Queridos lulilectores…
He tardado tanto en escribir porque… estoy en Hamburgo! Así que tendréis que perdonarme si observais algún que otro fallo ortográfico; aquí el teclado es bastante diferente.
Y qué demonios hace Luli en Hamburgo? Es una pregunta que seguramente muchos os habréis hecho.
He tardado tanto en escribir porque… estoy en Hamburgo! Así que tendréis que perdonarme si observais algún que otro fallo ortográfico; aquí el teclado es bastante diferente.
Y qué demonios hace Luli en Hamburgo? Es una pregunta que seguramente muchos os habréis hecho.
Pues bien, decidí, de una semana para otra, que me apetecía venir a Alemania a pasar las vacaciones de Pascua, porque me hacía falta un cambio de aires. Cambiar de aires viene bien de vez en cuando. Supongo que, después de pasarme todo un año encerrada en mi pueblo –y predispuesta a que este verano tampoco me podré escapar porque acabaré trabajando como los dos veranos anteriores- pues me venía bien. Descansar de mi vida: de mi familia, de la universidad, de mi hermana, de algunos amigos, de cierto Sujeto... supuse que el frío del norte me sentaría de perlas y me despejaría un poco las ideas.
Me encanta el norte, no sé si sabreis que por mis venas corre sangre mestiza: mi madre es alemana de pura cepa; mi padre es medio valenciano y medio andaluz (mi abuela es de Sevilla), así que yo soy un poco de todo, aunque me considero valenciana. Sin embargo, como iba diciendo, a veces la llamada de la sangre tiene una fuerza superior a nosotros, y algo en nuestro interior se inquieta. Una sensación parecida me acometió la semana pasada, cuando de repente sentí el agobio de la claustrofobia al imaginarme trece días seguidos encerrada en el pueblo o en la playa (adoro la playa, pero es que la veo CADA AÑO), sin más pasatiempos que charlar, hacer deberes, aburrirme y salir cuatro noches de fiesta. Vale, no es un plan taaaaan malo, pero, caramba, es el plan de todas las Pascuas, así que esta vez era necesario variar un poco.
Y así fue. Hice las maletas, ante el asombro de todo el mundo, me gasté un pastón en los billetes de avión (intenta conseguir un vuelo directo desde Valencia o Alicante hasta Hamburgo una semana antes de Semana Santa por menos de 250 euros) y llamé a mi tía para que me diera cobijo.
Ahora estoy en el norte del norte, al lado del mar, con el gélido viento azotándome la cara. ME ENCANTA el norte, tengo una pasión especial por él (de ahí mi amor por la nieve, el invierno y las Navidades). Alemania es un país muy tranquilo: la gente vive en enormes casas con jardín (aun en la gran ciudad) y se acuestan a las nueve o nueve y media. A esas horas aún no es del todo de noche y, cuando miro por la ventana (porque, como es de suponer, me es imposible dormirme a esas horas; estoy puesta a acostarme a partir de las once de la noche), no oigo coches ni motos ni ruidos de vecinos: solo el trinar de los pájaros, en pleno centro.
Me paso las horas (de noche, digo, hasta que me entra el sueño) tumbada en la cama, escuchando música celta en el mp3 y mirando la quietud del jardín por un ventanal sin cortinas, los colosales árboles mecidos por una suave brisa y algunas ardillas saltando de rama en rama. Ahí siento paz, una paz que solo la siento en contadas ocasiones (como cuando miro las estrellas en las noches de verano, mientras todos duermen), y olvido todos los problemas, todos los estreses. Es una sensación maravillosa, no os lo podéis imaginar, no la cambiaría por nada en el mundo.
Pero a parte de mis supernoches, tengo muchas otras cosas que contar; si tenéis ganas y algo de paciencia para leerme os enteraréis de mis aventuras. La verdad es que está siendo un viaje muy variopinto: me está pasando de todo.
Para empezar, vivo en casa de mis tíos y mi primo. Mi primo tiene 12 años y, como es hijo único, es un mandón. Pero eso es lo de menos, yo siempre le dejo que hable y luego hago lo que me da la gana (faltaría más!). Es lo que se podría llamar un friki: superfan de Star Wars, Piratas del Caribe, juegos de ordenador, viedoconsolas... siempre ha estado muy mimado, y no le caben los juguetes en casa (no exagero).
También he conocido a los amigos de la familia: una mujer excéntrica (su ropa es indescriptible) al borde del divorcio que tiene dos hijas, la mayor tendrá la edad de mi hermana (16) y la pequeña es amiguita de mi primo. Fuimos a pasar unos días al mar, en unas casitas que tiene mi abuela en un pueblecito, y allí las traté más. De hecho, trabé más amistad con la pequeña que con la mayor, porque esta es muy tímida y nunca dice nada (y eso que estudiaba español en el instituto y yo le podría haber enseñado algo, pues nada).
Allí me estuve paseando con los niños por los alrededores: horas y horas caminando por caminos y bosques hasta los pueblos vecinos, atravesando prados impolutos y paisajes de película. Me sentía genial, mientras ellos parloteaban sobre el colegio y sus chiquilladas; yo les escuchaba a medias y hacía fotos por doquier. Qué bosques, se me antojaban a la Edad Media, me daba la impresión de que en cada recodo del camino nos iban a atacar unos bandoleros.
Estoy aprendiendo mucho sobre magia alemana también: a cada dos por tres me hablan de tradiciones, rituales de suerte o alineaciones especiales de las estrellas que se supone que tienen un significado especial.
Y, por supuesto, qué sería esta historia sin su lado romántico. Jaja, sí, lulilectores, hay un muchacho muy majo que se ha ofrecido a enseñarme la Hamburger Nacht (o noche de Hamburgo); en concreto, es el primo hermano de mi primo hermano. Se llama Sujeto S y nos conocemos desde niños, pero hacía siglos que no le veía (siete años, creo). El primer día de mi llegada nos topamos en el porche (es que es vecino de mi tía) y me tendió la mano para saludar. Tiene 22 años, es simpático y tiene un coche negro impresionante. Pero eso es lo de menos, juas. Me ayudó a programar la televisión de mi dormitorio (que solo pillaba el Eurosport) y estuvimos charlando diez minutos sobre nuestras vidas y los viejos tiempos (mi primo también presente, se debió sentir raro).
Y... de momento esto es todo, queridos. Si tengo ocasión de volver a conectarme para contaros mis movidas lo haré, no os quepa duda, y si no pues ya os resumiré el final de mi estancia hamburguesa cuando vuelva a Valencia.
GRANDÍSIMOS BESAZZOS!!
*Luli*
3 comentarios:
Me alegro mucho por ti Luli! Y qué envidia me das! jejejeje
ME alegro de que estes tan bien por alli! De vez en cuando unas vacaciones de ese tipo vienen de perlas!
un besitoo
¡Hola, lulilectoras!
Muchas gracias por vuestros comentarios, llegué ayer por la mañana pero no había encontrado aún un hueco para responderos.
Sí, la verdad es que lo he pasado genial, a ver si pillo en breve un momento para relatar el final de mis vacaciones norteñas y seguir informando sobre mi vida.
¡Espero que hayáis pasado tan buenas pascuas como yo!
Besazzos!!
=)
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