martes, 24 de febrero de 2009

A mi gran amiga



Esta entrada está dedicada a mi gran amiga.


La que siempre me anima cuando estoy deprimida.


La que me endulza los momentos más amargos.


La que pinta una sonrisa en la cara cuando no hay más que lágrimas.


La que nunca me ha fallado.


La que me acompaña a todas partes sin quejarse, sin importarle, sin molestarle.


La que se encuentra a mi disposición cuando más la necesito.


A ti, Nocilla, muchas gracias por todos los momentos que hemos pasado juntas.


Qué sería de mi vida sin tu existencia.




Besazzos,


*Luli*

martes, 17 de febrero de 2009

Tengo un problema




Queridos lulilectores...


Hoy, día 17 de febrero, a las doce de la noche, me ha venido la gran inspiración para empezar a relatar la que seguramente será una de mis más complicadas entradas hasta el momento. Sí, lo habéis adivinado: se trata de mal de amores.


Todo empezó aquella inocente noche en la que me quedé a dormir a casa del listo. No sé si mencioné que ya me había estado haciendo tilín; la cuestión es que desde que estuve con él... el muy imbécil me ha embaucado. Embaucado es su palabra favorita, ha conseguido ponerla de moda en mi clase, lo cual tiene su mérito, porque ha enganchado a más de 50 personas con el concepto.


Como iba diciendo... es una historia larga y complicada. Pero me siento valiente, voy a contarla, si os animáis, compartidla conmigo. Y, de nuevo, situamos el punto de partida en la noche en la que dormimos juntos.


Por la mañana quedamos como amigos. "Aquí no ha pasado nada", nos dijimos. Dos besos y adiós, muy buenas, yo no te conozco, y si te he visto no me acuerdo. Desde el primer momento tenía claro que no podía -no debía- encapricharme de él porque tiene novia. En aquel remoto tiempo me pareció súper fácil, sólo era "un rollete más" de tantos. Además, que el tío era un cerdo, le puso los cuernos (hablando clarito) a su pareja y, encima, me reprochó que me escandalizara tanto. Eso, naturalmente, me dio que pensar (en mi fuero interno lo llamaba de todo, porque obviamente yo no podría estar con una persona así).


Pero... bueno, somos compañeros de clase y es inevitable verle todos los días. Hablábamos poco, pero cuando intercambiábamos alguna frase era todo un tonteo. No quise, no quise, no quise, pero en algún momento pasó y ya no pude dejar de pensar en él. Me sorprendía a mí misma en cualquier momento dándole vueltas a su imagen en mi cabeza, en seguida sacudía los hombros y me reía de mí misma. Pero es que cada vez sucedía con más frecuencia.


Supongo que me di cuenta de ello la "segunda" noche que me quedé a dormir a su piso. De esa noche no os he contado nada porque fue catastrófica (así, en mayúsculas, CATASTRÓFICA), pero resumiré los acontecimientos más importantes: no me quedé sola. Se quedaron además mi gran amigo Sujeto G y -atención- Luzía. Éramos, por lo tanto, 4 en el piso. Y... ¿sabéis cómo nos distribuimos para dormir? Os lo diré: Sujeto G y yo en una cama -en su cama- y él y Luzía en el sofá. Repito: él y Luzía en el sofá. Él y Luzía en el sofá. Él y Luzía en el sofá. Él y Luzía en el puñetero sofá, en el salón. Hay DOS sofás, en el salón. Pero durmieron en el mismo. Y yo con Sujeto G en la habitación, a dos kilómetros de distancia (y anoto que Sujeto G es homosexual).


Esa noche, lulilectores, lo pasé fatal. No pegué ojo en toda la noche, los celos me carcomían por dentro, me impidieron dormir. Por una parte no lo entendía, es que me enfadaba conmigo misma y pensaba: "¡Pero déjalo estar, Luli, déjalo ya!"; pero no pude evitar deslizarme silenciosamente hasta el salón para coger disimuladamente mis auriculares, para espiar a ver qué hacían. No hacían nada, dormían plácidamente, pero... acurrucados el uno a la otra. Sentí que me hervía la sangre, un extraño nerviosismo se apoderó de mí. A la mañana siguiente me vestí rápidamente y me largué lo antes que pude, parecía un puerco espín. Él me dijo con un ligero tono de reproche: "Hoy no te duchas aquí, ahora que ya sabes cómo funciona el agua caliente", lo interpreté como una señal de "quédate un rato más, anda", pero es que me temblaban las manos.


