miércoles, 27 de febrero de 2008

A parir




Hola y muy buenas, si aún me queda algún lector.

Hoy me gustaría hablar sobre Sujeto B. O, mejor dicho, me gustaría ponerla a parir hasta la saciedad, porque últimamente la tengo cruzada. Procedo.

Resulta que Sujeto B es una chica que conozco desde la infancia. Hasta donde mi memoria alcanza (ciertos episodios en la guardería) que la he tenido en la misma clase. Y, hasta donde mi memoria alcanza, dicha persona ha vivido siempre en un cuento de hadas. Para empezar, su padre es ingeniero y su madre profesora -es decir, funcionaria-, por lo que es una familia acomodada o, lo que es lo mismo, que viven en la abundancia. Y ya no es el hecho de que tengan dinero, es el hecho de que se las dan y se tiran el pisto con cualquier persona que se cruzan, sobre todo la madre -que es una cosa in-so-por-ta-ble de mujer- y ella, que, a mi pesar, muchas veces es idem de lo mismo.

La hija, es decir, Sujeto B, de pequeña fue un poco como el patito feo: niñita rica con gafas y dientes de conejo. Muchas veces en esta vida me ha caído como el culo, pero muchas, muchas, muchas, porque era la típica mandona metomentodo, ojo derecho de la madre y ojo derecho del padre, mimada hasta donde las haya y, claro, muy, muy lista -ejem. Pero, como patito feo que es, fue creciendo y se fue convirtiendo en ese cisne guapo, popular y supermegaguay, o sea, ¿sabes?

Al principio le costó integrarse en la pandilla -con el tiempo aprendió que reina no es una profesión a la cual accedes opositando-, pero una vez se metió de lleno empezó a causar estragos. Se echó novios, les puso los cuernos, las chicas de la cuadrilla -unas más que otras- babeaban por juntarse y quedar con ella, se convirtió en un icono de moda (la llaman la pija), era la más madura, la más experimentada, la avanzada a nuestra edad. La que con catorce años volvía a casa a las seis de la mañana y se iba a los pubs a bailar con gente de veintidós... Esa era ella. Creída, arrogante, presumida y despectiva.

Tú entras en su habitación y ves el reflejo de su mundo ideal. Cama con dosel, sábanas rosas, muñecas en las estanterías, dos libros y un armario, y qué armario. ¡Ese armario parece el Corte Inglés! Lo abres y te dan ganas de probártelo todo: tiene ochocientasmil camisetas, ochocientosmil pantalones, ochocientosmil pares de zapatos, ochocientosmil collares, jerséys, pendientes, pulseras, cinturones, vestidos, bolsos, bufandas, gorros, guantes, chaquetas, abrigos, cremas, pintauñas, pintalabios, sombras de ojo, lápices de ojo, coloretes, rizadores de pestañas... todo perfectamente ordenado en cajas y perchas, que parece que incluso aún hay sitio para más. No como el mío, que es más estrecho que yo, y que sólo puedo meter la ropa de una de las estaciones (o la de verano o la de invierno o la de primavera o la de otoño), no. Ella la tiene toda junta.

Además, la guarra me copia. Fue llegar yo con un trench blanco -precioso, por cierto- a clase y comprarse ella uno en rojo después del: "Aaaaay... ¡qué mono!". O calcarse mi abrigo negro en marrón. Tsé.

-No, no, no -dice cuando hablamos de ropa-. Yo me compro ropa de todos los tipos, tanto si es cara como si no. Que eso a mi me da igual, no tengo preferencias a la hora de comprar, sólo me hago con lo que me gusta, independientemente de si vale cinco euros o cincuenta -y aún no ha acabado de decir "cincuenta" cuando le brillan en la pechera de la camisa las letras de Gucci, hechas de strass.

El dinero: peor tema del mundo que uno pueda elegir para hablar con ella. Pongo ejemplos:

A) Hablando de las pagas.

-Yo cobro diez euros a la semana.

-Yo cincuenta al mes y si voy a ver a mis abuelos, y con suerte.

-Ay, pues yo normalmente cobro de ochenta para arriba, jaja, es super gracioso, mira: mi madre me da veinte, mi padre otros veinte, mi abuela otros veinte y mi abuelo otros veinte. Claro, cuando voy a ver a mis otros abuelos también me dan veinte cada uno, y, fíjate, qué gracioso, ¡mi padre, como es un panoli, a veces se engaña y me la da dos veces! Jajá, qué gracioso, ¿no?


B) De compras.
-Necesito unas botas, tía, voy a esa tienda a que me saquen todos los modelos.
Como dos horas más tarde.

-¡Tía, mira qué flipada de botas! -la verdad, son monas.

-Qué chulas. ¿Cuánto te han costado? Parecen carísimas.

-No lo sé.

-¿Cómo que no lo sabes?

-Es que no me he fijado.

-Pero si las acabas de pagar, has salido ahora mismo de la tienda. Tienes que saberlo.
-A ver, que lo mire... 170 euros, ah, pues son más baratas de lo que creía.

-¿¿¿Te acabas de gastar 170 euros en unas botas??? ¡¡¡Esa es mi paga de casi cuatro meses!!!

-Bah, quítale importancia, las he pagado con una de mis seis tarjetas de crédito, es ese dinero virtual que nunca necesitas para nada.

O_O AMÉN JESÚS

España va mal



Se las da de Bill Gates o algo, la tipa esta. Puf, el tema dinero con ella es insoportable. O cuando tiene Educación Física en el instituto, que nos viene con un chándal de Guess y deportivas Adidas, toda maquillada, con rallita, rímel y el pelo perfecto (que parece recién salido de la peluquería) y dice:

-Jo, tia, odio ir en chándal, me siento más gitana...

Sujeto B, coagula, leñe, coagula, que tienes a tu lado a quince tías sudorosas, rojas y agotadas del ejercicio, tapándose los ojos para no ser cegadas ante el foco de glamour que te envuelve y al mismo tiempo te protege, porque de poder distinguirte con nitidez se lanzarían sobre ti como leonas furibundas. Es que ella se cree que repitiendo las frases que decimos las demás -las de su "sub-categoría"- queda bien. Y no. No.

O su manía de "alelar" a todos los que la rodean.

-Ay, joder, de verdad, qué lela eres, si no fuera por mí no sé que sería de ti.

-Este tío es un lelo, míralo como anda, ay.

-¡Que no te enteras, lela, que eso no es así!


¬¬

-¡Baja, Modesto, que sube Sujeto B!

