miércoles, 30 de septiembre de 2009

Teorías que demuestran que ser buena persona es un rollo patatero



Queridos lulilectores...


Después de la aburrida Luli que os visitó hace unos días, hoy reaparece otra Luli totalmente diferente: la cansina Luli, meditativa y bastante plof. Bueno, no se puede ser amable, perfecta y supersimpática todos los días; o, por lo menos, no a todas horas.


Se me han juntado muchas cosas... todas ellas banales y carentes de importancia, como la vida misma, pero es que llega el momento en el que una persona (yo) se va hinchando poco a poco y, claro, pues o empieza a deshincharse como puede, o explota.


Y este querido blog mío (nuestro pequeño loft internetarial), será hoy mi vía de escape (aunque ya me he percatado de que últimamente por aquí no se pasa ni Dios... bueno, siempre tengo la esperanza de que alguien me encuentre accidentalmente, y que, más accidentalmente todavía, me lea; al fin y al cabo empecé así). Pero no os preocupéis, queridos lulilectores, yo os entiendo, porque al fin y al cabo todos merecemos nuestro descanso bloggero. Y, qué coño, ahora no voy a realizar ningún estudio de audiencias.


Como veréis, acabo de utilizar el término "coño". Sí, habéis leído bien. Hoy, en honor a mi estado de ánimo, voy a utilizar el lenguaje que me dé la gana, fuera formalismos, fuera tapaderas. Las cosas se dicen claras, o no se dicen. Se pueden adornar, pero ¿qué sentido tiene decir algo si el que te escucha -o te lee, en este caso- no te entiende? Bah, estoy divagando más que de costumbre, justo cuando menos quiero hacerlo.


Regresando al hilo principal... hoy me apetece hablar. Ni si quiera tengo pensado un tema de conversación, por lo que será una entrada de lo más diversa, pero el objetivo es escribir hasta que me salgan callos en los dedos, porque, como ya he dicho más arriba, hay momentos en la vida en que acabas hasta los mismísimos del mundo en general, de sus habitantes y, en concreto, de los habitantes que viven cerca de ti.


¿Y de qué se queja esta pesada ahora?, os preguntaréis vosotros, los lectores de este nuestro blog. Pues de todo y de nada. Lo normal.


Hm... voy a concretar.


-Ya me han puesto un montón de deberes para la semana que viene, y empiezan a acumulárseme los apuntes para pasar a limpio. Todo ello en un fin de semana.


-Me quería ir de puente con unos cuantos compañeros de clase a Andorra, y nos ha salido el tiro por la culata porque nos hemos quedado sin medio transporte. Lo gracioso del asunto es que ya lo habíamos propagado y se ha enterado todo el mundo. Hemos quedado como una pandilla de gansos (lo que, en cierta manera, no deja de ser cierto).


-Tengo el mismo profesor que el año pasado, de nuevo en la asignatura más difícil. ¿Por qué cuando habla nunca le entiendo? Me suena a chino mandarín las palabras que salen de su boca. La asignatura del curso pasado me la tuve que dejar por vaga, veremos este año...


-Mi profesor de catalán es S O P O R Í F E R O.


-Me ha tocado hacer un trabajo con la zorra de Luzía.


-Tengo la habitación hecha una mierda.


-Tengo clases por las tardes y vuelvo a casa rebentada, sin ganas de hacer nada.


-El tiempo es una mierda.


-Por supuesto, empiezo de nuevo el curso más sola que la una (al Listo nunca más volveré a verle).


-Tengo un cumpleaños inminentemente y estoy en bancarrota (no money = no party).


-También tengo miedo de que no me den la beca, y la matrícula cuesta la friolera de 750 €


-De nuevo, el asco de tren día sí y día también, para arriba y para abajo. Tren al norte y tren al sur. Tren por activa y por pasiva. Tren hasta que me muera. Seguramente, moriré atropellada por un cochino tren.


Grr. Estoy de un humor de perros, como veréis, por problemas súper tontos.


Siempre me pasa igual. Cada vez que intento empezar una etapa con buen pie, todo se tuerce. Cuando llega septiembre, me propongo (otra vez) ser mejor persona. Toda la mierda de propósitos de los huevos que me sé de memoria de tanto copiarlos en todas las cosas que escribo: hacer deporte, comer sano, ser más positiva, leer más libros, ver más cine, no tomármelo todo tan a pecho, mejorar mi carácter, blablablá. ¿Para qué? En serio, ¿para qué?