Desde entonces, como bien sabéis, a Luzía la detesto. Y con él cada vez me mostraba más y más seca, le evitaba, le miraba mal. Pero dentro de mí no me lo podía sacar de la cabeza, me pasaba el rato pensando en él. Y me enfadaba conmigo misma. Era un cerdo, tenía novia, se había llevado a no se cuántas compañeras de clase a su casa (jeje, esto es cierto, casi todas han pasado por su piso, a saber qué habrá hecho con cada una), pero yo era la única que había caído como una tonta en sus redes. Y me odiaba por ello. Odiaba no controlar la situación.


Sujeto G, por aquel entonces aún más próximo a mí que ahora, investigó a Luzía instigado por mi impaciencia y le preguntó si se habían liado aquella noche. Me dijo que ella se había reído: "¿Que yo y él QUÉ? Jaja, qué bueno, espera a que se lo cuente y verás", pero yo seguía sin fiarme. Piensa mal y acertarás, piensa mal y acertarás, piensa mal y acertarás.


Después de eso, estuve una temporada sin hablar con el listo. Pero a veces, por el ordenador, me abría una ventanilla de conversación. Siempre acabábamos discutiendo por idioteces, he de mencionar que tenemos el carácter muy similar, ambos somos orgullosos y ninguno quería dar su brazo a torcer. Primero nos picábamos en broma, pero después alguien de los dos se mosqueaba, y siempre era así. Nos empezamos a cansar.


Finalmente, una noche en la que me pilló especialmente tonta, se puso a preguntarme insistentemente por qué le había estado evitando durante tanto tiempo. Que qué me pasaba con él. Que si lo que yo quería era que "él me persiguiera", que lo llevaba claro, que él pasaba del tema. Yo, acalorada de discutir como estaba, le dije que justamente lo que quería era que no se me acercara, que corriera el aire, que un tupido velo nos separara. Le propuse un trato: tú me dejas en paz, dejas de hablarme y de mirarme y yo, cuando me sienta preparada algún día, te contaré qué me pasaba contigo. Porque no podía decirle a la cara: "me vuelves loca", no, eso no se puede hacer. Y él, torpe, a insistir.


Mi plan era sencillo: olvido mediante la distancia. Chico, déjame tranquila un tiempo y verás como se me pasa, me conozco. Luego te lo diré y nos reiremos juntos. Pues no. Erre que erre. Él era A, B y C. Que me cuentes qué te pasa conmigo, que no seas ambigua, que no me des largas. Insistió... insistió... e insistió... muuuuchoo. Muchísimo. Al final, me harté.


"Pues me pasa contigo que me gustas, imbécil", eso le espeté. "Que no sé cómo demonios ha podido pasar, porque eres un antipático de las narices, eres un borde y un prepotente, pero, mira, algo tienes, y me has embaucado. Y el problema está en que NO ME DA LA GANA, ¿sabes? No quiero porque tienes novia y soy "la otra" o, peor, una de "las otras" y al final, todos sabemos quién se lleva las de perder en estas cosas. Yo. Y paso. Yo paso."


"Ah", me dijo, "Pues para nada me esperaba eso". Él lo sabía, claro que lo sabía, pero quería, una vez más, demostrarme su "superioridad", que yo confesara, darle el gusto. Se había enfadado conmigo porque yo le había dado calabazas, tenía el orgullo herido, me la quería devolver. Y lo logró. Se disculpó por "habérmelo sonsacado un poco", le mandé a la mierda mentalmente cientos de veces. Concluyó con un bonito: "Admiro la valentía con la que me lo has dicho; espero que ahora no te portes mal conmigo ni nada, que sigamos siendo amigos".


