miércoles, 16 de diciembre de 2009

Esos minutos



Queridos lulilectores...


Hoy voy a hablaros de esa faceta de mi vida como usuaria habitual de tren. Estáis hartos de escucharme mientras me quejo de los viajes arriba y abajo, de los retrasos, de los ratos que pierdo cada día entre que voy y vengo de mi pueblo a Valencia para asistir a clase o correr a mi casa al final de la jornada.


Lo cierto es que, a pesar de que me cuesta mucha paciencia y esfuerzo, el tren tiene cosas buenas. Por ejemplo, acentúa mi personalidad de observadora perspicaz y crítica de mi entorno más cercano. Hay, pues algunos momentos que disfruto de manera especial.


Antes que nada debo poneros un poco en situación. Para coger el tren de Valencia a mi pueblo, puesto que salen cada media hora, suelo ir o bien con algún tiempo de antelación o bien un tanto apurada (suele ser lo segundo; en subir corriendo las escaleras del metro para llegar a la estación hay pocos que me ganen -estoy haciendo piernas xD). La verdad es que esta política mía de "correr hasta el agotamiento y subir exhausta al tren" me estresa bastante, me aburre, me cansa. Aun así, por cuestiones de horario muchas veces no me queda otro remedio.


Sin embargo, a veces hay días en que puedo ir con toda la tranquilidad del mundo a la estación, porque faltan todavía unos veinte minutos para que salga el próximo tren que va a Gandía (vía 5 sector A, normalmente). Cuando llego a la estación, al final del día, no tengo ganas de seguir paseándome por la ciudad o la estación, y lo que hago es sentarme en un banco a esperar que llegue el tren. Y son esos minutos de los que voy a hablar ahora.


Sinceramente (y con vosotros siempre intento ser sincera; os confío mis más íntimos secretos y mis más extraños pensamientos), esos minutos previos a subirme al tren me encantan. Los disfruto muchísimo. Suelo sentarme siempre en el mismo banquito de hierro, frío y bastante incómodo, pero el tiempo en esos ratos parece diferente. ¿Recordáis que hace dos veranos os contaba que en la terraza de mis abuelos me lo pasaba bomba mirando hacia la calle y viendo pasar a la gente? Pues una cosa parecida, pero en invierno, otoño o primavera.


En el mismo instante en el que me siento en el inhóspito banquillo gris, envuelta en mi chaquetón (porque la estación de Valencia es muy fría-), una especie de burbuja parece rodearme y el correr de los segundos se bifurca en dos caminos diferentes: fuera de mi burbuja parecen acelerarse, pero en su interior trotan uno tras otro con la tranquilidad del caracol paseante).


Y frente a mis ojos se forma un gran espectáculo que tengo la suerte de poder presenciar en primera persona, palco VIP, por supuesto, de manera exclusiva: como un cine que proyectara una única película por una sola vez y para una única espectadora (yo). Es como si mi existencia se mimetizara con la pared, como si dejase de estar presente de manera física, y solo mi conciencia quedara atrapada en el ajetreo del día a día. ¿Y qué es lo que ves con tus ojos, Luli?, os preguntaréis después de esta introducción tan metafórica y barroca. Pues cosas normales y corrientes, pero apreciando de manera exclusiva cada detalle, cada sonido, cada sensación.


Desfilan por delante de mí centenares de personas en el transcurso de unos pocos minutos. Personas de todas las edades, de todas las razas, de todas las condiciones o nacionalidades imaginables. Hombres jóvenes vestidos de traje y corbata hablando por teléfono y sujetando maletines en las manos; chicos deportistas, con la bolsa de entrenar colgada de un hombro en actitud pasota; adolescentes pijos con los pantalones ajustados; señores mayores con camisa a cuadros y un jersey de lana por encima o, también, auténticos caballeros con gabardina, zapatos lustrosos y sombrero de ala ancha en la cabeza...


También hay niños, muchos niños: rubios, blancos, con las narices sonrosadas por el frío; o chiquillos llorosos, sonrientes o traviesos que hacen sudar a sus padres porque no saben estarse quietos: gritan, corren, se pelean, ríen, juegan, cantan o miran con sus redondos ojos todo su alrededor, tratando de absorberlo todo con una inocente mirada.


O las mujeres. Altas, esbeltas y sinuosas, con hermosas melenas y porte altivo; algunas más humildes, algo mayores, cansadas igual que yo del día que acaba de pasar, con uniformes, con chaquetas; chicas de mi edad, estudiantes cargadas con bolsos o carpetas, con bolsas de plástico de tiendas en las que han entrado para darse un capricho... Muchas botas. Y botines. La gran tendencia -una vez más- de este otoño/invierno son las botas. ¡Hay tantas maneras de llevarlas! No me hace falta comprarme un catálogo de moda, sólo con fijarme un poquito se me ofrecen grandes ideas. Con vestidos, con vaqueros, con medias, con falda; planas, de altísimo tacón; marrones, negras, color crema...


He de decir que las mujeres valencianas son muy elegantes, en general. Siempre veo a algún que otro elemento no identificado (como en todas partes), o algún miembro de singulares tribus urbanas; pero suelo quedarme embobada mirando el estilo y el porte que tienen las féminas al vestir, ¡incluso las señoras mayores! Las veo con sus tacones, con broches de oro y pendientes, bien perfumadas y maquilladas; nada de las cutres batas de florecitas con las que se presentaban las mujeres de mi pueblo al supermercado este verano pasado. Mujeres distinguidas, seguras de sí mismas, fuertes. Ríete tú de las celebrities. Yo veo la realidad.


Sinceramente, lulilectores, esos minutos para mí son oro, y muchas veces me sabe hasta mal y todo que llegue la hora en la que la vocecita femenina retumbe por toda la estación anunciando que el tren va a salir inmediatamente. Pero me subo, a mi pesar, guardando todo lo que acabo de contemplar en mi memoria y ahí lo archivo, para poder contároslo a vosotros después. Y luego ya me siento en cualquier asiento vacío y leo, o echo una cabezadita si es muy tarde.


El tren es pesado, como ya he dicho por ahí arriba, pero... siempre se aprenden cosas nuevas.



Besazzos navideños, queridos lulilectores.


*Luli*

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí el tren me divierte. Cuando viajo en él no puedo evitar hacer fotos, muchas fotos.

Buena reflexión. Te sigo :)
Un besazo.

Pensamientos Fugaces dijo...

A mí el tren me gusta. Cuando viajo en él no puedo evitar hacer fotos, muchas fotos.

Buena reflexión. Te sigo :)
Un besazo

Luli dijo...

Me alegro de que os guste tanto el tren como mi reflexión. =)

¡Y gracias por uniros a la lulicomunidad!

Besazzos!