De verdad, tiene unos aires de superioridad que... tela. Tratar con ella sobre ciertos aspectos es como coger al toro por los cuernos: una faena. El maestro repartiendo unos exámenes:

-¿¿¿Un 6,5??? ¿¿¿YOOOOO??? Immmposible. Sujeto P (profe de Arte, ¿recordáis? ;P ), revísamelo porque mi examen está mucho mejor que un 6,5.

Aquel, que es tan vago que no tiene ganas de discutir, dice que sí, agacha la cabeza pero hace lo que le da la gana: le suelta a la B que ha revisado el examen pero se mantiene en sus trece: la nota es de 6,5. Y ella se tiene que aguantar. ¡Ja!

O su novio. Ay con el novio. Desde que se echó novio, ese ha sido el acontecimiento más importante del año, casi más que el Oscar de Bardem. Lleva dos meses con él y lo tengo hasta en la sopa, al novio, y eso que no lo conozco más que de vista. Bueno, eso de que no lo conozco es relativo, porque me sé su vida desde los cinco años hasta la actualidad, la de sus parientes, la de sus perros, la de sus amigos, todos, vamos. Es más, conozco hasta intimidades suyas, para que veas. Y no porque yo pregunte, sino porque la tía me lo cuenta todo. Siempre hablando. Estoy sorda de la oreja derecha por su culpa, porque se sienta a mi lado en clase y me cansa el órgano auditivo. En serio, lo tengo desgastado de tanto oirla.

O cuando habla de su familia. "Jo, pues a mí nunca me castigan, porque sé tratar a mis padres, no como vosotras", o "Mi hermano y yo somos uña y carne, nos llevamos genial" -esto cada vez que alguna está contando peleas con sus hermanos-. Yo, por ejemplo, siempre tengo discusiones familiares, si no es con mi madre la histérica es con mi padre (el Rey del Mambo), o, peor, con mi hermana-la-víbora, que últimamente tiene la mano muy larga y se le escapa a menudo hacia mis brazos (ya profundizaré en otra ocasión). Soy la oveja negra de mi casa y, oye, a mucha honra, que a la vida hay que ponerle un poco de emoción (mis discusiones a veces son la salsa de mi vida, jeje, es que tengo un carácter un poco bélico), no como las aspiraciones de Sujeto B en esta vida, que son: ser profesora de niños, casarse y vivir en Gandía (sí, es que ella tiene un apartamento en Gandía, en el Grau, por si no lo sabíais, y se cansa de salir de marcha todos los veranos, se sabe las discotecas de memoria). Porque, según Sujeto B, Gandía es como una ciudad que tiene todo lo bueno de un pueblo.

¡Que la vida no es de color rosa! Que la mayor ilusión de mi alma nómada es irme por ahí de viaje, a descubrir lugares y conocer gente, no casarme, tener hijos (no pienso tenerlos, me parece un acto egoísta traer un niño a este mundo lleno de guerras, terrorismo, contaminación y cambio climático) o vivir en Gandía. Quiero decir ¿quién planea su vida a los diecisiete años? Tsé, qué aburrido. En fin, voy a ir acabando.

¿Y todo esto a qué viene, Luli?, os estaréis preguntando desde hace rato. Pues muy fácil. Que ayer se vino a estudiar a mi casa con Sujeto M (de acoplada, porque en un principio habíamos quedado sólo Sujeto M y yo) y la tía, bajo mi propio techo, se puso más atrevida de lo que tocaría: a llamarme lela todo el rato, a dárselas de lista, a girtarme "de cachondeo", pero que a mí no me hizo ni p*** gracia, a "ahora hacemos esto porque lo digo yo", a "jo, es que sin mí no sobreviviríais"...

¡¡¡ Argh!!! En seguida me hostié y Sujeto M lo notó al instante, pero como ella es un trocito de pan (y bastante influenciable) no dijo nada ni de una ni de la otra. Y a ahí me tenías, echando humo por las orejas, mirándola perrunamente y aguantándome unas ganas locas de mandarla pa su casa, mientras que la guarra de Sujeto B sacaba su "lado-mamá" -de cuando es igual que su madre- y se hacía la dueña y señora de mi cocina. Me dio una rabia... no me atreví a decir nada, de verdad, por miedo a lo que pudiera salir de mi boca (mi lengua viperina a veces me asusta hasta a mí misma), por lo que callé y me centré en las oraciones yuxtapuestas hasta que se tranquilizó (y hasta que me tranquilicé yo).

Es que ya son muchos años tratándola, y aunque desde hace dos años me cae bien y somos íntimas (somos compañeras de pupitre y nos lo contamos todo), a veces no soporto esos arranques de creída que le dan -bueno, ni yo ni nadie, en eso estamos de acuerdo todas las de mi cuadrilla-, porque se vuelve insoportable y parece otra persona. La culpa la tiene su madre, que cuando se hace presente en Sujeto B es mejor dejarla sola hasta que se calma, pero a veces la tienes al lado y apenas puedes reprimir las ganas de soltarle una ostia en todos los morros (que los tiene muy bonitos, por cierto).

Por lo demás, Sujeto B es buena gente: muy divertida, de confianza, parlanchina y alegre. Después de compartir mi día a día con ella durante dos años soy de las que mejor la conocen y hemos pasado por muchas cosas juntas, así que la quiero bastante, pero tiene esos momentos en los que dices... ¡Aléjate de mí ocho kilómetros o te suelto una! Uno de esos momentos lo vivimos ayer en mi cocina. Pero bueno, ella lo sabe compensar.

La admiro mucho, es una chica muy guapa: ojos muy claros, piel blanca y pelo largo y oscuro, con buen cuerpo y una cara casi perfecta -sólo estropeada un poco por los dientes y el aparato-, y, quieras que no... ¡todos querríamos un armario como el suyo!

A pesar de todo, hoy era necesario ponerla a parir, porque lo de ayer me fastidió bastante. Y, quieras que no, es mejor que la ponga a parir yo, que soy su amiga, que no alguien que no la conozca de nada, ¿no?

;)



Besazzos,



*Luli*


P.D.: Sujeto B es la que me atropelló en la nieve y me causó un esguince en la rodilla, por si no lo sabíais.

lunes, 25 de febrero de 2008

Me miran raro



Hola a todo el mundo.

Después de narrar la larga y complicada historia de amor entre dos profesores, vuelvo a la normalidad con noticias de mi vida.