Claramente, le dije que no pensaba volver a dirigirle la palabra. Es más, le pedí por activa y por pasiva que me olvidara, que olvidara todo lo que había pasado y que me dejara en paz. Me prometió que lo haría. Me pasé las Navidades fastidiada, humillada, dolida. Si no fuera tan cerdo, ese chico sería perfecto: es viril, inteligente, atractivo, cabezota... supongo que no se puede tener todo. En este caso, yo me quedé sin nada.


La historia bien podría haber acabado aquí (que bastante mal lo pasé ya). Pues no. Volvimos de vacaciones y el señorito decidió que sentarse "en mi lado" de la clase era más divertido. Concretamente, todos los días lo tenía en el banco de delante, en el de detrás o en el mío mismo, a escasos asientos de mí. Cada día, cada día. No le miraba, le trataba como el aire. Pero él me miraba de reojo, a veces me tocaba los hombros con el dedo cuando alguien le decía que me llamara. Nunca me daba la vuelta. Le odiaba más que nunca, porque no había manera de dejar de pensar en él. "La teoría de la goma elástica", me dijeron mis amigas, "Cuanto más pases de él, más caso querrá que le hagas, los tíos son así, son simples".


Una vez nos fuimos de quintos después de un examen. Él, que nunca venía, se quedó esperando a ver qué hacía yo (se le vio el plumero, el hecho de que yo no le mirara directamente no significa que no estuviera pendiente de lo que decía o hacía). En un principio no estuvo mal la velada, procuré sentarme en la otra punta de donde se encontrara, pero el tío, al cabo de un rato, se levantó de su silla y acomodó su trasero en otra que había quedado libre a mi lado unos minutos antes. Yo estaba hablando con otro chaval, pero él nos interrumpió.


Me tocó la rodilla y me miró a los ojos.


-¿Qué tal?


Sentí que dos corrientes poderosas me absorbían por dentro. Por una parte, me cagué en él y en toda su familia por atreverse a hablarme cuando yo le había pedido EXPRESAMENTE que no lo hiciera (y me había dicho que sí). Por otra, sentí que me temblaba todo el cuerpo. Me pude haber derretido allí mismo. Y me pareció muy injusto lo que hacía, es decir, encima de que me fastidio, ¿por qué me hace pasar por eso? ¿No he sufrido ya bastante? Le miré gélidamente y le ordené que esperara. Después, cambié tres frases con él, me levanté y me fui.


La segunda tuvo lugar un jueves que salimos todos de fiesta. En un momento en que yo estaba en plena risa, noté que alguien se me acercaba por detrás.


-¿Dónde te quedas a dormir esta noche? -me susurró al oído interno varias veces. Y se iba, sigiloso como una sombra. Al cabo de un rato volvía y me hacía la misma pregunta, de manera aún más sugerente si cabe.


Yo me lo traté de sacudir de encima, pero las piernas no me respondían. Me sentí indefensa, triste, emocionada. Una mezcla extraña de sensaciones se apoderaba de mí. Me moría de ganas por besarle allí mismo, pero también lo detestaba por lo que me estaba haciendo. No quería verle, pero necesitaba que estuviera conmigo. Y le odiaba por ser tan egoísta.


La palma fue cuando me mordió la mano y me quitó un guante, juguetón, me quedé en el sitio tratando de reaccionar. Y reaccioné, ya lo creo que reaccioné, porque más tarde le oí decirle a alguien "No le hagáis daño a Luli, que es muy buena chica". Se me encendió la sangre. ¿Pero cómo narices se atreve a decirle a quien sea que no me hagan daño, cuando aquí el único que se está portando como un gilipollas insensible es él, pedazo de cerdo? Le hubiera soltado una bofetada, pero me conformé con hacerle la cruz. "Hasta aquí hemos llegado, chaval", me dije.