Nunca hago nada al final. La tontería se me evapora con la llegada de la primera brisa. Muchas veces me da la sensación de falta de tiempo: como suelo proponérmelo en épocas de transición vital, siempre tengo otras cosas que hacer para complementar los buenos pensamientos. Y es... no sé... como que me agobio un poco.


Mi vida en estos momentos es súper idiota. Me siento (en serio) como la protagonista de una película adolescente americana, o como la serie Lizzie McGuire o algo así.


Entré en la universidad siendo el último mono, me hice amiga de las tres pardillas y de la maricona loca, que luego nos abandonó con su perrito faldero para unirse al club de los populares. En el club de los populares estaba el Listo, que se pasaba el día abrazado a la guarra de Luzía (la típica que se liaba con todos -o la típica que decían que se liaba con todos) y no había manera de acceder a él, porque pertenecíamos a dos estatus diferentes.


De un día para otro, tuve una historia con el Listo (que acabó mal, pero en fin) y los populares se habían ramificado en subgrupos, mientras nuestro grupo cada vez era más grande. Ahora las cosas están así: el Listo se ha cambiado de carrera, Luzía y la maricona están más solos que la una, el perrito faldero ha encontrado su sitio y los otros grupitos son imbéciles (los populares solo, los gores y tal están bien). Y yo... vuelvo a empezar desde cero, pero mejor situada, porque mi pandilla de clase es la caña: somos un montón y nos lo sabemos pasar bien.


Por supuesto, sin olvidar el típico trabajo veraniego y el baboso de turno por detrás. Y, para más inri, me da en las narices que le gusto a un amigo mío, porque se comporta de manera rara. Evita mirarme a la cara cuando me habla, me habla menos que antes y, cuando estamos solos, se tensa. Solo hay dos explicaciones para eso: o que estoy empezando a caerle mal o, peor, estoy empezando a gustarle. Como es de esperar, el tipo es más feo que pegarle a un padre (el típico amigo freak), y últimamente me pone cardíaca: no soporto su presencia. Me he vuelto muy mordaz con él, y no soporto su expresión de idiota que se le pone cuando no sabe algo o cuando está pensando en las moscas, así con la boca entreabierta y aires de retrasado... bufffff. Le pegaría una hostia, en serio.


Y eso que todavía no me he recuperado del susto de Orni... Madre mía, ¿por qué todo -todo- me tiene que pasar a mí? ¡Y lo que quiero que me pase nunca me pasa, siempre a los demás! Menuda caca.


A esto súmale una familia medio desequilibrada... y tengo serie americana pa cuatro temporadas, lo menos. El problema está en que en las series americanas siempre hay final feliz. Jo... es que estoy rodeada de gente, pero muchas veces me siento muy sola, ¿cómo puede ser eso?


Me gustaría llamar a la radio algún día... a contar mi asquerosa vida, para que alguien llame después y diga que la suya es peor... pero no sirve de nada, mi padre en seguida vendría con la factura del teléfono a pedir cuentas, porque se han puesto muy pesados con la crisis (esa es otra, ahora al Zetaparo no se le ocurre otra cosa que subir los impuestos... pfff... y así nos va).


Asco. Asco. Asco.


Grrrr... como he avisado: he hablado mucho, pero no he dicho nada. Es como hablar sola, nadie te escucha, pero tu propia voz te hace compañía. Y encima me ha salido un grano en la cara, es más grande que un saltamontes.


... no se me ocurre nada más.


Bueno, mis amados lulilectores, creo que por hoy ya os he mareado bastante, tampoco tenéis por qué estar aguantando siempre mi bizarra vida, con que la soporte yo, creo que es suficiente. Cada palo que aguante su vela.


Cuanta razón que se traían los sabios de las narices.


Besazzos,


*Luli*

lunes, 28 de septiembre de 2009

Cúmulo de cosas


Queridos lulilectores...


Hace tiempo que no me paso por aquí. No por alguna razón en especial, sino porque se me han juntado varias cosas. La tres principales serían: inicio de las clases, traslado y lluvias.