Bien, en estos momentos estoy todavía sumergida de lleno en el interminable mar de los exámenes (me quedan seis, tres de ellos esta semana), pero voy algo más relajada, de modo que me he prmitido pasarme por aquí para sacar este precioso loft a flote. He tenido algún visitante nuevo que otro, pero no sé qué es lo que ha estado pasando con el contador de visitas en mi ausencia, porque me ha estado dando problemas. Lo he tenido que borrar y poner uno nuevo -más feo, por cierto, es una lástima que no estuviera el diseño que a mí me gustaba-, lo he dejado en 650, que es más o menos donde se había quedado. ¡A ver si la cosa sube, que tuve una temporadita increíble! Será cuestión de promocionarme por ahí...

En fin, volviendo a mi vida, hoy quería hablaros acerca de dos chavales que, emulando el título, me miran raro. Cuando digo raro no quiero decir mal, entendedme, pero es que hay algo en ellos que me intriga y, al mismo tiempo, me irrita.

La historia empezaría más o menos este verano, cuando empezaron a venir a mi finca todas las tardes para ir a la piscina, porque tienen un amigo que vivie allí desde siempre. La verdad, nunca me había fijado en ellos: sólo me sonaban de vista porque de pequeños (esto es, de siete a diez años, más o menos) iban conmigo a clase de solfeo. Pero sólo durante dos o tres años, nada más, y de todos modos nunca tuve relación con ellos. Eso sí, ambos tienen un año menos que yo.

La cuestión, que me olvidé hasta, lo dicho, este verano porque los vi un par de veces rondando por la finca. Uno me llamaba especialmente la atención porque a mi hermana le gustaba y yo me aprovechaba para pincharla. Además, mi hermana y sus amigas (cuadrilla de pijas sin valores) se juntaban con ellos algunas tardes, así que los conocía de eso y nada más. Poco después, el que le gustaba a mi hermana se echó novia y mi hermana perjuró que ya no le gustaba (claro, qué iba a hacer), así que lo dejé estar.

Un sábado de tantos este verano, en la discoteca (yo iba achispadita, todo hay que decirlo), de repente viene y se me acerca el otro (no el que le gustaba a mi hermana). Me quedé extrañadísima, pero bueno, el tipo me vino con un madrileño o así que me quería conocer. Yo le sonreí y le dije:

-Ya, ¿pero tú quien eres?

-Sujeto A, íbamos de pequeños a música.

-¡Ah, sí!

O sea, que el tío se acordaba. Me resultó raro, pero yo cumplí: les di dos besos a los dos y me largué a otra cosa, mariposa. Supongo que le debí gustar al madrileño ese chiquitín, y se lo debió decir al Sujeto A, que era su amiguete, que, como me conocía de un pasado remoto, accedió a presentarme.

Pero bueno. Después de eso, ya no he vuelto a saber nada más de ninguno hasta ahora (ni del que le hizo tilín a mi hermana ni del de la discoteca). Aunque, eso sí, he de añadir que los dos son los caprichitos de varias amigas mías, son los llamados "yogurines", porque tienen un año menos. Uno aún está con la novia, y el otro lo dejó hace poco, pero mis amigas siguen erre que erre: que si míralos que monos, que si no están para comérselos. Hm... monos son, pero tampoco son tan, tan, como fantasean ellas.

En fin, contado el prólogo, a lo nuestro. Resulta que, no se por qué, pero los dos chavaletes me miran raro. Cada vez que me cruzo con ellos por el instituto, se me quedan mirando, los dos, sincronizados. Esto sucede varias veces al día, porque estoy en el pasillo de arriba del todo y tengo que desplazarme para algunas asignaturas y exámenes, mientras que ellos, que son de primero, están durante el cambio de clase en el pasillo central, donde, la verdad, hay bastante mogollón. Yo al principio no me daba ni cuenta, pero un día empezó a darme esa sensación tan extraña (pero cierta) de cuando alguien te está clavando los ojos en la nuca. ¿No os ha pasado nunca? Que, a pesar de que no sabes a ciencia cierta que alguien te está mirando, lo notas, te vuelves y, efectivamente, acabas de ser objeto de estudio por parte de alguien.

Pues eso, me giré y allí estaban los dos, mirando descaradamente. Y cuando se dieron cuenta de que los había pillado, ¡pam!, en seguida disimularon e hicieron como si nada. Claro, a partir de ahí, una empieza a fijarse un poco más, y me fijé, me fijé: lo he confirmado, los dos "yogurines" me miran cada vez que paso por delante de ellos. Me resulta incómodo, porque no puedo evitar calentarme la cabeza: ¿les he hecho algo que les haya molestado? ¿Se ríen de mí a mis espaldas y por eso cuando paso me miran, para confirmarlo? ¿Les caigo mal? ¿Les gusto? ¿...?

A ver, lo primero es bastante improbable porque ni los conzco ni tengo relación con ellos, no puedo haber hecho nada que les haya molestado (al menos, directamente). Lo segundo... hm... podría ser, pero tampoco los he visto nunca riéndose burlonamente, ni tan siguiera hay ironía en sus miradas (o sea que, en caso de ser esta opción la verdadera, son unos maestros escondiéndolo, lo cual también resulta un poco descabellado). Lo tercero... si puedo caer mal de vista, pues imagino que sería una opción factible, pero tampoco me miran ceñudos ni nada por el estilo. Lo último, que si les gusto... imposible saberlo. Uno tiene novia, el otro no (el de la discoteca). A lo mejor le gusto a ese o algo, y se lo ha dicho al amigo, pero, no sé...

A veces incluso me persiguen, me doy cuenta. Cuando tengo examen y me dirijo al aula de exámenes, esperando en el pasillo a que venga el profesor a abrirla, ellos se acercan disimuladamente y van al baño -es decir, pasan por delante- o hablan con alguna amiga mía a mi lado, que se conocen. Y yo paso bastante, pero, joé, es que me intriga y me molesta al mismo tiempo, porque no es eso que dices: Luli, que sólo te han mirado una o dos veces por casualidad, no, es que es CADA VEZ que paso por delante, sin fallar ni una. Y me siento hasta incómoda cada vez que tengo que bajar las escaleras, y no tengo por qué.

Además, normalmente aparto los ojos (porque, repito, me siento incómoda), pero las cuatro o cinco veces que he decidido aguantarles la mirada, en seguida han bajado la vista. Y así llevo ya desde octubre, más o menos.

Y eso, que me miran raro y no sé qué pensar al respecto, pero es evidente que a estos les pasa algo conmigo, ya sea bueno o malo, y estoy ralladísima. Me gustaría averiguar qué narices les pasa a estos por la mente, pero parece ser que me tendré que aguantar. Pf...

¿Alguna idea? Me abro a sugerencias.


