lunes, 9 de noviembre de 2009

Mitos zíngaros




Queridos lulilectores...



Aunque no he muerto, como podréis comprobar por vosotros mismos, estoy últimamente un tanto ocupada. ¿Sabéis una cosa? Le estoy empezando a coger algo de tirria a esto de los blogs. Jajaja, no os asustéis, por el momento no voy a dejar de escribir; la razón es mucho más sencilla: en la Universidad el profesor de turno nos obliga a utilizar constantemente el blog de la cuenta virtual como herramienta de trabajo. Es una asignatura de Documentación, aunque, más que documentarme, parece que esté aprendiendo informática, porque nos tiene todo el día cara a la pantalla. Y yo, entre pitos y flautas, me paso la vida en el otro blog, así que, como es de esperar, luego no me muero de ganas por entrar en este.


Sin embargo, no dar señales de vida también es de mala educación, y, al fin y al cabo, con este blog no trabajo, solo es ocio, así que, como cada vez que me pasa una cosa interesante, he decidido pasarme y compartirlo con vosotros.


A decir verdad, mi vida sigue su rutina habitual: sigo sin blanca, estoy bastante ocupada, tengo prácticas y deberes cada semana, y poco tiempo para rascarme la panza; me siento bastante cansada, pero, por otro lado, me alegro de que ya haya llegado el frío, que me apetecía un montón.


Hoy, para variar, me ha sucedido algo interesante. Estaba yo tan tranquila, en la parada del autobús, esperando a que viniera el número 40, cuando, de pronto, se acerca una gitana chillando como una loca: "¡Romero de la suerte! ¡Romero de la suerte, el mejor romero de toa Valencia! ¡Romero de la suerte!".


Y se ha puesto a hostigarnos (a mí y a las otras personas que estaban en la parada). Lo primero que ha hecho ha sido soltar una retahíla de bendiciones y oraciones con la que nos adulaba; a mí, en concreto, me ha deseado que lo apruebe todo, todas las asignaturas, que goce de salud y que todo me vaya bien en esta vida y en las posteriores. Ha estado un rato dando la vara, diciendo que rezará para que Dios, Jesús y María estén con nosotros, y que ella creía en la Iglesia, tanto en la católica como en la evangélica, y que tengamos mucha suerte, y que amén.


¿Y qué ha pedido a cambio? La voluntad.


Era de esperar; claro que era de esperar. Si todos vamos a por lo mismo. Yo he tratado de eludir su mirada todo lo que he podido y más, pero al final, igual que a los demás, me ha arrullado como a los que estaban a mi lado. Le he dado 50 céntimos a cambio de un ramillete de romero que apestaba a tabaco (porque la gitana estaba fumando), y me he despedido con una sonrisa torva.


Me he subido al autobús mosqueada, pensando en el incidente. ¿Por qué narices acabo de pagar 50 céntimos por un matojo de hierbajos que ni quiero ni me va a servir para nada? ¡Y a saber de dónde lo ha sacado la mujer esa! Pero luego he seguido meditando: supongo que los he cogido porque esa gitana me daba un poco de miedo. No miedo de "me va a atacar si no le doy nada", sino que, seguramente, mi subconsciente me habrá advertido de que solo tenía dos opciones: o ser bendecida... o ser maldita.


Sí, sé que es una chorrada, quiero decir, a estas alturas de la vida, comportándome como una ciudadana estresada y ocupada (sin tiempo, con prisas, sin fijarme en los pequeños detalles de la vida cotidiana)... ¿quién se va a tragar la tontería del romero de la suerte? Soy perfectamente consciente de que esa mujer no era ninguna hechicera zíngara, ni una adivina ni nada por el estilo (llevaba un chándal ochentero y un cigarro en la mano), pero... ¿por qué me ha dado tanto miedo de que pudiera echarme un mal de ojo? ¿Por qué no le he dicho simplemente: "señora, váyase y déjeme tranquila, que no quiero nada"? Sin darme apenas cuenta, he pensado: seguro que sabe cómo echar un mal de ojos...


No sé. Creo que hay personas con un cierto misticismo con las que uno está predestinado a encontrarse. Sinceramente, no creo que justamente yo estuviera predestinada a encontrarme con esa gitana, ha sido pura casualidad, pero quizá haya sido una especie de preámbulo, una señal antes de volver a sufrir un encuentro sobrenatural con alguien que esté un poco desequilibrado. ¿Me estáis leyendo? Madre mía, es que ni yo misma sé cómo justificar la tontería esta que estoy diciendo, parece mentira, me autosuponía un poco más de sentido común. ¡Pero si yo no soy supersticiosa! Nunca he creído en esas cosas, ¿acabo de descubrir una faceta mía que desconocía?


Desde luego... hasta ahora no he notado que las cosas me vayan especialmente mejor, pero, aun así, creo que no voy a tirar el ramillete ese de romero hasta que no esté totalmente seco y marchito.... solo por si acaso.


Al fin y al cabo, me ha costado 50 céntimos.


Besazzos,


*Luli*

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sé de lo que hablas, yo me he encontrado con la misma señora dos veces vendiéndome el ramillete. La primera en el portal de mi casa, y se lo tuvimos que comprar por necesidad, o sino no saliamos, nos suelta "la voluntad" y cuando le dijimos que solo llevabamos una moneda de dos euros no suelta "eso es la voluntad" ¡A cuadros me quedé". Y la segunda vez fue en la puerta del mercadona, esta vez huí como una bellaca xDD. Realmente yo suelo evitar a la gente que va vendiendo/ofreciendo cosas por la calle, pero cuando se me acercó la gitana me sentí como tú. "Si no se lo cojo, ¿me echará un mal de ojo?" Una chorrada, pero da que pensar :).
Besos Luli!

Luli dijo...

Jajaja, ¡¡está clonada!!

¿Sabes lo que también se lleva mucho? Los vagabundos que te piden 70 céntimos para el billete de tren, porque acaban de salir de la cárcel y no les llega.

Hay mucha gente turbia, sepp. Una pena.


Besazos, mariposilla!! =)

Teresa dijo...

¡Llego a la actualidad! Jajajajaja con una historieta y un chiste, guay ^^

Puede que suene cruel pero yo suelo huir en estos casos porque pienso que me van a robar... y a lo mejor sólo me podrían robar la vida porque no llevo nada encima pero me sigue dando cosa. Y eso que nunca me han robado. No sé, no soy elitista ni nada por el estilo (lo digo porque puede interpretarse así) pero me da miedo. No sé, ¿cuántas cosas raras se te pueden ocurrir al día?

Bueno Luli, tras una jornada intensiva de trotes y botes y una llegada a la actualidad, me voy al Club Social a comer mierda-fritanga mientras leo "Las Provincias", hago los pasatiempos y leo el horóscopo. Sí, yo tampoco soy supersticiosa pero útimamente tenemos la costumbre de leer el horóscopo para ver cómo ha fallado, jejejeje.

Bss.

Luli dijo...

Más que miedo, yo diría que hay gente muy caradura: en vez de pedir en la calle y asustar a las demás personas, que es lo más fácil, que levanten el culo y busquen un trabajo, como todos los demás.

¡Cuánto tiempo, el horóscopo...!

Jaja, bsszz