Y desde entonces me he mostrado más fría aún si cabe: le evito deliberadamente, no le miro, no le hablo, le esquivo. Pero él sigue a su bola. Me sigue a todas partes. Se quería acoplar a la "noche de chicas" que nos montamos algunas amigas este mismo viernes, sólo porque sabía que yo iba a ir. Insistió (pero al final no vino, menos mal). Y yo... trato de levantar una barrera entre él y yo, cada vez más alta y más sólida pero, joder, es que cada vez me la tumba.


Me vuelve completamente loca, me marea la cabeza porque no me lo puedo quitar del pensamiento ni un solo momento, me paso el día deseando verle, cuando lo tengo cerca el estómago me da un salto, pero al mismo tiempo estoy furiosa, enfadada, quiero olvidarle porque si sigo así después será peor, ya me he encaprichado bastante, pero él no me deja en paz, a pesar de que me lo prometió, supongo que habrá sentido lástima, o compasión, y eso me revienta el hígado, me ofende profundamente: no lo quiero como amigo, nunca hemos sido amigos, no funcionaríamos como amigos.


Sólo quiero que me olvide, que pase de mí, que me haga el olvido (ya de por sí doloroso) más liviano, pero no hay manera, cuanto más lejos quiero tenerlo, más se me acerca. Me confunde. ¿Por qué me preguntó tantas veces dónde dormía? ¿Por qué me mordió el guante? ¿Por qué me respiró en la oreja y me produjo escalofríos? ¿Es que le encanta jugar con las chicas, es un machoman que necesita conquistarlas a todas y luego no las quiere dejar marchar? ¿Quiere algo más conmigo? ¿Por qué no para de mirarme, cuando hablo, cuando me muevo; pero por qué nunca me dice nada? ¿Y yo? ¿Por qué no soy capaz de mandarlo a freír espárragos, por qué tengo que estar aquí a la una y media de la madrugada desahogándome en Internet por su culpa?


¿Estoy obsesionada? ¿Qué hago para sacármelo de la mente, a él y a su novia, a él y a Luzía, a él conmigo, pero a él en general? ¿Por qué no me puedo interesar por el chico de Requena -que me ha dicho mi amiga que lo tengo loco- o por cualquier otro buen muchacho? ¿Por qué tiene que ser él, que es un cabronazo, así con todas las letras?


¡Esto es una tortura! No puedo seguir así, no sé qué hacer.


Que acabe pronto, por favor, para bien o para mal...



Besazzos,


*Luli*

miércoles, 11 de febrero de 2009

Grandes preguntas sin respuesta




¿Por qué me han salido de repente tantos granos en la espalda?




¿Por qué el tren se para siempre horas y horas en Cullera?




¿Por qué el mosquito gigante de mi habitación no me deja dormir ninguna noche?



¿Por qué soy tan poco fotogénica?



¿Por qué no me queda ningún cacao de labios decente?



¿Cuándo pienso empezar a hacer deporte?



¿Y cuándo a hacerme el pelo?



¿Quién me mandaría cogerme La Empresa Comunicativa?



¿Por qué está Sujeto H hasta en la sopa?



¿Y por qué no me lo puedo sacar de la cabeza?



Grandes preguntas sin respuesta.



Pues vaya una mierda.



Besazzos,



*Luli*




lunes, 9 de febrero de 2009

Finde rural



Queridos lulilectores...


Es posible que hayáis notado mi ausencia estos últimos días. Es verdad. Sólo me dio tiempo a pasarme fugazmente para publicar vuestros comentarios, pero nada más. La razón es simple: he estado muy ocupada haciendo cosas.


Haciendo cosas, qué expresión, ¿no? Jajaja, bien, voy a especificar un poco.


El miércoles acabé mi último examen (por cierto, clavada que nos metió la profesora, suspenderemos la mitad) y, para celebrarlo, el jueves salimos de fiesta por Valencia. Estuvo bien, no hice nada fuera de lo normal (bueno, sí, muchas fotos); el plan fue: cena, botellón en Los Naranjos y "discoteca" ¬¬ (habréis adivinado que nadie cumplió la parte C, todos se largaron para casa a las 4.30). Pero en fin, yo me lo pasé bien igual.


