Hola y muy buenas, si aún me queda algún lector.
Hoy me gustaría hablar sobre Sujeto B. O, mejor dicho, me gustaría ponerla a parir hasta la saciedad, porque últimamente la tengo cruzada. Procedo.
Resulta que Sujeto B es una chica que conozco desde la infancia. Hasta donde mi memoria alcanza (ciertos episodios en la guardería) que la he tenido en la misma clase. Y, hasta donde mi memoria alcanza, dicha persona ha vivido siempre en un cuento de hadas. Para empezar, su padre es ingeniero y su madre profesora -es decir, funcionaria-, por lo que es una familia acomodada o, lo que es lo mismo, que viven en la abundancia. Y ya no es el hecho de que tengan dinero, es el hecho de que se las dan y se tiran el pisto con cualquier persona que se cruzan, sobre todo la madre -que es una cosa in-so-por-ta-ble de mujer- y ella, que, a mi pesar, muchas veces es idem de lo mismo.
La hija, es decir, Sujeto B, de pequeña fue un poco como el patito feo: niñita rica con gafas y dientes de conejo. Muchas veces en esta vida me ha caído como el culo, pero muchas, muchas, muchas, porque era la típica mandona metomentodo, ojo derecho de la madre y ojo derecho del padre, mimada hasta donde las haya y, claro, muy, muy lista -ejem. Pero, como patito feo que es, fue creciendo y se fue convirtiendo en ese cisne guapo, popular y supermegaguay, o sea, ¿sabes?
Al principio le costó integrarse en la pandilla -con el tiempo aprendió que reina no es una profesión a la cual accedes opositando-, pero una vez se metió de lleno empezó a causar estragos. Se echó novios, les puso los cuernos, las chicas de la cuadrilla -unas más que otras- babeaban por juntarse y quedar con ella, se convirtió en un icono de moda (la llaman la pija), era la más madura, la más experimentada, la avanzada a nuestra edad. La que con catorce años volvía a casa a las seis de la mañana y se iba a los pubs a bailar con gente de veintidós... Esa era ella. Creída, arrogante, presumida y despectiva.
Tú entras en su habitación y ves el reflejo de su mundo ideal. Cama con dosel, sábanas rosas, muñecas en las estanterías, dos libros y un armario, y qué armario. ¡Ese armario parece el Corte Inglés! Lo abres y te dan ganas de probártelo todo: tiene ochocientasmil camisetas, ochocientosmil pantalones, ochocientosmil pares de zapatos, ochocientosmil collares, jerséys, pendientes, pulseras, cinturones, vestidos, bolsos, bufandas, gorros, guantes, chaquetas, abrigos, cremas, pintauñas, pintalabios, sombras de ojo, lápices de ojo, coloretes, rizadores de pestañas... todo perfectamente ordenado en cajas y perchas, que parece que incluso aún hay sitio para más. No como el mío, que es más estrecho que yo, y que sólo puedo meter la ropa de una de las estaciones (o la de verano o la de invierno o la de primavera o la de otoño), no. Ella la tiene toda junta.
Además, la guarra me copia. Fue llegar yo con un trench blanco -precioso, por cierto- a clase y comprarse ella uno en rojo después del: "Aaaaay... ¡qué mono!". O calcarse mi abrigo negro en marrón. Tsé.
-No, no, no -dice cuando hablamos de ropa-. Yo me compro ropa de todos los tipos, tanto si es cara como si no. Que eso a mi me da igual, no tengo preferencias a la hora de comprar, sólo me hago con lo que me gusta, independientemente de si vale cinco euros o cincuenta -y aún no ha acabado de decir "cincuenta" cuando le brillan en la pechera de la camisa las letras de Gucci, hechas de strass.
El dinero: peor tema del mundo que uno pueda elegir para hablar con ella. Pongo ejemplos:
A) Hablando de las pagas.
-Yo cobro diez euros a la semana.
-Yo cincuenta al mes y si voy a ver a mis abuelos, y con suerte.
-Ay, pues yo normalmente cobro de ochenta para arriba, jaja, es super gracioso, mira: mi madre me da veinte, mi padre otros veinte, mi abuela otros veinte y mi abuelo otros veinte. Claro, cuando voy a ver a mis otros abuelos también me dan veinte cada uno, y, fíjate, qué gracioso, ¡mi padre, como es un panoli, a veces se engaña y me la da dos veces! Jajá, qué gracioso, ¿no?
