le ocurre en ese preciso instante. Pero, de igual manera, también le digo a mis amigas otras tantas "Eres la mejor; no nos abandones; tu lucidez me ciega..." exactamente en el mismo tono.
En realidad, he oído a muchísima gente decir esas frases, seguro que vosotros mismos también lo habéis hecho, o sabéis de personas que las sueltan sin ningún reparo. Yo lo considero como algo normal, sin más; no le doy más vueltas.
Es ahora cuando me pregunto: ¿por qué le ha molestado tanto a Sujeto M que yo lo hiciera? ¿Por qué en seguida me ha tenido que tachar de "vanidosa"? Ese concepto, para mi gusto, es un poco fuerte, y yo nunca lo pronuncio a la ligera. Me parece mucho más fuerte que, por ejemplo, el término "creída"; quizá porque se trate de una palabra un pelín más culta, menos estándar, menos común, no lo sé. Pero le he estado dando muchas vueltas.
Y se me ocurren varias respuestas, o preguntas por responder. ¿Es que le había molestado que yo la interrumpiera mientras soltaba su tétrica perorata sobre el trabajo, y quería contraatacar con algo de mordacidad? ¿Es que mi pequeño juego le había parecido una niñez y, encima, le resultaba demasido para el cuerpo tener que soportar, encima, mis autofelicitaciones? Siendo un poco más siniestra... ¿Acaso tenía envidia de que se me hubiera ocurrido semejante cosa y, de tanto oírme, realmente hubiera querido ser ella a quien le hubiera venido a la mente para lucirse? ¿Puede que ella lo hubiera pensado pero no hubiera dicho nada, con lo que yo quedaba como descubridora de un pensamiento suyo y, por lo tanto, usurpadora de su mente? O... limitándome a la pregunta más sencilla: ¿soy realmente una vanidosa?
¿De verdad me creo mejor que los demás? ¿De verdad siempre estoy dando gracias al mundo por haberme traído aquí? ¿Me veo a mí misma como la salvadora de la Humanidad? ¿Como un peón imprescindible que evitará que esta se hunda en su propia miseria? ¿Es Luli el ser más soberbio con quien habéis tenido la gran desgracia de tropezar? ¿Soy prepotente? ¿Arrogante? ¿Altanera? ¿Orgullosa?
...
¿Vanidosa?
¿Cómo es eso posible? ¡Si yo muchas veces me siento confundida, insegura, insignificante! ¡Si muchas veces me lamento aquí mismo de mi torpeza, mi mala suerte, mis errores! Venga ya... ¡si no paro de quejarme! ¿Tan grave es que me eche flores de vez en cuando? ¿Tan mala imagen puedo dar a los demás? ¿Soy tan antipática y creída como me ven? Evidentemente, no puedo responder a ninguna de estas cuestiones; comprended que no podría ser imparcial. Además, ahora no puedo evitar atormentarme con el dicho de "maté a un perro y mataperros me llamaron". ¿Me habrá tachado para siempre de borde sin remedio?
Sinceramente... no me ha sentado mal del todo que me dijera eso, porque yo estaba de risas y tampoco le he dado más importancia: le he hablado con normalidad el resto de la tarde y he apartado esas reflexiones de mi cabeza. Al fin y al cabo... ella tampoco es perfecta y, a pesar de que podría censurarla y criticarla en muchas cosas, no lo hago. Y eso mismo, ese sencillo acto en el que yo no le recuerdo a ella sus errores... me hacen pensar, de nuevo, que, después de todo, ella es igual de vanidosa que yo, o incluso más, porque, a pesar de no ser perfecta, sí que se toma la libertad de decirle a los demás que no lo son.
Es más, puede que eso denote su poca autoestima y su poca confianza en ella misma: se protege bajo una alta fachada de aparente madurez y trata de desprender serenidad y decisión recriminando a los demás todos los defectos, cuando, en verdad, por dentro está indecisa y confusa, encerrada bajo una coraza que, si alguien llegara a rozar, seguro que encontraría la grieta que sacaría a relucir todos sus temores. Y, solo por ello, o precisamente por eso, debería mantener la boca cerrada.
Que ya venía claro en la Biblia: "Que tire la primera piedra quien esté libre de pecado".
No sé... en el fondo, ella me da igual. Pero, irremediablemente, la espinita ya ha sido clavada en mi conciencia: ¿vosotros me veis vanidosa, lulilectores? Y, tanto si la respuesta es sí como si es no... ¿qué creéis: que es bueno o malo?
Qué difícil es vivir la vida...
Besazzos,
*Luli*
P.D.: Al final sí que me he extendido un poco, lo siento...
5 comentarios:
Breve anexo:
¡Acabo de releer mi entrada y está horrible! Perdonad mis redundancias, pero es que no me apetece editar ahora; tratad de ignorarlas. :)
Kiskis!!
Pues que quieres que te diga Luli, si fuera por vanidad todos caeríamos; quiero decir, la vanidad ni es buena ni es mala en su punto medio, sin pasarse, pero tampoco teniendo la autoestima por los suelos.
Yo misma soy la primera que con mis amigas suelto alguna como: "Realmente no sé que haríais sin mí" o "Un poco más lista y nazco Einstein"... Nunca lo suelo decir en serio, pero sé que la gente que lo oye puede que no piense lo mismo (excepto mis amigas, que se lo toman a cachondeo). Yo, por lo que leo de ti, no creo que seas vanidosa, simplemente dices lo que piensas o lo que crees que pega con el momento y situación. Te aseguro que conozco a gente realmente vanidosa y... ni punto de comparación :S.
Y además, si no te lo dices tú ¿quién te lo dirá?
Yo pienso lo mismo que tú, i a qui no li agrade, que tanque els ulls i mitja volta, ché xDD.
En fin Luli, que me tengo que ir a filosofear (entiéndase por estudiar filosofía)...(ugh ¬¬)
Besos!! <3
¡Me encanta la filosofía!
Sobre todo Nietzsche ;)
Jajaja, amunt València! Tienes razón, Schmetterling, porque muchas veces, cuando decimos ese tipo de cosas, lo hacemos delante de personas con las que tenemos un nivel de confianza bastante elevado (no se me ocurriría decirlo en un registro o contexto más formal, evidentemente); aun así, quizá lo que más me haya sorprendido haya sido que creía que solo se trataba de una tonta broma, cuando, al parecer, a la Sujeta no le ha hecho tanta gracia...
Las otras dos no se han alterado :D
Gracias por comentar, ¡¡¡y suerte con el examen!!! Besazzos de suerte =)
Para mi los dueños de blog, tenemos mucho de vanidad y egocentrismo!
Saludos!
Entonces es una suerte que seamos vanidosos, porque de lo contrario echaríamos en falta muchos buenos blogs de la red ;)
Gracias por leer, Nitzy! Un besazzo para ti.
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