El traslado de la playa al pueblo duró un fin de semana entero en el que aproveché para hacer limpieza profunda de mi habitación. Es una faena, y todavía me quedan trastos por organizar, pero ahora por lo menos tengo más espacio.


El inicio de las clases... aburrido, la verdad. Mucha burocracia (por el tema becas) y pocas caras nuevas. Somos incluso menos que el año pasado, porque algunos se han dejado la carrera. Todavía me estoy instalando.


Y en cuanto a las lluvias... santo cielo, hoy me he calado hasta los huesos. Pero mojadísima, parecía una sopa, no exagero.


No tengo mucho más que contar. Me gusta que llueva. Pero no que llueva encima de mí.


El otoño se ha comido al verano. Ha ganado la batalla.


¿Se nota mi melancolía y mi perritis un poco no? Jaja, es lo que pasa, en épocas de sequía bloggera.


Besazzos,



LULI. . . **

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Semana en Madrid



Queridos lulilectores...

Mi ausencia de estos últimos días se ha debido a que me he pasado la semana en Madrid, de feria, como expositora. La feria en cuestión, Bisutex-Intergift, ha estado bien, todo cuenta a la hora de adquirir nuevas experiencias.

No voy a relatar ahora todos los detalles de mi estancia en Madrid, porque no me ha pasado nada extravagante o surrealista (raro, ¿no?), pero sí que os contaré por encima las andanzas de Luli por Madrid.




Básicamente, fui a ayudar a mis padres, que trabajan en un negocio de zapatos como distribuidores. Así que de vacaciones, poquito poquito. Pero en fin, no me llevo una mala imagen. El stand era tirando a pequeño (solo 16m) y estábamos en el pavellón equivocado, porque nos tocó Intergift cuando en realidad deberíamos haber estado en Bisutex, ya que ahí se encontraba el perfil de nuestro cliente (las marujas, vamos), y, para más inri, no solo se conformaron con enviarnos al pavellón que no tocaba, sino que además nos colocaron en el último pasillo de todos, al final al final: estábamos en el culo del mundo (hablando en plata).


La consecuencia de ello es previsible: poco negocio, pero mucho tiempo libre. Y, por lo tanto, bastasnte aburrimiento. El tiempo pasaba lento, pero pronto entablamos relaciones con los de los stands contiguos, que eran de lo más variados: una ferretería, un puesto de bolis regentado por chinos gemelos, un stand chiquitín de belenes y de difusión turística, uno de pulseras que mejoraban la circulación de la sangre (coreanos), unos indios con bisutería y unos portugueses artistas que se pasaban el día pintando cuadros y haciendo manualidades.


Al final nos regalaron un montón de cosas: pulseras, pinturas acrílicas, collares, pendientes, objetos de papelería... destaco a los Capos Chinos (así llamaba mi padre a los coreanos), en especial al nuestro, que parecía nuestra mascota: era como un perrete vagabundo al que le das un poco de comida y en seguida te persigue por la calle cuando te ve. Parecía que tenía 30 años, pero en realidad tenía casi 40.


Y bueno, no hay mucho más que decir: Madrid es enorme, le dimos muchas vueltas (es la segunda vez que voy), y la verdad es que es una ciudad preciosa, me ha gustado mucho y espero volver dentro de poco. El hotel estaba justo en la Gran Vía, en frente de Doña Manolita, y tenía una habitación enorme para mí sola.


Hmm... realmente, en resumidas cuentas, esto es todo, vuelvo a decir que no tengo ninguna batallita de estas raras que contar, dentro de mi caótica vida ha sido un viaje bastante normal, así que me despido ya de vosotros, pero seguiré, como siempre, al pie del cañón.


Besazzos a todos,


*Luli*


;P

sábado, 5 de septiembre de 2009

Qué cochino ASCO



Queridos lulilectores...



Como siempre, no paro de meterme en líos indeseados: ayer me pasó un Tierra Trágame de ésos importantes, un auténtico desastre.


En una cosa os doy la razón, lulilectores,,, siempre me están pasando cosas raras. No sé por qué, pero cuando el Señor D se puso a repartir dones y habilidades por el mundo, a mí me tocó el don de la Porca Miseria (o, lo que es lo mismo, la Tontería Indefinida).


¿La última?


Colisión con el vehículo del Vecino Tío Bueno.