Besazzos,


*Luli*

sábado, 23 de febrero de 2008

Sobre amores imposibles III



Hola a todo el mundo.


Aunque cada vez somos menos -igual como mis visitas a este fabuloso loft internetarial por culpa de los exámenes- vuestra autora favorita -esto es, yo- sigue dispuesta a daros la tabarra en cuanto le surge un ratito -antes de salir de fiesta-. Yo sigo bien, gracias por preguntar, y precisamente por eso quería demostrarlo concluyendo de una vez por todas la difícil historia de amor entre Sujeto P y Sujeto I inventada por mis compañeros y yo (aunque debo remarcar que hace como tres semanas que Sujeto I, alias la practicanta, acabó sus famosas prácticas y se largó para, tal vez, no volver jamás.



TERCERA PARTE: ¿ELLOS?


Los que se pelean, se desean y los que no, se morrean. Esto es una verdad como una catedral que me han enseñado desde pequeña. ¿Quiénes? Pues... individuos varios, tales como compañeros, padres, profesores, amigas pinchonas... vamos, varios. Partiendo de este statement, como dirían los doctos anglosajones, voy a proceder a analizar el comportamiento de ambos Sujetos (P-I) en relación a su convivencia en clase durante las tres semanas que Sujeto I compartió con nosotros (dulces retoños, jeje). Bien.


Érase una vez, hace mucho, mucho, mucho, mucho, pero que muuucho tiempo (un mes y dos semanas, aproximadamente), Sujeto P -cap 1- y Sujeto I -cap 2- se conocieron. El primer día, Sujeto P y Sujeto I parecían amiguísimos: él se mostraba preocupado por si ella veía bien la pantalla de las diapositivas, allá desde el quinto ostio, y ella, aunque no veía una mierda (con perdón) le decía que sí a todo. El segundo día, también. Incluso el tercero.


El cuarto día, la cosa cambió. Parecía ser que lo que en un principio había resultado una estrecha relación profe-practicanta había llegado a su fin. Sí, porque, de pronto, el profe dejó de darle un trato especial (para él todos somos irritantes, es su palabra favorita) y comenzó a tratarla como una alumna. Bueeeno, como una alumna tampoco, porque ella, como ya he dicho anteriormente, era como una pececita con cara de empollona, que no hacía nada excepto apuntar sobre su odioso bolso azul y aburrirse. Le hacía preguntas que ella respondía en seguida, o dejaba frases en el aire para que ella las completase.


-Aquí tenemos la cabecera del edificio -en realidad mi profesor habla en valenciano, pero bueno-, con tres absis semicirculares comunicadas por un...


-Deambulatorio -ella, rápida.


-O girola -él, pincha.


-Sí, sí, claro.


Y así bastantes días. Uno de tantos, a la hora del recreo, nos la encontramos sola, comiéndose un paquete de rosquilletas tristemente. Alguien entabló conversación con ella -yo no, le guardo rencor por el bolso: me llegó muy hondo que no se lo cambiara ni una vez-, que cómo estaba.


-Bien...


Imagino que acordándose de todos los antepasados de mi profesor, por tenerla ahí solita y no ayudarla a integrarse un poco o, por lo menos, invitarla a un café en el bar. En mi clase en seguida tuvo lugar el pistoletazo de salida: comenzaron los rumores.


-Debe ser que se gustan, por eso no se hablan. Él tiene vergüenza de acercársele y va de guay.


-No, no, la tímida es ella, que ha visto que lleva dos anillos de casado y se ha rajado -eso es verdad, mi profesor es viudo y recasado. Hay que ver.


-Que no... que él la provoca en clase y, además, tiene pinta de mujeriego.


-Bueno lo que es seguro es que ella está coladita por él, si no no lo aguantaría todos los días en clase.


-Perdona, bonita, pero yo también lo aguanto todos los días en clase y no estoy coladito por él.


-Que nooo... que es él, que va de guay.


-¿Pero no habíamos quedado en que era ella quien estaba por él? ¿O era él el que estaba por ella?


-Debe ser que se gustan, por eso no se hablan.


Ahí comenzamos a fijarnos en el mutuo comportamiento, pero tampoco esclarecimos nada. Poco después, comenzaron a picarse. Ella se puso a "enseñarnos" el Renacimiento y a cada cuadro que comentaba, él tenía que replicar por lo bajini:


-No, no, espera, ellos todavía no saben lo que es el punto de fuga, no lo des por hecho.


A ver. ¿No está ella dando clase? ¿Para qué te metes, ostia? Pues nada, el tío ahí, corrigiendo cada frase y negando irónicamente a cada palabra que la muchacha decía.


-Hay tema, hay tema -nosotros, cada vez más emocionados-. Los que se pelean, se desean.


Y digo, "los que" porque ella tampoco se callaba una. Y ahí los tuvimos, durante tres semanas, discutiendo formalmente -abiertamente no, siempre con sutileza- sin parar. No tuvimos remedio, hubo que aceptarlo: había demasiado pique.


Incluso ahora, un mes y dos semanas aproximadamente después, que todavía alguien de mi clase suelta de vez en cuando una tosecilla áspera que suena así como un canturreo: "Los que se pelean, se desean y los que no, se morrean". El profesor nos mira peligrosamente y contempla nuestras caras inocentes. Silencio. Se vuelve para seguir con las diapositivas y... risas.


Ay, señores, el amor, que lo complica todo.


Fin


Besazzos,


*LuLi*

domingo, 17 de febrero de 2008

Sobre amores imposibles II



Hola a todo el mundo. Sigo con la historieta.



SEGUNDA PARTE: ELLA



¿Quién es ella? Nos preguntamos todos cuando, un día cualquiera, la vimos esperando apoyada sobre la pared del pasillo, delante del aula de Audiovisuales.

-Ella es Sujeto I, una chica que ha venido a hacer unas prácticas y estará con nosotros durante una temporada -nos la presentó Sujeto P con su habitual indiferencia.

Sujeto I, Sujeto I... una personita muy curiosa. Baja, rellenita, con gafas y con un peinado imagino que "moderno", aunque extraño de veras, con todos los mechones alborotados. Unos veinticinco años, más o menos (advierto que soy muy mala adivinando la edad de las personas, pero siempre lo hago lo mejor que puedo). Rubia ella. Con cara de lechuga.