El viernes no hice nada destacable: me levanté tarde, comí en el piso de mis amigas y por la tarde (tarde) llegué a mi casa; fue un día de descanso, porque el jueves me había dejado bastante descolocada. Ahora es cuando llega la parte más interesante.


Una chica de mi clase nos invitó a otra compañera y a mí a ir a su casa este fin de semana. Hasta ahí puede parecer todo normal de no ser porque... ¡su casa está en Requena! La aventura nos apeteció un montón, queríamos desconectar de los exámenes, de la familia, de todo el estrés, y pasarlo bien un rato. Así que le dijimos que sí, claro. Además, era la feria del embutido, de modo que teníamos una excusa perfecta: finde rural (aunque Requena es más grande que mi pueblo, pero en fin).


Pos eso, que ni corta ni perezosa me hice la maleta y me planté el sábado en la Estación del Norte de Valencia hacia eso de las dos, mi amiga pasó a buscarme y nos montamos las dos en el tren en dirección Requena. El viaje era largo (unas dos horas) pero se nos pasó volando porque íbamos todo el rato charlando de esto y de lo otro. Aproximadamente a las cinco de la tarde llegamos allí, y hacía un frío... madre. Seis grados por la tarde y cero por la noche (y un aire gélido estremecedor también; la sensación térmica era de no se cuántos grados bajo cero).


No me pasó nada espectacular, pero estuvo genial: por la tarde nos dimos una vuelta por la Feria (desafiando claramente al aire), hicimos fotos, compré embutidos para mis padres y un llavero para mi hermana, conocí a los amigos de Sujeto M (la anfitriona) y, finalmente, por la noche, salimos a cenar y, cómo no, de fiesta otra vez. Para no decir mentiras, algo sí que hubo (se puede decir que conecté especialmente con un chaval que, aunque era timidísimo, me regaló una rosa), pero bueno, lo digo de pasada porque para mí tampoco fue tan importante (aunque es posible que vuelva a verle por Valencia algún día, porque él también está estudiando).


Nos acostamos a las siete de la mañana, nos levantamos a la una, fuimos a dar otra vuelta a la feria (en domingo) y después de comer, mi amiga Sujeto N y yo nos despedimos de Sujeto M y cogimos de nuevo el tren que iba de Requena a Valencia, donde nos separamos: Sujeto N se montó en un metro y yo en otro tren que iba para mi pueblo. Así que, entre unas cosas y otras, me he pasado el fin de semana viajando y, aunque iba sentada en el tren, como estaba todo el tiempo "de resaca", estoy bastante cansada.


Hoy, lunes, he ido a clase para hacer prácticas: redactar noticias periodísticas (en concreto, la del atentado de ETA en Madrid esta mañana). Me he quedado a comer allí y he vuelto por la tarde (oootra vez en ten, aunque esta vez había un chico muy guapo -pero mayor- que me ha alegrado el viaje. No es el pelirrojo, sino rubio, con gafitas, ojos azules, cara de intelectual... se ha bajado en Sueca. Lo ficho ;P).


Encima, esta mañana me ha parado la Guardia Civil por primera vez porque estaban haciendo controles en una rotonda que hay a la salida de mi calle; no me han dicho nada, pero el susto me lo he llevado igual y casi pierdo el tren (por un minuto). En resumen... estoy molidísima, pero ya no me atrevía a dejar esto abandonado por más tiempo.


Seguiré retransmitiendo en directo, no os quepa la menor duda.


Besazzos,


*Luli*

domingo, 1 de febrero de 2009

Febrero empieza con lluvia



Queridos lulilectores...


Aquí estoy de nuevo, tal y como prometí la semana pasada. Hoy, día uno de febrero, toca añadir dos nuevos propósitos a la lista (ahora los pondré en la columna de la derecha) y, por supuesto, hacer balance del mes de enero.


El propósito de la cara lo he estado cumpliendo a rajatabla, sólo he hecho un par de excepciones a finales de mes, pero porque los exámenes me han desanimado mucho: se ha notado que no he trabajado con constancia durante el año y ahora me han pasado factura. Sólo me queda uno (bueno, en realidad dos, pero una asignatura me la he dejado), que será el miércoles de esta semana entrante; después de eso habrá terminado todo y empezaré un segundo cuatrimestre, con nuevos horarios, con más prácticas y -espero- con más ganas de trabajar.