B) De compras.
-Necesito unas botas, tía, voy a esa tienda a que me saquen todos los modelos.
Como dos horas más tarde.
-¡Tía, mira qué flipada de botas! -la verdad, son monas.
-Qué chulas. ¿Cuánto te han costado? Parecen carísimas.
-No lo sé.
-¿Cómo que no lo sabes?
-Es que no me he fijado.
-Pero si las acabas de pagar, has salido ahora mismo de la tienda. Tienes que saberlo.
-A ver, que lo mire... 170 euros, ah, pues son más baratas de lo que creía.
-¿¿¿Te acabas de gastar 170 euros en unas botas??? ¡¡¡Esa es mi paga de casi cuatro meses!!!
-Bah, quítale importancia, las he pagado con una de mis seis tarjetas de crédito, es ese dinero virtual que nunca necesitas para nada.
O_O AMÉN JESÚS
España va mal
Se las da de Bill Gates o algo, la tipa esta. Puf, el tema dinero con ella es insoportable. O cuando tiene Educación Física en el instituto, que nos viene con un chándal de Guess y deportivas Adidas, toda maquillada, con rallita, rímel y el pelo perfecto (que parece recién salido de la peluquería) y dice:
-Jo, tia, odio ir en chándal, me siento más gitana...
Sujeto B, coagula, leñe, coagula, que tienes a tu lado a quince tías sudorosas, rojas y agotadas del ejercicio, tapándose los ojos para no ser cegadas ante el foco de glamour que te envuelve y al mismo tiempo te protege, porque de poder distinguirte con nitidez se lanzarían sobre ti como leonas furibundas. Es que ella se cree que repitiendo las frases que decimos las demás -las de su "sub-categoría"- queda bien. Y no. No.
O su manía de "alelar" a todos los que la rodean.
-Ay, joder, de verdad, qué lela eres, si no fuera por mí no sé que sería de ti.
-Este tío es un lelo, míralo como anda, ay.
-¡Que no te enteras, lela, que eso no es así!
¬¬
-¡Baja, Modesto, que sube Sujeto B!
De verdad, tiene unos aires de superioridad que... tela. Tratar con ella sobre ciertos aspectos es como coger al toro por los cuernos: una faena. El maestro repartiendo unos exámenes:
-¿¿¿Un 6,5??? ¿¿¿YOOOOO??? Immmposible. Sujeto P (profe de Arte, ¿recordáis? ;P ), revísamelo porque mi examen está mucho mejor que un 6,5.
Aquel, que es tan vago que no tiene ganas de discutir, dice que sí, agacha la cabeza pero hace lo que le da la gana: le suelta a la B que ha revisado el examen pero se mantiene en sus trece: la nota es de 6,5. Y ella se tiene que aguantar. ¡Ja!
O su novio. Ay con el novio. Desde que se echó novio, ese ha sido el acontecimiento más importante del año, casi más que el Oscar de Bardem. Lleva dos meses con él y lo tengo hasta en la sopa, al novio, y eso que no lo conozco más que de vista. Bueno, eso de que no lo conozco es relativo, porque me sé su vida desde los cinco años hasta la actualidad, la de sus parientes, la de sus perros, la de sus amigos, todos, vamos. Es más, conozco hasta intimidades suyas, para que veas. Y no porque yo pregunte, sino porque la tía me lo cuenta todo. Siempre hablando. Estoy sorda de la oreja derecha por su culpa, porque se sienta a mi lado en clase y me cansa el órgano auditivo. En serio, lo tengo desgastado de tanto oirla.