Empezó la temporada con tranquilidad: el profesor la situaba al final (del final) de la clase -en el quinto ostio, para que nos entendamos-, de manera que todos nos dimos cuenta en seguida de que le iba a costar un huevo pillar sus explicaciones, más que nada porque... ¡por algo Sujeto P es El Murmurador!. Al principio ella era... pasiva, para decirlo de algún modo. Absolutamente invisible, que no notabas ni su presencia de lo calladita que estaba, allí, quieta en su rincón, con un boli y una hoja de papel en blanco... sacado de un bolso gigantesco. Odio ese bolso. Y no porque sea suyo ni nada de eso, no, mi odio tiene una explicación absolutamente racional: es igual que mi mochila, pero en azul. Mi mochila es verde.

De verdad, no soporto a la gente que lleva la misma ropa que yo, es una cosa que me supera. Ropa o complementos, en este caso es lo mismo. Y ahí te la veías todos los días, a la tipa, con el mismo puñetero bolso azul de Jordi Labanda colgado del hombro. Y yo pensando "¿Pero no tendrá otro?" o bien "Hoy no le combina con la ropa. Va de morado y gris, no sé a qué narices viene el bolso azul a cuento". Pues nada, ella era A, B y C, como los niños, de su enorme bolso azul no la sacaba ni el mismísismo Papa de Roma aunque hubiera venido a posta. Si hubiera tenido otra mochila, creedme que la habría usado, pero como a mí me toca una por curso (y sólo si las estropeo) pues me tuve que aguantar. Y ahí nos tenías a las dos Labandas: una de verde y la otra de azul. Uy... ahí ya me tocó los cataplines la muchacha.

En fin, pasando, que al cabo de una semana o así de su presencia "pecina" (porque ella era como la mascota de la clase, el típico pez que no hace nada excpto compañía), el profesor, es decir, Sujeto P, empezó a tratarla como si fuera una alumna más -remarco que en mi clase somos quince y sólo hay dos chicos, de ahí el "alumna" y no "alumno"-. De vez en cuando le lanzaba preguntas-trampa, y treinta pares de ojos en seguida se posaban sobre ella para observar cómo afrontaba con valentía la situación y respondía sin dudar. De la confianza obtenida se atrevió a más, pues de vez en cuando incluso corregía al señor profesor, osando lo que ninguno de nosotros nunca ha osado (o, los que lo han osado, siempre se han llevado alguna respuesta desagradable del amplio repertorio que este guarda bajo la manga).

Pero, de pronto, y a penas sin darnos cuenta, nuestra pequeña Sujeto I creció. Llegó un día a clase y nos soltó por todo el morro:

-Bueno, a partir del lunes que viene las clases os las daré yo. He estado observándoos y me he dado cuenta de que no estáis haciendo ningún comentario. Seguid así, seguid así que cuando llegue el selectivo os vais a cagar -mocosos de mierda, le faltó decir.


Expresión general: (O_O)2 OH MY GOD


Sí, amigos, nos quedamos a cuadros por el tono tan despectivo que nuestra pececita acababa de emplear para dirigirse a nosotros. Nos había dicho la cruda verdad, cierto, pero al parecer ella no conocía toda la historia, porque la batalla que llevamos con el profesor desde principio de curso para que nos pase un modelo de comentario es para contarla (aunque no voy a proceder ahora). Os lo resumo diciendo que hicimos una apuesta y ganaron los que dijeron que no nos lo iba a dar (seis euros, se llevaron).

En fin, volviendo a lo que nos interesa, que nos echó un rapapolvo de cuidao, llamándonos desde vagos hasta ineptos, y naturalmente, sin omitir en ningún momento que nos, ejem, "íbamos a cagar" ¬¬

-Y me traéis los deberes que os voy a poner para el lunes -concluyó.

Y ahí empezó una dictadura en la cual la pececita se transformó en una desgradable tiburona practicanta, que nos hacía leer a todos en voz alta durante horas y horas, que se ponía bizca cuando hablaba, y se enganchaba explicando, de lo nerviosa que se la veía. Una tía por dos reales, como diría mi padre, que, como habréis notado, tiene una frase para cada situación.

A los pocos días propuso una excursión, algo que mi profesor, tan listo él, creo que no se le habría pasado por la cabeza ni en millones y millones de trillones de siglos. Nos repartió unos papeles en los que explicaba la actividad, y mi profesor tuvo que hacer mutis y agachar la cabeza para someterse a "la idea" por primera vez en la historia del instituto, pero nos dejó bien claro que, si alguien tenía alguna duda... se quedaba con ella. Típico, ya lo iréis conociendo. ¬¬U

La lástima es que yo me perdí esa excursión debido al pequeño esguince que me hice el día anterior por culpa del amor de Sujeto B, que me arrastró por delante durante varios metros en las pistas de esquí, por lo que no puedo daros una explicación detallada del evento, aunque me dijeron las que sí fueron (como Sujeto B ¬¬) que el profesor estuvo muy relajado y hasta les hizo una foto con su habitual ironía ("decid co-co-dri-looo"). Es una pena, porque habría podido estudiar mejor el comportamiento de ambos Sujetos (P-I) y ver cómo interactuaban entre ellos fuera del ámbito educativo, pero no pude realizar mi tesis por los ya mencionados contratiempos de salud.

Más cosas... bueno, a partir de ahí la seguridad de Sujeto I fue en augmento y hasta empezó a insultar al personal del instituto cuando un día la dejaron en la calle mientras llovía a cántaros y nadie le abrió la puerta a pesar de sus insistentes llamadas al timbre (que es lo normal). Les dijo de todo a los de secretaría (mientras se desahogaba con nosotros -espero que no les dijera lo mismo en persona-), cosas tan amables tales como "putos cabrones" o "trogloditas desconsiderados y mamahuevos". Perdón por el vocabulario, pero las citas son literales.

Total... que habíamos criado a una auténtica practicanta, que había pasado de no ser nadie a ser una verdadera "profe tocapelotas", como todos los que hay en mi instituto. Y es aquí donde acaba la segunda parte de esta trilogía romántico-dramática-humorística que finalizaré en la siguiente entrega, donde, tras haber conocido a los personajes principales, procederé a... la auténtica historia imaginada por mi clase.

Continuará...


Besazzos,


*Luli*


viernes, 8 de febrero de 2008

Sobre amores imposibles I




Hoy me gustaría escibir acerca de un romance impensable entre Sujeto P (profesor de Geogragfía e Historia del Arte) y la practicanta, Doña I, que, sin rencores, pero... ¡ay, qué mal me cae!

No obstante, para que la historia tenga sentido, es de vital importancia que conozcáis a fondo a los protagonistas de mi relato, por lo que antes de empezar con la historia he de hablar un poco de ellos. Como cuando yo digo "hablar un poco" significa en realidad "parlotear hasta el aburrimiento", pues dividiré la historia en tres partes: la primera, dedicada a Sujeto P, el famoso Sujeto P (toda una revolución en mi curso), la segunda, en respecto a la practicanta, y la tercera ya con la historia.