En cuanto al propósito de la mente (es decir, el propósito que me debe llevar a ser mejor persona) pues... siendo franca, no lo he cumplido rigurosamente. Quiero decir, sí, he tratado de ayudar más en casa y también he tratado de no escaquearme, pero aun así muchas veces pensaba "qué coñazo" y no le ponía mucho interés a lo que estaba haciendo. A pesar de todo, lo doy por realizado porque el trabajo lo he hecho igual y le he puesto intención, así que, como lo he conseguido a medias, esta vez seré más tolerante conmigo misma y optaré por el vaso medio lleno, para darme esa oportunidad que trataba de conseguir con los propósitos de año nuevo (y porque el del cuerpo lo he bordado, que es un plus, porque me daba mucha pereza).


En cuanto a mi fantástica e interesantísima vida... pues sigue igual que siempre, no me han pasado batallitas dignas de mención (el claustro, es lo que tiene) y la vida por Tavernes no evoluciona, parece ser que el tiempo se ha parado. Supongo que cuando esto termine ya podré contar más cosas, saldré de fiesta con mis amigas para desahogarme, iniciaré un horario nuevo, podré hablaros de mis nuevas asignaturas y de las prácticas... pero hasta entonces tendréis que conformaros con otra de las aburridas entradas de transición que he publicado tantas veces, una mera actualización para que sepáis que sigo viva, pero que no estoy muy lúcida o inspirada.


Bueno, en realidad sí que hay algo que me ha estado rondando por la cabeza desde hace unos días: mis padres nos confesaron a Sujeto V y a mí que la familia está atravesando estrecheces económicas, porque mi padre es autónomo desde hace poco y se metió en el negocio de la construcción justo cuando la inflación inició su descenso, esto es, que se pudo aprovechar bien de un par de jugadas antes de que la crisis cayera con fuerza sobre España, pero ahora su trabajo pende de un hilo. Ya están buscando nuevos negocios alternativos, tanto mi padre como mi madre, les he preguntado si quieren que trabaje pero me han dicho que me centre en los estudios.


Yo me siento fatal, porque este cuatrimestre no he rendido nada (aunque espero mejorar, me lo he propuesto firmemente) y, a pesar de que ellos me han dicho que no, tengo todas las tardes libres en el nuevo horario, excepto viernes, y he estado meditando detenidamente la posibilidad de darme alguna vuelta por el pueblo buscando cualquier cosilla que me permita pagarme mis gastos principales (dar clases particulares o trabajar a horas en alguna parte).


No obstante, tengo que esperar a empezar con la rutina para saber a ciencia cierta de cuanto tiempo dispondré exactamente, y además tendré que contar también con horas para estudiar (es lo que más me asusta, tener que hacer por las noches lo que no he podido hacer por las tardes). Vamos, un lío todo.


Así que... nada, esto de momento son sólo ideas abstractas a las que espero poder dar forma pronto, pero antes de que se haga posible tendré que acabar primero con los puñeteros exámenes y cojerme a la marcha normal de la vida, empezando por ahorrar. Espero sinceramente que la cosa se arregle (y me refiero en general, el Gobierno debería esforzarse un poco más porque todo son promesas pero se ven pocos resultados).


Quiero decir... no voy a entrar ahora en cuestiones políticas ni iniciar un debate o criticar abiertamente a unos u otros, pero las portadas de los periódicos de cada día indican que el paro va en aumento, que la crisis continúa y que "se están creando nuevos puestos de trabajo" para no se cuantas mil personas, que dispondrán de ellos "en breve". Más hechos y menos palabras, por favor, que se las lleva el viento.


Y... tras esta breve reflexión relacionada con la actualidad, me despido ya, con una bonita fotografía de Santorini (mi paraíso personificado, cuando pueda tengo que ir) y, naturalmente, con una gran ración de:


Besazzos.


(*Luli*)