martes, 21 de diciembre de 2010

Guantes peludos, mujeres lentas y el chico vampiro





Queridos lulilectores...

Vaya un título más singular, ¿no? Es un cúmulo de cosas que me han estado pasando últimamente.

Lo de los guantes peludos ha sido esta mañana: he salido a hacer las compras navideñas, a última hora, como siempre (hay una tradición que mantener), y resulta que me he puesto por primera vez unos guantes que me compré hace siglos, pero que todavía no había estrenado. Es que esos guantes, a pesar de que son muy calentitos, tienen un ENORME problema: que son DEMASIADO peludos, y es que, en serio, solo con mirarlos ya sueltan esa horrenda pelusilla blancuzca que después se queda pegada en todas las chaquetas, que parece que vivas con ocho gatos.

La mañana de compras hubiera transcurrido con bastante agilidad de no haber sido por el contratiempo de las mujeres lentas (segundo apartado del titular), que, no sé por qué, siempre vienen a mí como moscas a la miel. Mira que hay cantidad de viandantes por las calles, y multitud de personas que te rodean mientras paseas por el centro de una ciudad como es Valencia. Bien, pues TODAS las señoras mayores de quinientos años que hoy han salido a la calle a tomar el fresco se han pasado la mañana rodeándome. Porque, ahora en serio, ¿acaso hay algo más divertido que bloquear el paso a una estresada Luli en una húmeda mañana de diciembre? Por culpa de incalculables nonagenarias he tenido que esperar todos los semáforos en rojo, cuando a una velocidad normal (normal es a menos de ocho minutos por paso) hubiera realizado todos los encargos en menos de una hora. En fin, no vale la pena mosquearse a estas alturas de la vida (las doce de la noche), porque es Navidad y tenemos que ser generosos con nuestros congéneres, aunque sean SEÑORAS QUE TENDRIAN QUE ESTAR EN EL BINGO Y NO BLOQUEANDO EL PASO A LOS DEMAS CUANDO TIENEN TODA LA CALLE LIBRE PARA PASAR.

No lo pienses, Luli, no lo pienses.

Para cambiar de tema, y pasando al último punto de hoy... ¿quién es el chico vampiro? Pues no lo sé, pero constato (de nuevo) que siempre me estoy encontrando con gente interesante por ahí. Al chico vampiro solo lo he visto dos veces por Valencia, pero eso ya es decir, porque con la de gente que hay por ahí, es muy extraño ver caras repetidas en el ámbito que sale de tu rutina cotidiana. Y, por si eso no fuera ya bastante casualidad, también le vi las dos veces en la misma semana, lo cual debe ser una señal de algo, por eso lo comento, para que después no se me olvide (¿por cierto, os conté lo de que este año tengo a un pelirrojo en mi clase que se apellidaba igual que el pelirrojo del tren? Tengo que revisarlo).

En fin, al grano que se me va el santo al cielo. Resulta que la semana pasada iba yo tan tranquila en mi autobús hacia clase, cuando me empiezo a fijar en un muchacho que, aunque no es guapo del todo, me llama extraordinariamente la atención. Iba vestido de forma muy elegante: no con el típico traje de chaqueta, sino con unos vaqueros ajustados, zapatos brillantes, una camisa ceñida por un chaleco satinado y una corbata. Iba súper concentrado leyendo un libro (puntos a favor), aunque no le terminaba de ver la cara en ningún momento, porque tenía el pelo larguito así por los hombros y muy rizado. Me pasé el viaje observándole de reojo, y digo que se me antojó un vampiro por lo blanco que era de piel, y por su estatura larga y escuálida. Se bajó unas cuantas paradas antes que yo.

No volví a pensar en él, pero dos o tres días después me lo volví a cruzar en la estación de tren, cuando yo iba para casa. Esta vez le vi con gafas a lo retro, y me lo crucé directamente: el mismo ¿uniforme? de camisa, chaleco y vaqueros, y la misma cara de vampiro. Ahí sí que me quedé un rato pensando en él, notablemente sorprendida, y lo primero que pensé fue que os lo iba a contar a vosotros, ya que sois los depositarios de mis paranoias mentales más profundas...

Y esto es lo más interesante que me ha estado sucediendo en los últimos días, bueno, esto y que asistí a una tutoría con el don profesor Sujeto G, al que le mandé en un arrebato de tontería una nota navideña en mi primer año de universidad. No me preguntó el nombre, solo mi ciudad de procedencia, y yo di gracias al cielo porque si se acordara a mí me daría un patatús (o dos). Aunque, ahora que lo pienso bien (y después de haber tenido la oportunidad de conocerle -ha sido, con diferencia EL MEJOR profesor que he conocido en la facultad-) prefiero habérselo mandado a él que a otro, porque hubiera podido ser mucho, muchísimo peor. Es muy simpático, ocurrente y gracioso, así que quizá en aquel momento se lo tomó con humor, no lo sabría decir.

OH, DIOS

En qué de marrones tontos me meto siempre sin necesidad alguna. En fin, lo voy a dejar aquí por hoy porque es tarde. Pero tengo una buena noticia (por lo menos de momento): cuando pasen Navidades y haya hecho mis exámenes de enero, dejaré atrás toda la locura bloguera que me ha acosado durante este cuatrimestre, así que es muy probable que vuelva a escribir con mayor asiduidad, por si aún le interesan a alguien mis andanzas. Pero no prometo nada, que después me tengo que morder la lengua ;)



Besazzos,



*Luli*

2 comentarios:

Teresa dijo...

Y yo te esperaré después de fiestas! jejeje

Yo tengo imanes siemrpe para camiones, furgonets y demás cuando conduzco... y es que cada vez me doy ás cuenta. Mi novio vive a 45 min en coche de aquí y cada vez que voy a su casa... puuuuuuuuuuuuf acabo tardando una hora por un lentorro.

Eso sí, por lo menos parece que ya se me ha quitado el imán para los accidentes de tráfico, que siempre llegaba después con el atasco :S

besazos luli

Luli dijo...

El mundo se empeña en que no lleguemos nunca a nuestro destino... En fin, habrá que tener paciencia. =)

Un enorme besazzo!!