Podría dejarlo aquí y ya está, pero es que pasé tal apuro ayer que no puedo menos que contároslo. Es sí, os advierto que, si me tenéis idealizada como persona, dejéis de leer aquí mismo, porque hice el ridículo de una manera IMRESIONANTE.


Es tan simple como lo siguiente. En mi finca hay cinco tíos buenos oficiales (seis, uno lo descubrimos mi amiga y yo hace cosa de una semana, pero no sabemos nada de él). Y, en mi finca, hay la mitad de coches aparcados que durante julio y agosto (porque se han ido todos los de fuera ya para sus casas). Es decir, hay el doble de sitios para aparcar.


Pues bien. Llega Luli conduciendo sola, con la perrita de copiloto, mientras el resto de la familia venía distribuida en el otro coche y en la moto, y, cuando entra en la finca, no se le ocurre otra cosa que irse a estacionar el vehículo al sitio más complicado de todos, como si ella (que aún carga con la L) pudiera.


Conclusión: no solo le he dado al pilar, sino que he rallado media puerta del vehículo estacionado a mi lado; uno doradito. OH DIOS MÍO.


En seguida oigo pitidos del coche de atrás, y baja mi hermana toda histérica, me abre la puerta y se pone a chillarme como una maníaca demente (lo que es, al fin y al cabo) que si no me había dado cuenta de que le acababa de dar al pilar. NOOOOOO, ¿en serio?


Lo más gracioso de este asunto (porque si no, no tendría emoción la entrada) es que el propietario del vehículo en cuestión estaba ahí abajo (en bañador) fumándose un cigarrillo. Y sí, habéis adivinado, no era otro que EL SUPER RUBIAZO DE LA PATA. Y, lo peor de todo, no estaba solo, sino que estaba con su primo, otro de los cinco vecinos monos oficiales.


Siendo objetivos… ¿HAY ALGO REALMENTE PEOR?


Se me quedaron mirando los dos como si yo fuera una loca fugada del psiquiátrico, con la cara desencajada, mientras mis padres me echaban la bronca. ME QUERÍA MORIR, o que se hubiera abierto la Tierra en ese momento y me hubiera succionado hacia sus profundidades. Era una situación APOCALÍPTICA, peor que comerse un bocadillo de caca regado con zumo de pipí.


Lo peor es que luego ellos se alejaron un poco, seguramente para partirse la caja (lo más normal del mundo, yo también lo haría). Y, por supuesto, bajaron los padres del Super Rubiazo para rellenar los papeles del seguro, mientras El Rey del Mambo me lanzaba miradas furibundas. Como si no tuviera ya bastante con la situación… encima llevaba unos pelos de loca que no vale la pena ni mencionar…


La madre del Super-Rubiazo tenía bastante compasión de mí, supongo que se fijó en mi cara de apuro permanente, y me dirigía sonrisas y palabras de ánimo, mientras yo me disculpaba. “A lo hecho, pecho”, me dijo.


Mientras, los dos vecinitos se ponían a inspeccionar los daños de su vehículo, charlando con tranquilidad. Mi hermana y mi madre, haciendo gala de un alto nivel de locura, no paraban de chillar a mi salvaje perra para que se estuviera quieta y le pudiesen poner el arnés. De repente, me las veo hablando con el Super Rubiazo, e incluso logré distinguir estos dos comentarios por parte de mi vecino:


-Un perro se ha hecho caca en el portal. Qué asco.


-A mí se me murió el perro el año pasado. Lo sacaba a pasear y alguna vez coincidí con ella (dedo acusador en mi dirección).


O SEA, SE ACORDABA DE MÍ. Esto significa que el año que viene seguirá recordándome, pero no como la vecina del boxer, sino como la maníaca destroza-coches.


Es que cuanto más lo pienso, más roja me pongo. Me siento tortuga, no podré volver a sacar la cabeza del caparazón nunca más, porque ahora encima se lo contarán al resto de la Piji-Pandi de mi edificio, y se reirán de mí hasta que se nos caiga la Luna encima (o sea, para siempre, porque dudo que llegue a ver tal fenómeno).