Procedo.




PARTE PRIMERA: ÉL


Voy a descibir a mi profesor. Éste, como ya he mencionado alguna vez, es un personaje de cuidao. Para empezar, es un tipo alto, rozando el lustro, robusto y, según mi padre, fofo, porque nunca ha hecho deporte. Aunque existen muchas historias sobre él, como por ejemplo, que está forrado, porque tiene una mansión impresionante que yo no he visto porque no sé dónde vive (¿¿¿que no QUÉ???, claman mis amigas poniendo el grito en el cielo mientras me miran con cara de ¿en qué planeta vives, Luli?).

Bueno, a pesar de que nunca he visto su casa, sí que me fijo en la ropa que lleva y, la verdad, el tío no va vestido de la marca Delmer (del-mer-cado ¬¬), sino que viene cada semana con un modelito diferente (sí, habéis leído bien: UN modelo por semana, NO por día) de Adolfo Domínguez, o Guess, o Dolce & Gabbana, o cosas así. Presenta una imagen aseada, el chico, eso hay que admitirlo.

En cuanto a su aspecto... hay muches discusiones en torno a esto (auténticos debates), así que voy a tratar de ser objetiva, no influenciaros y resumir un poco las impresiones colectivas de las personas que, como yo, tienen el honor de tratarle a diario. De ese modo el lector puede sacar sus propias conclusiones.
El colectivo de susodichos que conocen a Sujeto P y opinan sobre su aspecto se divide en varios grupos:

-Grupo A : Pasionales.
Para este grupo, el profesor es una especie de George Clooney: es decir, que se les cae la baba cuando hablan de él (¿recordáis al Chotulus patonis bradpitiano?). Esta gente -suelen ser chicas- son como las alumnas de Indiana Jones, que cuando cierran los ojos tienen pintarrajeadas en los párpados las palabras "I love you". Está claro que no son tan radicales (con mi profe a ver quién se atreve), pero lo harían encantadas. Están, literalmente, enamoradas de él: un cuarentón/cincuentón madurito, vacilón y sexy, con comentarios inteligentes y mirada sarcástica que explica que parece un somnífero. Naturalmente, este punto de vista está algo idealizado, pero la verdad es que casi todos lo están.

Cito:

"Tia, me encanta cuando insulta a Yoel, es que me pierde"

"Dioss... ¡está de toma pan y moja!"

"Quién fuera su mujer..."

"Yo quiero uno..."


-Grupo B: Pelotas.
Este grupo se asemeja bastante al anterior. La principal diferencia es que no evidencian tanto su devoción por el señor Don Maestro, sino que se limitan a moderar su postura, eso sí, siempre defendiéndolo.

Cito:

"¡Que es guapo!"

"No es feo"

"Es atractivo"
"Tiene los ojos súper chulos"

-Grupo C: Escépticas
Este grupo alega que tiene la cara demasiado redonda, que es demasiado peludo y, en general, antepone la antipatía que sienten hacia el carácter del profe, lo cual condiciona las opiniones sobre su físico. Yo creo que dicen que es un ripio porque les cae mal, simplemente.

Cito:
"¿Sujeto P? ¡Argh! ¡Es horrible!"

"Imagínatelo nadando: sería como una bola de pelo flotando en el agua"
"¡Pero si parece un oso!"

"Nonononono, no, no y ¡NO!"


-Grupo D: Indiferentes.
Directamente, les da igual. Cuando les preguntas la opinión te sueltan algo tipo: "puesss... no sabría decirte..." o "Hm... eh... esto...".

Una vez establecidos los cuatro grupos, paso mi crítica personal. Como ya sabéis, es un hombre de unos cuarenta y siete u cuarenta y ocho años de edad, alto, grande, robusto y (según mi padre) fofo. Matizo lo que podáis haber deducido acerca de las citas. Bueno, pues tiene la piel bastante blanca, el pelo es de color gris mezclado con negro y lleva un peinado a lo Cuéntame, que recuerda a los años setenta o así por las patillas, aunque la verdad es que no le quedan mal. Tiene la cara bastante redonda (parece un círculo) y un punto a su favor es que no tiene "claraboyas" en la cabeza, es decir, que conserva casi intacta la melena. Por último, pues mencionar sus ojos que, por mucho que se empeñe el Grupo C, la verdad es que son bastante bonitos: azul claro-gris, escrutadores y cristalinos. He tenido pocos profesores u profesoras con los ojos azules, sólo un interino hace dos años que daba Comunicación Audiovisual.

El punto en contra sería su múltiple vello corporal, visible sobre todo en sus brazos, en sus cejas (las tiene descuidadísimas, es casi uni) y en sus orejas (¬¬). También los pelos que asoman por debajo del cuello cuando lleva desabrochados los primeros botones de la camisa desvelan que es el típico hombre pecho-lobo (pero bueno, al Grupo A esto no parece molestarle mucho, es más, cuando Don Profe se desabrocha los primeros botones de la camisa, en clase no se centran).

Ahora, para ayudaros a formar una opinión, voy a describir su carácter. Uf... esto es casi más difícil que hablar de su físico, pero voy a tratar de resumirlo un poco, porque me estoy alargando bastante.

Veamos... Sujeto P es, ante todo, tremendamente vacilón. Irónico y sarcástico, mantiene esa actitud pasota mezclada con una buena dosis de "Diosss, qué paciencia tengo que tener con ellos" que tan locas vuelve a las del Grupo A y, a la vez, a las del Grupo C. Su humor es negro como el carbón, y abundan en él comentarios sutiles, inteligentes y escépticos, a la par que hirientes. Además, eso hay que saber apreciarlo, porque muchas veces su ironía es tan sutil que pocos la captan (y eso que en mi clase de Geografía somos más de treinta y cinco personas, porque nos juntamos dos grupos), pero yo me considero de las que normalmente pillan sus bromas (más que nada porque mi propia ironía es igual o más suave que la suya, como irá comprobando el lector a medida que regularice sus visitas de este loft internetarial).

