lunes, 27 de abril de 2009

Man trifft sich immer zwei mal im Leben



Queridos lulilectores...


Sé que os habéis estado preguntando: ¿pero esta chica dónde se ha metido?


Pues bien, regresé hoy hace una semana de mis vacaciones en Hamburgo, y entre unas cosas y otras no he tenido tiempo para dar señales de vida. He tenido un mes ajetreado, vaya que sí.


Lo único que puedo hacer es resumiros lo mejor que sepa (pero lamentando tener que prescindir de una crónica detallada) la segunda parte de mis vacaciones y el transcurso de mi semana.


Sobre lo primero no me queda mucho más que añadir: la verdad es que tuve unos momentos estupendos en Alemania (me fui al centro de la ciudad, a un museo de Arte, de compras por sitios de renombre...) y, como prometió, el primo de mi primo me llevó a dar una vuelta por la vida nocturna de Hamburgo con un amigo. Me enseñaron un bar que estaba a veinte pisos de altura, en un hotel de cinco estrellas, con vistas espectaculares sobre el puerto; y también me invitaron a cenar en un restaurante italiano. Después, me dieron la vuelta turística de rigor en coche, con sus apropiadas explicaciones, y, por último, me dejaron en casa a las tres, puesto que me tenía que levantar a las seis para cojer el avión a las nueve. Pero esa noche lo pasé genial, de verdad.


Y con eso acabó mi loca aventura de irme porque sí a otro sitio, para cambiar de aires durante un tiempo. Me vino bien, la verdad, porque aquí, en Tavernes, todo sigue igual que siempre: los moteros macarras haciendo ruido por el paseo, la gente cotilla, los jóvenes descerebrados... todo me parecía muy pequeño y mundano los primeros días. Lo primero que hice nada más llegar fue ponerme con el trabajo atrasado de la Universidad, ahora en mayo me voy a tener que poner las pilas.


Os preguntaréis seguramente qué significa el título de la entrada. Es un dicho alemán que, traducido literalmente, viene a decir: "Todos nos encontramos siempre dos veces en la vida". Lo he puesto porque no vais a creeros lo que me ha pasado.


¿Recordáis que en Navidades perdí la agenda y un alumno misterioso la encontró y me la devolvió amablemente? Pues bien... ¡¡¡no era un alumno!!! ¡Era un profesor! Santo cielo, qué vergüenza pasé el viernes cuando, en la puerta de mi aula habitual, colgaba un cartel con su nombre, que indicaba que estaba enfermo y no podía impartir las clases. Ya me extrañó que su valenciano fuera tan intachable... ¡¡lo peor es que tiene mi número de teléfono, y para colmo le mandé una nota de agradecimiento!! Oh, Dios, voy a matar al espíritu navideño... El panorama cambia totalmente de que sea un alumno a que sea un profesor, imagínate que está especializado en mi carrera o que algún año me toca a mí... no sé si podría soportarlo. T.T


Esta Luli... no para de meterse en líos. Voy a introducir su nombre ahora mismo en el buscador, a ver si me aparece una foto con su cara, o, al menos, alguna referencia biográfica que me guíe para no matricularme jamás en una de sus asignaturas. Solo me queda rezar para que no recuerde nada de lo que sucedió, pero con la mala suerte que tengo seguro que tarde o temprano tendré que tropezarme con él, es que lo veo venir. Madre mía, esto me pasa por ser tan buena persona...


Besazzos resignados,


*Luli*


1 comentario:

Ilusia dijo...

ME alegro de que hayas pasado un buen viaje! Pero ahora toca estudiar jajaja... Qeu remedio ¬¬

Muchisima suerte con los examenes!!

un besoo