Qué soberanísima VERGÜENZA. En realidad, los coches no salieron del todo mal parados, solo les rayé el esmalte, ni siquiera los abollé, pero es que… joder. MIRA QUE TENÍA COCHES PARA PEGÁRMELA CONTRA ELLOS, Y MIRA QUE TENÍA SITIOS LIBRES PARA APARCAR, ¿POR QUÉ AL SEÑOR D LE PICÓ EN LAS NARICES QUE LO MÁS DIVERTIDO SERÍA DÁRMELA CONTRA EL COCHE DEL SUPER RUBIAZO? ¡¡¡PORQUE YO NO LE VEO LA GRACIA!!!


En fin, lulilectores… seguiré informando, si no me muero antes del asco.



Besazzos,



*Luli*

martes, 1 de septiembre de 2009

El viejo Sherlock






Queridos lulilectores...


El fin del verano ha despertado en mí la rama más filosófica. Ahora mismo, estoy con unos nervios espeluznantes, porque este jueves (¡pasado mañana!) tengo un examen al que no me presenté en junio Y NO TENGO NI IDEA. No solo eso, sino que tengo que intentar meter de alguna manera en mi dulce cabecita unos tochacos impresionantes de apuntes, que, sinceramente, creo que no van a caber.


Pero en fin, dejando de lado los problemas que -literalmente- me quitan el sueño, procedo a la entrada (breve, como comprenderéis, estoy un poco liada).



Ayer, escuchando la radio, vino a mi mente, aún no sé cómo, un episodio de las aventuras de Sherlock Holmes, libros que en mi infancia adoraba. Gracias a Sherlock, aprendí que las mujeres (aunque creo que es aplicable a todas las personas en general) tienden a rescatar lo que más quieren o desean en situaciones extremas, de manera inconsciente.


Si, por ejemplo, una mujer está en su casa y, de repente, la casa se incendia, antes de salir tratará de salvar lo que más valor tenga para ella. Me parece lógico.


Yo he estado pensando que, si me ocurriera a mí, realmente no tengo ni idea de qué salvaría primero (o intentaría salvar). No estoy hablando de rescatar a otras personas o animales, sino objetos.


Supongamos que, por alguna de aquellas, una noche se incendia mi casa mientras todos dormimos. Mis padres, que estarán en su habitación, antes de irse intentarán salvar algo, igual que mi hermana, que estará en su dormitorio. Yo, que estaré en el mío, también cogeré lo que pueda antes de echar a correr y salvarme yo misma.


La pregunta que me he estado haciendo es: si me tuviera que ver en esa situación (Dios, Buda y Alá no lo quieran)... ¿qué salvaría primero?


La mayoría de cosas que me estimo las tengo en mi cuarto. Pero... por más que pienso, no alcanzo a adivinar cuál de esos objetos es el que más me dolería perder. ¿Mis libros? ¿Mis apuntes de la carrera y algunos del instituto todavía? ¿Mi bisutería? ¿Mi maquillaje? ¿Mi ordenador? ¿Mi ropa? ¿Mis CDs? ¿Algunas figuritas decorativas?


¿A por qué me lanzaría primero?


Lo he estado pensando intensamente, y no he llegado a una conclusión satisfactoria. Y eso me confunde. Si son cosas que aprecio mucho, ¿cómo es que me cuesta tanto decidirme? ¿Por qué no tengo un objeto favorito? ¿Significa eso que puedo prescindir de muchos de los objetos que poseo? No sé.


La verdad es que es una cuestión bastante espinosa, pero después de barruntarlo un poco creo que me decantaría por un bolso que tengo con muchos escritos, proyectos y esquemas de historias que algún día me gustaría intentar publicar, porque me considero una persona bastante artística, y esas narraciones o ideas son la obra de mi vida: son lo poco que he llegado a crear.


Pero bueno, he elegido ese bolso por elegir algo, porque, ya digo, que no lo tenía nada claro.

En fin, lulilectores, ya veremos si vuelvo a hablar algún día de este tema que tanto me ha estado inquietando; de momento, lo que voy a hacer es sentarme en mi escritorio y tratar de concentrarme de alguna manera para los cochinos exámenes que me quedan (dos), a ver si consigo sacarme algún cinquillo aunque sea.


Sin embargo, antes de despedirme, dejo la pregunta en el aire:


¿Qué salvaríais vosotros porque, si lo perdierais, se os iría la vida en ello? ¿Y por qué?

Es para pensarlo un rato, ¿no?



Besazzos,


*Luli*