O de parada de autobús, en su defecto.
Queridos lulilectores...
No siempre es cierto que las llamadas "charlas triviales" que se tienen en lugares transitados con gente extraña sean "de besugos".
Yo misma tuve anteayer ocasión de comprobarlo, cuando me fui a Valencia en autobús desde Cullera.
Me planté en la parada de San Antonio (en mi vida había estado allí con anterioridad) y le pregunté a un señor mayor si por allí pasaba el autobús que se dirigía a Valencia. El señor, que estaba con su nieto, me dijo que, efectivamente, así era.
Aún faltaban veinte minutos para que llegara, y poco después se acercó otro anciano que se situó a nuestro lado. En la parada había mucha gente: gitanos, chicas jóvenes que iban a la playa, mujeres con la compra... yo me coloqué al lado de un panel informativo, silenciosa y discreta con mi mochila sobre los hombros, calladita, mirando la calle. Y, de pronto, el anciano recién llegado empieza a hablarnos a mí y al otro señor mayor que estaba a mi lado.
¡En cinco minutos nos contó su vida! Que si a su mujer la habían operado en Alzira de unas piedras en un riñón, que si en una hora habrían acabado la intervención (justamente la hora que él tardaría en ir allí), que si el médico le había recomendado andar pero que los pies le dolían, que si él en su juventud había sido preofesor de económicas, que si el señor con el nieto era más joven que él, porque él tenía 77 años...
Acabó hablando de Franco y de Trotski (que era ateo, pero afirmó que Dios existe). Y yo me quedé pasmada, intentando no morirme de la risa (porque era de mala educación), pero pensando... ¿y este? Al señor de al lado le pasaba igual que a mí, no sabía qué responderle.
De nuevo la reflexión de que estamos mal acostumbrados. Hoy en día nos hemos vuelto cerrados y ariscos, los antiguos valores educativos y morales se han perdido en la sociedad actual, por eso nos sentimos incómodos cuando un desconocido se nos acerca y nos aborda con naturalidad, reaccionamos de manera recelosa y desconfiada, o al menos así me ocurre a mí.
El mundo en el que vivimos está un poco loco, como me lo confirmó más tarde el conductor del autobús, que se puso a contarnos chistes mientras conducía, y más tarde intentó vendernos sandías de su cuñada.
Encima, el nieto del otro señor se sentó cerca de mí y me estuvo interrogando un buen rato, que si me gustaba el manga, que si dibujaba bien, que él sí que dibujaba bien, que si sacaba dieces en la escuela, sobre todo en Castellano y en Conocimiento del Medio...
¿Por qué me tengo que encontrar con todos los chalados de este planeta? ¿Tengo un imán atrapalocos en la frente y no me he dado cuenta?
Igual que ayer, curándome de resaca, bajé diez minutos a la playa para nadar y desconectar de todo, para estar sola con mis pensamientos (en remojo) y se me acerca una vecina cotilla y cotorra a preguntármelo todo (¡TO-DO!): que si (ATENCIÓN QUE ESTA PREGUNTA NOS SUENA) ya tenía novio (¬¬), que si mi hermana ya tenía novio, que si mi abuela aún vivía, que si ya habíamos vendido el chalé que ella tiene en la playa, que si mi carrera era difícil, que si su nieta ya tenía dos años...
OIGA SEÑORA, ¿Y A MÍ QUÉ ME CUENTA?
Peeeero cuidado, que cuando ya me la había quitado de encima, aparece ooootro vecino mío que estaba buscando conchas, la Morsa Humana, como lo llamo yo, y se pone a decirme que si está estudiando para policía, que si se presentará al examen dentro de poco, que si cómo me había ido a mí en los exámenes, que si tenía ya ganas de salir de fiesta...
MADRE MÍA, CÓMO ESTÁ EL PATIO.
Cuanta más calma y tranquilidad busca una, cuanto más sosiego y cuanta más paz, más la agobian y hastían. Qué horror.
Y todo esto regado con conversaciones de ascensor, es decir, con personas a las que no conoces, o apenas, a las que no les importa tu vida, pero que, sin embargo, para romper el hielo intentan profundizar demasiado y se pasan de la raya.
Qué paciencia, señor...
Besazzos,
*Luli*