O cuando habla de su familia. "Jo, pues a mí nunca me castigan, porque sé tratar a mis padres, no como vosotras", o "Mi hermano y yo somos uña y carne, nos llevamos genial" -esto cada vez que alguna está contando peleas con sus hermanos-. Yo, por ejemplo, siempre tengo discusiones familiares, si no es con mi madre la histérica es con mi padre (el Rey del Mambo), o, peor, con mi hermana-la-víbora, que últimamente tiene la mano muy larga y se le escapa a menudo hacia mis brazos (ya profundizaré en otra ocasión). Soy la oveja negra de mi casa y, oye, a mucha honra, que a la vida hay que ponerle un poco de emoción (mis discusiones a veces son la salsa de mi vida, jeje, es que tengo un carácter un poco bélico), no como las aspiraciones de Sujeto B en esta vida, que son: ser profesora de niños, casarse y vivir en Gandía (sí, es que ella tiene un apartamento en Gandía, en el Grau, por si no lo sabíais, y se cansa de salir de marcha todos los veranos, se sabe las discotecas de memoria). Porque, según Sujeto B, Gandía es como una ciudad que tiene todo lo bueno de un pueblo.
¡Que la vida no es de color rosa! Que la mayor ilusión de mi alma nómada es irme por ahí de viaje, a descubrir lugares y conocer gente, no casarme, tener hijos (no pienso tenerlos, me parece un acto egoísta traer un niño a este mundo lleno de guerras, terrorismo, contaminación y cambio climático) o vivir en Gandía. Quiero decir ¿quién planea su vida a los diecisiete años? Tsé, qué aburrido. En fin, voy a ir acabando.
¿Y todo esto a qué viene, Luli?, os estaréis preguntando desde hace rato. Pues muy fácil. Que ayer se vino a estudiar a mi casa con Sujeto M (de acoplada, porque en un principio habíamos quedado sólo Sujeto M y yo) y la tía, bajo mi propio techo, se puso más atrevida de lo que tocaría: a llamarme lela todo el rato, a dárselas de lista, a girtarme "de cachondeo", pero que a mí no me hizo ni p*** gracia, a "ahora hacemos esto porque lo digo yo", a "jo, es que sin mí no sobreviviríais"...
¡¡¡ Argh!!! En seguida me hostié y Sujeto M lo notó al instante, pero como ella es un trocito de pan (y bastante influenciable) no dijo nada ni de una ni de la otra. Y a ahí me tenías, echando humo por las orejas, mirándola perrunamente y aguantándome unas ganas locas de mandarla pa su casa, mientras que la guarra de Sujeto B sacaba su "lado-mamá" -de cuando es igual que su madre- y se hacía la dueña y señora de mi cocina. Me dio una rabia... no me atreví a decir nada, de verdad, por miedo a lo que pudiera salir de mi boca (mi lengua viperina a veces me asusta hasta a mí misma), por lo que callé y me centré en las oraciones yuxtapuestas hasta que se tranquilizó (y hasta que me tranquilicé yo).
Es que ya son muchos años tratándola, y aunque desde hace dos años me cae bien y somos íntimas (somos compañeras de pupitre y nos lo contamos todo), a veces no soporto esos arranques de creída que le dan -bueno, ni yo ni nadie, en eso estamos de acuerdo todas las de mi cuadrilla-, porque se vuelve insoportable y parece otra persona. La culpa la tiene su madre, que cuando se hace presente en Sujeto B es mejor dejarla sola hasta que se calma, pero a veces la tienes al lado y apenas puedes reprimir las ganas de soltarle una ostia en todos los morros (que los tiene muy bonitos, por cierto).
Por lo demás, Sujeto B es buena gente: muy divertida, de confianza, parlanchina y alegre. Después de compartir mi día a día con ella durante dos años soy de las que mejor la conocen y hemos pasado por muchas cosas juntas, así que la quiero bastante, pero tiene esos momentos en los que dices... ¡Aléjate de mí ocho kilómetros o te suelto una! Uno de esos momentos lo vivimos ayer en mi cocina. Pero bueno, ella lo sabe compensar.
La admiro mucho, es una chica muy guapa: ojos muy claros, piel blanca y pelo largo y oscuro, con buen cuerpo y una cara casi perfecta -sólo estropeada un poco por los dientes y el aparato-, y, quieras que no... ¡todos querríamos un armario como el suyo!
A pesar de todo, hoy era necesario ponerla a parir, porque lo de ayer me fastidió bastante. Y, quieras que no, es mejor que la ponga a parir yo, que soy su amiga, que no alguien que no la conozca de nada, ¿no?
;)
Besazzos,
*Luli*
P.D.: Sujeto B es la que me atropelló en la nieve y me causó un esguince en la rodilla, por si no lo sabíais.