Queridos lulilectores...
Mi ausencia de estos últimos días se ha debido a que me he pasado la semana en Madrid, de feria, como expositora. La feria en cuestión, Bisutex-Intergift, ha estado bien, todo cuenta a la hora de adquirir nuevas experiencias.
No voy a relatar ahora todos los detalles de mi estancia en Madrid, porque no me ha pasado nada extravagante o surrealista (raro, ¿no?), pero sí que os contaré por encima las andanzas de Luli por Madrid.
Mi ausencia de estos últimos días se ha debido a que me he pasado la semana en Madrid, de feria, como expositora. La feria en cuestión, Bisutex-Intergift, ha estado bien, todo cuenta a la hora de adquirir nuevas experiencias.
No voy a relatar ahora todos los detalles de mi estancia en Madrid, porque no me ha pasado nada extravagante o surrealista (raro, ¿no?), pero sí que os contaré por encima las andanzas de Luli por Madrid.
Básicamente, fui a ayudar a mis padres, que trabajan en un negocio de zapatos como distribuidores. Así que de vacaciones, poquito poquito. Pero en fin, no me llevo una mala imagen. El stand era tirando a pequeño (solo 16m) y estábamos en el pavellón equivocado, porque nos tocó Intergift cuando en realidad deberíamos haber estado en Bisutex, ya que ahí se encontraba el perfil de nuestro cliente (las marujas, vamos), y, para más inri, no solo se conformaron con enviarnos al pavellón que no tocaba, sino que además nos colocaron en el último pasillo de todos, al final al final: estábamos en el culo del mundo (hablando en plata).
La consecuencia de ello es previsible: poco negocio, pero mucho tiempo libre. Y, por lo tanto, bastasnte aburrimiento. El tiempo pasaba lento, pero pronto entablamos relaciones con los de los stands contiguos, que eran de lo más variados: una ferretería, un puesto de bolis regentado por chinos gemelos, un stand chiquitín de belenes y de difusión turística, uno de pulseras que mejoraban la circulación de la sangre (coreanos), unos indios con bisutería y unos portugueses artistas que se pasaban el día pintando cuadros y haciendo manualidades.
Al final nos regalaron un montón de cosas: pulseras, pinturas acrílicas, collares, pendientes, objetos de papelería... destaco a los Capos Chinos (así llamaba mi padre a los coreanos), en especial al nuestro, que parecía nuestra mascota: era como un perrete vagabundo al que le das un poco de comida y en seguida te persigue por la calle cuando te ve. Parecía que tenía 30 años, pero en realidad tenía casi 40.
Y bueno, no hay mucho más que decir: Madrid es enorme, le dimos muchas vueltas (es la segunda vez que voy), y la verdad es que es una ciudad preciosa, me ha gustado mucho y espero volver dentro de poco. El hotel estaba justo en la Gran Vía, en frente de Doña Manolita, y tenía una habitación enorme para mí sola.
Hmm... realmente, en resumidas cuentas, esto es todo, vuelvo a decir que no tengo ninguna batallita de estas raras que contar, dentro de mi caótica vida ha sido un viaje bastante normal, así que me despido ya de vosotros, pero seguiré, como siempre, al pie del cañón.
Besazzos a todos,
*Luli*
;P
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