Queridos lulilectores...
Sé que me tomaréis por una embustera sin credibilidad, porque siempre ando diciendo lo mismo: "Ahora no tengo tiempo, actualizaré más adelante, blablablá..." Vaya, los más antiguos seguidores ya me conoceréis, y sabéis que no lo hago con mala intención (de verdaaaaad!!).
La cuestión: sigo con mi veraneo habitual, que equivale a trabajo de dos meses y estrés (no paro T.T). Este año vuelvo a estar en la tienda de ropa de la playa de mi pueblo, al lado de la farmacia, y la cosa sigue como cada año, la verdad. Un calor tremendo, mañanas libres para poder tomar el sol y las mismas caras de todos los veranos.
Como sé que os gusta el morbillo (somos humanos), os cuento algunos de mis últimos escarceos "amorosos" (lo pongo entrecomillado porque no son amorosos, pero va por ahí la cosa). Y, un año más, aunque creo que nunca llegué a decíroslo, se trata del Chico Kawasaki.
Puede parecer un mote cool, pero, sinceramente, ni el mote ni el chico lo son en el sentido más estricto de la palabra. El Chico Kawasaki (para abreviar, CK -y no confundir con Calvin Klein, por el amor de un pato ciego-) es un maromo platonizado que protagonizaba todos mis veranos... hasta el año pasado. ¿Por qué hasta el año pasado? Puede que os preguntéis. Muy sencillo, porque el año pasado fue el único en el que no trabajé en la tienda, sino en el supermercado de cajera, así que le vi en contadas ocasiones.
Pero, anteriormente, yo me pasaba la vida mirándolo. Como puede parecer evidente, lo primero que me llamó la atención de él fue su moto (ejem -Kawasaki, obvio-), y luego su estatura, ya que fácilmente medirá dos metros y pico. Soy mala calculando edades, pero le echo sus veinte avanzados, no creo que ya esté en los 30. No es guapo. Es muy espigado y tiene cara de empollón, con gafitas y aires despistados; pero no deja de resultarme interesante, y no sé por qué. Quizá por la moto. Porque he visto su coche (rectifico: reconocería su coche entre centenares) y es una cutrada. Ahora, la moto no, ¿eh? La moto "mola".
Y él mola cuando se sube a su moto. Me sé su horario de memoria, de otros veranos: no ha cambiado. Y no he hablado mucho con él: antes iba a la farmacia bastante, solo para verle, y ahora lo pienso (yo era joven e inocente) y seguramente hacía bastante el tonto, así que, desde hace un par de años, limité mi número de visitas a la farmacia de la playa a 2 en todo el verano (este año no tengo ninguna programada). Él es o muy seco o muy tímido. Y algo antipático, porque aunque nos conocemos de vista (obvio) porque llevábamos nada más y nada menos que 2 veranos siendo vecinos, pero nunca dice esta boca es mía, ni para saludar. Y claro, una se mosquea.
Aun así, tontear es divertido. Porque el tipo, ni corto ni perezoso, aparca la moto casi todos los días (o el coche, en su defecto) delante de la tienda, NO de la farmacia, que está al lado, y cuando termina la jornada (a las 8.30, que yo aún estoy trabajando) siempre suele echar un vistazo al interior de nuestro establecimiento "como quien no quiere la cosa". Y cuando lleva la chupa de cuero está como más "sexy", algo más macarrilla, aunque sin que termine de abandonarle del todo ese aire correcto que le caracteriza: por ejemplo, detalles como llevar la camisa por dentro del pantalón, con su cinturoncito y todo, aunque el pantalón en cuestión sea de estampado militar.
Este año, por ejemplo, estoy debatiéndome conmigo misma, porque he decidido que no me da la gana que me vea (ya hice bastante el ridículo otros veranos), así que cuando suelen dar las ocho y media me escondo por el fondo de la tienda y trato de luchar contra el impulso que me obliga casi a asomarme, por lo menos al cristal, para ver si le veo. Porque a mí, qué queréis que os diga, sí que me gusta intercambiar miradas con él todos los días, y verle subir a la moto, pero tampoco quiero hacerlo tan evidente (aunque ya lo hice otros años, en fin), pero es como una especie de círculo vicioso que no tiene fin...
Bueno, no importa. Esta entrada creo que la he escrito más para mí que por otra cosa, por falta de papel para contarme a mí misma mis peripecias y pensamientos en mi diario personal. Pero si la habéis leído, bien está, aunque notaréis que hoy mis meditaciones van vagando de un lado para otro bastante inconexos.
Me duelen los pies, y hace tiempo que no duermo bien. Espero que estéis pasando un genial verano.
Besazzos,
*Luli*
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