Sin embargo, Sujeto P tiene muchas veces los llamados "puntazos", por los cuales te suelta cada cosa que, inexplicablemente, te molesta tanto como gracia te hace. Se queda contigo pública y evidentemente, y entonces la sensación que se te queda es ambigua: por una parte te sientes derrotado y, aunque se supone que en esos momentos deberías odiarle, no puedes evitar admirarle. No sé si me explico, porque es un poco difícil, pero se resume a que, de alguna manera, consigue que, cuando te deja en ridículo, la gente se ría más de su ocurrencia que de tu propia metedura de pata/similares. Pongo ejemplos:

1) En un examen, mientras Sujeto P reparte folios en blanco, el impaciente de la fila del fondo, que parece no percatarse, no para de preguntar:

-¿Dónde hacemos el comentario?

Tras un rato de insistencia, el profe suelta sin alterar el tono de voz:
-Ahí en la pared, que te pilla cerca -carcajada general.


2) Poniendo la fecha del examen:

Él: ¿Va bien el día 22?

Todos: Sí.

Joel: [el típico gordito con gafas, que nunca se entera de la película] Pero si el día 22 es fiesta.

Alguien: Qué va a ser fiesta, Joel, tú estás flipao.

Él: [aparentemente sin prestar atención a la interrupción] Entonces confirmado, ¿no? Venga, pues el día 22.

Joel: Pero que el día 22 es fiesta. Lo tengo marcado en rojo.

Él: Sí, fiesta. El día de San Joel.

[Todavía me salen las lágrimas cuando lo pienso. Dios, casi me asfixié de la risa cuando lo soltó]

3) Hoy mismo. Mi compañera de pupitre contándole batallitas a la de delante. Después de que Sujeto P exigiera varias veces silencio con tono peligroso, a la quinta que la ha pillado hablando le suelta:

-Qué interesante. Me cautiva tu historia, luego me la cuentas a mí también, ¿sí?

La chica, ferviente miembro del Grupo B, después de enrojecer no ha vuelto a abrir la boca durante el resto de la clase.


4) Otra vez hablando. Después de decirle tropecientas veces a dos que se callen, Sujeto P las mira, ya que estaban sumergidas en una apasionante conversación, y señala a una con el dedo índice:

-Tú -dice, acusador.
La chica se paraliza inmediatamente.

-Tú eres la culpable. Sal fuera, habla lo que tengas que hablar con las paredes y cuando acabes, entra.

La chica, casi con lágrimas en los ojos, supercortada.
-No, no, por favor, Sujeto P, me portaré bien.

-¿Lo prometes?
-Sí, sí, lo prometo, lo prometo.

Eh, lo cumplió.

Y es que, en cierto modo, ese hombre inspira un profundo respeto hacia nosotros, los estudiantes. De los que más. Consigue que callemos sólo con una mirada porque ya le conocemos todos bien y sabemos lo incómodo que resulta a veces enfrentarse a él.

Más cosas... su voz es súper grave y cuando habla no se le entiende. Por eso los motes de El Murmurador, o Sujeto P-voz de tubería. Habla en molestos susurros que nadie oye y siempre hace uso de la desesperante muletilla: ¿S'antén o no s'antén?, que es valenciano y significa ¿Se entiende o no se entiende?. La usa, sin exagerar, al final de cada frase. En plan:

-Y, en conclusión, en el norte hace más frío que en el sur, ¿s'antén o no s'antén?

Pero también:

-Bon día, ¿s'antén o no s'antén?

Paradójicamente, cuando habla -los inexpertos desistirían de tener una conversación con él- no se entiende absolutamente de lo que dice, nada excepto el molesto s'antén o no s'antén. Y curiosamente cuando lo dice todo el mundo le responde siempre que sí, aunque muchas veces la respuesta sea negativa. Si lo oyes hablar, es una cosa así:

-bsbsbssbsbsbsbsbsbbsmbsmbsmbsmbsm, ¿s'antén o no s'antén?, bsmbsmsbsmsbsmsbsm...

Esto con su intimidante voz de tubería (:P). Además, con el s'antén o no s'antén hace variantes, del tipo: m'explique o no m'explique u val o no val. Aunque, sin duda, lo peor es cuando lo deja en el aire. Es decir, está explicando y de repente te lo ves venir con el típico s'antén o no s'antén (en una hora te lo puede soltar como media unas ciento cincuenta veces -contadas con palitos en los márgenes de los libros). Pero, sin embargo, Sujeto P te sorprende y sólo dice: ¿s'antén...? Y tu, angustiado, piensas para ti "¿... o no s'antén?", porque suena hasta mal si no está la expresión completa.

Además, mi profesor es tremendísimamente vago. Algunos le llaman Sujeto P el Gos (el perro, vamos). Está explicando en la pizarra y de pronto suelta:

-Uf, qué cansado estoy -y va y se sienta en una silla y cierra los ojos durante un segundo. Luego los abre y sigue explicando sentado.

O, cuando el año pasado sólo éramos cinco en su clase, mientras hacíamos los exámenes él se sentaba como el típico jefazo: con los pies encima de la mesa. De hecho, es de los que cuando vamos a ver una película él se coge tres sillas para él: una donde se sienta, y otras dos más para las piernas.

Y descarado es un rato. A veces se trae un chupa-chups y se pone a explicar o a dictar, y justo cuando estás de lleno metida en la tarea, notas que para de hablar y te preguntas qué pasa. Levantas la vista y te lo ves dándole vueltas al chupa-chups con todo el morro del mundo, pasando de las treinta y cinco personas que están contemplándole estupefactas, esperando a que decida seguir dictando. O un chicle, que es más fuerte aún porque se pone a hablar y de repente dice "esperad un momento". Hace un globo gigantesco, lo explota, lo sorbe delicadamente y continua. U el móvil, que cada vez que le llaman lo coge delante de todos sin pudor alguno y habla como si estuviera solo. Una vez se pasó un cuarto de hora (cronometrado) hablando con su mujer: "vale, yo recogeré a la niña", "¿qué has dicho que harás para comer?", "besos, yo también te quiero". ¿Eso dónde se ha visto, señores? O_O

¡Y patoso! Que una vez se tropezó con una silla y se abrió un agujero enorme en un camal del pantalón, que estuve tres días tratando de no prorrumpir en risitas tontas en su asignatura. O cuando rompió el mapa que traía todos los días a clase, y lo -literalmente- pataleó con rabia y amenazó con quitarnos medio punto si nos reíamos.
Como ya he dicho, todo un personaje.

En fin, voy a redactar mis conclusiones generales, que el lector podrá compartir o distar de ello tras haber conocido a tan profundo, pragmático y singular profesor. Bueno, pues creo que nos encontramos ante el típico caso de profesor interesante, que algunos consideran guaperas y otros no (no me incluyo en ninguno de los cuatro grupos del colectivo) y que, como ya comenté en alguna ocasión, necesitaría varias entradas para él solo. Creo que Sujetos Pes sólo hay uno y que, como tal, pertenece a un caso extraordinatrio dentro de la variada fauna de profesores raritos que se cuentan en mi recopilatorio.

Con esto concluye la primera parte de la inminente historia de "Sobre amores imposibles". El próximo fascículo será Doña I, la practicanta, de la que, como la conzco desde hace poco, no podré profundizar tanto, por suerte. Espero no haberos cansado demasiado con todo el rollo de Sujeto P, pero como veréis, una misma persona puede tener innumerables facetas. Cuidaos de él, ;)

Continuará...


Besazzos,

*Luli*

sábado, 2 de febrero de 2008

OTRA VEZ Señor D


Diossss

No hay manera de librarse. Señor D la ha tomado conmigo. A esto, amigos, ya no se le llama un mal día, no, se le llama llevar la negra u, en su defecto, una muuuy mala racha.
Desesperante.
Agonizante.

Apestante.

Puaj!

¿Que qué me pasa? ¿Que QUÉ me pasa? Nada, nada, qué me va a pasar. Sólo un bobo esguince de rodilla, con sus consiguientes cinco días de reposo. ¿Que cómo ha sido? Empiezo desde cero.

El jueves me fui a la nieve con el instituto. Sólo para un día, pero valía la pena ir porque estaba tirado de precio. Además, era una excursión de Educación Física y yo soy del grupo de Sociología, pero como faltaba gente pues me apunté igual.

Empezó el día genial. Nos tuvimos que levantar pronto (a las 5) para estar en la parada del autobús a las seis. Era en Valdelinares, Teruel. Tras unas tres horas dentro del autobús, llegamos a las pistas. Son chiquitinas pero no están mal. Yo, además, resulta que soy de las pocas que sabe esquiar (nivel medio, paralelo bien pero sin mucha confianza -menos aún después de que el año pasado me partiera la mano haciendo snowboard, que así es como empecé el blog-).

La cuestión, que estuvimos unas dos horas con los monitores (ni siquiera eran guapos, jooo) que, bueno, eran majetes (el mío no paraba de decir que todos los de mi grupo esquiábamos fatal). ¬¬

Cuando al fin nos dejaron solos, pasamos el resto de la mañana esquiando. Yo iba con dos amigas, Sujeto D y Sujeto B, que, aunque sabían menos que yo, no lo hacían taaaan mal como los otros, que no sabían ni lo que eran unos esquís. Fuimos por azules y una roja facilita.

Comimos y todo iba estupendamente. Yo no me había pegado ningún trompazo (las otras dos sí, a cada cual más impresionante: una se hundió por completo en la nieve -estuvimos dos horas buscándola- y la segunda se cayó nada más y nada menos que del telesilla en plena altitud -de morros-. Ambas sanas y salvas). Charlábamos, reíamos, vamos, lo basábamos bien.

A nuestro alrededor la gente del grupo N (de novatos) venía con cara de dolor: uno se había estampado contra un árbol, otro se había llevado a cuatro por delante... Todo eran risas y cachondeo. Poco iba a durarme la tontería. ¡Si lo hubiera sabido...!

Después de comer, insistí a mi amiga Sujeto B (la del telesilla) para que bajáramos una roja preciosa, ancha, larga y, vale, lo admito, más inclinada. Sujeto D no quiso acompañarnos porque había estado discutiendo con su novio por teléfono y se le vino el buen humor abajo. Prefirió quedarse con los N. Así que Sujeto B y yo partimos solas hacia la aventura.

He de matizar que Sujeto B era algo kamikaze, de repente se embalaba y te pasaba a 200km/h sin control, además de que estuvo tres veces a puntito de chocar conmigo, aunque al final no pasó nada. Yo, que me lo veía venir, le dije que fuera ella delante, pero no se atrevió, de modo que accedí a precederla siempre y cuando:

a) Siguiera los giros que le iba marcando de punta a punta de la pista.

b) Gritara si iba a embalarse.

c) No se embalara.

Estuvo de acuerdo. Y bajamos. Al principio fue estupendo, yo estaba disfrutando de lo lindo, pero de pronto ella perdió el control, a mitad de pista, y... ¡BOUMM! Lo último que vi antes de la nieve fue su cara descompuesta, chillando. Sí, habéis acertado, se había embalado y la colisión fue brutal, completamente de frente conmigo. Yo, que iba tan tranquila, varios metros por debajo de ella, canturreando y marcándole unos giros amplios y fáciles... de repente me vi, sin saber cómo, atropellada por Sujeto K (de kamikaze) y rodando y rodando. Cuando me pude poner de pie me di cuenta de que no podía mover la rodilla sin que me doliera.

Hubo dos aspectos positivos dentro de la desgracia:

1) Un monitor pasaba por ahí justo en el momento del accidente, lo vio todo y se ofreció a avisar a los servicios sanitarios.

2) Caí justo al lado de una caseta de telesilla que había a mitad de pista, de modo que sólo tuve que subirme cuando llegó la chica-esquiadora-rescatadora y esperar a que me llevaran a Enfermería, donde un señor árabe me puso una venda y me indicó que tenía un esguince.


Luego me fastidié. Me fastidié porque era la única que tenía un esguince (sí, todos los demás se habían arreado unos batacazos de concurso pero estaban ilesos) y, porque encima, yo era de las únicas que sabe esquiar. También me fastidié porque tuve que repetir ochenta veces lo ocurrido y porque algunos me llamaron "patosa" antes de saber qué había sucedido. Luego se tragaron sus palabras, me pidieron perdón y llamaron "patosa" a Sujeto B, que se sentía culpable.

Aunque ella fue la causante, la verdad es que se portó bien: cargó con mis esquís, los devolvió y me trajo los zapatos del autobús. Además me apoyé sobre ella y me dio galletas. Pero ella se fue de excursión el viernes a Valencia (es que teníamos dos seguidas) y yo me tuve que quedar en casita, sin andar.

Y ella hoy saldrá por la noche y yo me tendré que aguantar con cualquier peli que echen hoy en la tele. No le guardo rencor (fue un accidente) pero habría bastado con avisar... jopé.

Me NIEGO a ir el lunes al instituto con muletas. Y PASO de estudiar (ya estoy de exámenes otra vez, menudo coñazo). Pero ante todo... SEÑOR D, POR DIOS, YA ESTÁ BIEN DE JOROBARME.
En serio, voy a pensar que me tiene manía.


Besazzos,


*LuLi*



PD: Voy a estudiar, que esta semana tengo dos chungos. ¡Señor D, ahora si te parece me los suspendes, hombre ya!